Archivo de la categoría: Cuento histórico

Ana SuárezInstituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 55. “Nada más mis hijas, no quiero que me cuide nadie más.” Las palabras de doña Refugio resuenan en sus oídos mientras la procesión se dirige al cementerio y se repite una y otra vez: “Dios perdona todas las iniquidades.” Acató la voluntad de su madre quien, desde que cayó en cama, postrada por la misma enfermedad de la abuela, se negó a que la atendiera nadie más. Su hermana, en cambio, se asomó de vez en cuando, dizque porque la hacienda exigía toda su atención. Todo terminó. Ahora siguen a los peones que cargan el cajón de madera sobre los hombros. Avanzan luego los criados y, al final, los vecinos y demás trabajadores. Al arribar, el cortejo entra en el camposanto y enfila hacia el sepulcro. Si Carmen, su hermana, hubiera compartido su carga, ahora se…

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Ana SuárezInstituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 53. La mente de Agustina vuelve a su fantasía, esa que en la medida en que ha sentido su casa vacía, su mesa solitaria, sus noches demasiado tranquilas, cultiva más: de haber estado en sus manos, ella habría puesto al emperador en guardia, lo habría salvado. Es 19 de julio, la misa concluyó. Agustina se despide de los miembros de la liga iturbidista, a la pregunta por Rodrigo, estudia ahora, pretextó. Atraviesa la nave lateral y entra en la capilla, que siente como su hogar, como este debiera ser. Sus ojos recorren los objetos que le rodean y percibe la paz y seguridad que le da saber que nada ha cambiado, que todo continúa igual. Y recuerda su primera visita, hace más de un cuarto de siglo, cómo podrá olvidarlo; su abuelo la trajo a la ciudad…

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Diego Covarrubias Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 52. Los bosques que rodean Valle de Bravo y Avándaro fueron un vergel en los años ochenta para el campismo y escapar del ruido y la contaminación de la ciudad de México. Hasta que el Chopper desapareció. Yo, que no soy capaz de recordar lo que desayuné hoy en la mañana, o peor aún, si desayuné o no, todavía recuerdo con claridad la mayoría de los acontecimientos que nos prodigó la década de los ochenta. Recuerdo, por ejemplo, la fabulosa música; el llanto de nuestro presidente al anunciar la expropiación de la banca y su canina defensa del peso; la irrupción del neoliberalismo y de la cultura pop; la explosión en San Juanico; los terremotos de 1985, los cuales viví como brigadista de la Secretaría de Salud en vecindades del centro histórico; el mundial de fútbol de 1986, que nos…

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Nacho Casas En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 51. Vio nacimientos, muertes, suicidios, robos. Escuchó canciones de amor y despecho. Gritos de pregoneros o vendedores. Vio el asombro de chicos y grandes. Hasta que encalló en un taller de desguace. Voy en el metro, ¡qué grandote, rapidote, qué limpiote!¡Qué deferencia del camión de mi compadre Jilemón que va al panteón!Chava Flores Llegó de París, pero no sobre las alas de una cigüeña, zopilote o avión. No. Viajó durante días y noches, entre olas, peces y gaviotas, surcando el Atlántico a bordo de un enorme buque. Desmembrado, conoció el calor de altamar y la brisa fresca en medio de la inmensidad. Un puerto francés, Marsella, le dijo: au revoir y le cantó la despedida; un puerto mexicano, Veracruz, le dio la bienvenida y lo recibió con huapangos y marimbas. En un tren de carga, acompañado de los…

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Yuri LópezgalloUniversidad Tecnológica de México En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 50. Los Ángeles, California, 1969. Joe Martínez, hijo de mexicanos que emigraron a la Unión Americana y teniente del X Batallón de Infantería del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, regresa a su casa después de casi un año de haber terminado su “Tour del deber”. –Te ves diferente, hijo.–Soy diferente, ma’. –¿Por qué no volviste directo a la casa, con nosotros, tu familia? Porque mi intención desde que regresé de Vietnam era volarme los sesos y sé cuánto te molesta tener que limpiar la casa, se dijo para sí mismo. –Tenía mucho que pensar.–Tu hermano quiere enlistarse –agregó su madre.–Por eso estoy aquí.–Déjame llamarlo. Miguel, ven acá, tu hermano está aquí.–It is Mike mom, I’ve been telling you since I was fifteen.–Bro!!! You are really here, you are a fucking hero Joe!–Háblame en español,…

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Ana SuárezInstituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 49. El destino mezcla las cartas, maare, y nosotros las jugamos Refrán yucateco El fraile Las tumbas que rodean a la ermita hablan de quienes acaban de irse. Paseas entre ellas mientras aspiras el rocío de la madrugada, ojalá que el fresco durara todo el día. Tratas de rezar, no puedes, piensas cuán poco has hecho por tus hermanos, los más pequeños, los más desvalidos, pero piensas además que, de hacerlo, tus feligreses y el mismo obispo se habrían molestado. Santo Dios, de haber cumplido con tu deber cristiano, estarías más sosegado, al menos pudiste intentar que las mujeres y los niños se quedaran, siquiera el crío ese del gorrito azul y el kóotoncito blanco que montaba a la jineta en la cadera de su madre, que se aferró a ella y chilló cuando quisiste abrazarlo y…

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Modesta Fonticoba Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 47. Lorenzo cabalga veloz sin rumbo fijo por sus amadas sierras. Un instante después de montar su caballo sintió una bala pasar rozándole el hombro. Escapaba de su casa, escapaba de la ira de su padre. Su padre le había disparado. Después de galopar por largo rato, aminora la marcha sin saber qué hacer ni a dónde dirigirse. Luego se detiene sin dejar de pensar: “Una bala pasó rozándome el hombro, mi propio padre quiso matarme.” Lorenzo no ha cumplido aún los quince años, aunque parece un poco mayor. Una incipiente pelusa ha empezado a asomar encima de su labio superior. Se baja de su montura cabizbajo y triste, camina con el corazón estrujado. Está acostumbrado a trabajar duramente y a recibir golpes de su padre, Eulalio. “Mi padre me insulta y me maltrata, a pesar de eso, yo…

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Kenji Hernández Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 46. Mi nombre es Hernán Colos y trabajé 35 años para el servicio secreto de mi país. Sólo que, en mi país, lo secreto es bien sabido por todos y lo que debería ser sabido por todos es un secreto. Inicié mi carrera en las Fuerzas Militares de Choque y Control de Situaciones que surgió a raíz de las fuertes luchas del gobierno contra el pueblo. No se crean, ese gobierno y ese pueblo eran uno mismo hace apenas cinco generaciones, cuando, juntos, formaron una gran fuerza que se enfrentó con las armas al antiguo gobierno. La historia de siempre, no se crean, nada es nuevo bajo el sol. Hace 40 años, a falta de servicio secreto (cuando yo aún era un niño preocupado por el hambre y no por llegar a tiempo a pasar lista al batallón de…

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Adaptación de Eduardo Celaya Díaz Basada en el texto de Laura Esquivel En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 44. – Te he estado esperando. – No puedo apresurar el paso, sabes muy bien cómo son las cosas ahora. – Distintas, lo sé, pero aun así es reconfortante cuando llega el final del día y podemos conversar, después que cumples tus actividades. – Mi tiempo es extraño, pero siempre es conveniente tener estas conversaciones. – Eres un buen marido, cuidas de tu mujer a pesar de todo. – Prometí cuidarte. – Y lo haces bien, eres un buen marido. – ¿Te han tratado correctamente? – Cual merece una mujer de nuestra posición. Pertenecer a una de las familias más importantes de la Nueva España confiere ciertas ventajas sobre los demás. – ¿Y tus reflexiones? – Me siguen atormentando las mismas preguntas. – Sabes que no lo dijo…

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Iván Lópezgallo Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 43. Los odio. Malditos sean. Ayer volví a soñar con mi familia. Fue igual que siempre. El mismo maldito sueño que tengo desde hace más de 20 años: soy un niño pequeño y meriendo tranquilamente junto a ellos, pero de repente se escucha un estruendo, siento un golpe y se desata el infierno. Por unos segundos pierdo el conocimiento, pero cuando despierto veo fuego por todos lados… y escucho gritos que piden auxilio y lamentos de dolor. Mis hermanos se calcinan junto a mis padres, que yacen aplastados bajo los escombros que cayeron sobre ellos. Veo a mi madre, su hermoso rostro no existe ya: los ojos que tanta paz me transmitían han desaparecido y en su lugar encuentro dos cuencas vacías, mientras que su piel blanca y tersa parece ahora un pergamino que se arruga…

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