Archivo de la categoría: Sepia

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 27. Darío Fritz Tanta seriedad apabulla. Nadie se sale aquí del libreto. Todos bien planchados, las manos en sus lugares, los calzados lustrosos, las miradas concentradas, ni una pestaña alebrestada, ningún cabello que se aparte de su sitio. No importan edades, sexo, ni jerarquía familiar. Una obediencia ciega ante los flashazos del fotógrafo. Aquí no se mueve una hoja. Nada diría que después de terminada la sesión, esas niñas y niños convertirían el lugar en un jolgorio. Uno se atrevería a creer que el patriarca diría vamos a casa, y todos saldrían en fila detrás de él en busca de la calle. Silenciosos, disciplinados y respetuosos. De allí a la iglesia, posiblemente, para que la niña Guadalupe Suárez recibiera su primera comunión. Miradas, formas de pararnos, vestimenta, dicen mucho de nosotros para explicar lo que somos. Nada haría suponer que…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 26. La fantasía de lo nuevo, de estrenar, de tener lo que otros no pueden o no han podido alcanzar aún, subyace en el inconsciente aunque pasen los siglos. Nos regimos por las diferencias. A veces por imitación, otras por oposición y las menos por creatividad. Pero queremos llegar a lo mismo: tratar de ser distintos. Las diferencias se alimentan de cuanta riqueza podamos llegar a acumular. Material o intangible, muy al estilo consumista de estos tiempos, aunque decirlo pueda resultar una perogrullada. Riqueza en una pintura, en el reloj que adorna la muñeca, los libros de la biblioteca personal, el linaje familiar, el valor de unos muebles, las amistades que cultivamos, los lugares en que vacacionamos. En el pasado tuvo lo suyo también. Durante el Renacimiento era muy valioso contar con un cassone, un arcón decorado por…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm.  20. La perfección reina por un instante en este patio frondoso de enredaderas y macetas, mientras un caballito de juguete guarda compostura sobre sus ruedas. En Tulancingo corre el año 1910. La figura esbelta de Adolfo Martínez posa orgullosa junto a su carro alegórico que simula una mariposa. El centenario de la independencia se festeja con mucha pompa en todo el país. Porfirio Díaz mostraba el esplendor de México, el esplendor de su marca personal. Abundan las inauguraciones, los edificios brillosos, las fiestas y los desfiles. En la cercana Pachuca se terminaba de construir el Reloj Monumental que lo identificaría como icono de la ciudad. Tulancingo no podía derramar tanta estirpe, pero los vecinos podían participar en un concurso de carros alegóricos que simboliza la primera centuria independentista. El creativo ebanista y carpintero Adolfo Martínez montó su espíritu…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 25. La escenografía ha cambiado, pero el presente y el pasado de los niños que piden ayuda –seguramente unas monedas– se mantienen en su lugar. Manos alzadas que imploran por algo que llevar a casa. Del otro lado de las vías entonces, o del otro lado de una vereda, un camellón, una avenida, en la actualidad. Sólo pueden ofrecer a cambio la bondad de sus rostros aún inocentes. Son solidarios con las necesidades de quienes los arropan todos los días, les aportan unos bocados y los duermen en las noches. Detrás de ellos hay quienes están fuera del mercado laboral, que seguramente pasaron por situaciones similares a sus edades, que por poco rato fueron a la escuela y no les quedó más que aprovechar las oportunidades de hacer los trabajos más duros. Los tiempos cambian y la humanidad…

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Darío Fritz Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México núm. 24. Los que nacieron con el ferrocarril a un paso de sus casas  o formando parte de sus vivencias personales –subir en él para vacacionar, visitar familiares, asistir a una cita médica importante–, saben de los ritos que podía generar y el respeto que deparaba. Desde preparar maletas, llegar con anticipación a la estación, instalarse a conversar en la sala de espera, divagar por los acompañantes que la fortuna deparaba para la travesía (especialmente para los pasajeros de poblaciones intermedias que subían sin asientos numerados) o si la calefacción ayudaría a hacer más soportables las noches gélidas. El andén de una estación ferroviaria podía ser bullicioso, y nadie dejaba de otear en el horizonte para ver al filo de las vías si aquella mole de hierro se acercaba. Un punto de luz en la inmensidad lo delataba en la…

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Darío Fritz – Revista BiCentenario. En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México / Durango, 450 años de historia, edición especial. Se puede decir que esta es una foto de usurpadores. Y me refiero a los hombres, que deberían haber quedado fuera de la imagen. Porque era un día dedicado al culto y entusiasta bello sexo, según relata una crónica de la época. En mayo de 1908 los duranguenses tiraron la casa por la ventana. Todo el mes fue de exhibición y también de fiesta. Sus orgullosos 26 000 habitantes mostraban sobre mesas, estantes y vitrinas desde lo más común a lo más exótico de la producción estatal: aguas minerales, coches carruajes, artículos de cuero, las vacas más redondas y los caballos más lustrosos, los trajes locales que copiaban la moda en París o Nueva York, el oro de las minas de Tamazula y la plata de Santiago Papasquiaro. A mitad de…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 23. Ser o no ser. Ser vistos o no ser nada. La fotografía siempre ha sido la huella más amistosa para dejar rastros de quiénes fuimos, de dónde venimos. Una huella tan poderosa, aunque de resultados lúdicos, semejante al documento que nos identifica, el acta de nacimiento, la casa donde crecimos, o la calle que lleva un nombre familiar, si es que tan alto llegamos en las consideraciones de los vecinos. ¿Cómo resistirse a no dejar una impronta visual, al menos, si está en nuestro ADN exhibirnos, así sea enmarcados? Los retratos quizá hayan sido los primeros, aunque estuvieran fuera del alcance de la mayoría cuando la fotografía no era ni siquiera sueño. Los hubo esculpidos en piedra en el Antiguo Egipto o en construcciones monumentales de la Edad Media. Le siguieron los célebres de la pintura: Durero,…

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Darío Fritz Las ilusiones del mundo de los adultos están iluminadas con el cambio de cada año de un cúmulo de necesidades materiales y afectivas que se comprimen la mayor parte de las veces en aspiraciones de dinero, salud y afectos correspondidos. Las de los niños, traducidas en juguetes los días 6 de enero, según la usanza occidental, se edifican a la medida del contexto en el que van construyendo sus vidas: muñecas, casitas en miniatura, manualidades, en el caso de las niñas; el balón, el carrito, un arma, en los varones. Eso ha sido lo tradicional que en el siglo XXI las nuevas tecnologías han ayudado a transformar –a la par de vaciar los bolsillos de los padres– en utensilios más sofisticados pero que no distinguen género: el videojuego, la consola de vanguardia y los celulares igualan las ilusiones femeninas y masculinas. Nuestro niño de la foto nos lleva…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 21. Las matemáticas no puede decirse que tengan buena prensa. Desde la niñez siempre han sido un quebradero de cabeza. Cuando se evalúa la educación de los hijos en casa, en la propia escuela o el mismo país siempre están allí para recordarnos que son la insignia que marca el horizonte. Por eso cuesta tanto formar ingenieros, transforman en imperiosa la necesidad de los contadores y nos dicen que sin conocerla a fondo no hay prosperidad posible. Pero siempre habrá un imprescindible maestro Francisco Escudero Hidalgo que pueda hacernos más legible el camino para domarlas y convivir con sabiduría con ellas. La profesión de educar ha de ser una de las más nobles de las que nos rodean. Da todo sin pedir nada a cambio más que atención, no persigue el dinero, desalienta la fama y deja huellas…

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