Archivo de la categoría: Sepia

Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 65 “El trabajo dignifica” podría decir un eslogan que acompañe a la voceadora. Era normal ese tipo de frases hace casi siete décadas cuando se tomó esta foto. Hoy, los publicistas e ilustrados cazadores de clientes incautos y votantes desaprensivos no lo recomendarían. Aquello pasó al olvido. Las campañas propagandísticas, sean políticas o para el consumo, optan por el triunfalismo, el culto a la belleza efímera y la personalidad, o el vacío de las palabras. Hoy, Claudia Oston Melo tampoco podría ganarse la vida ofreciendo periódicos. Porque nadie se los compraría y porque en las calles la competencia es rabiosa entre limpiavidrios y franeleros, vendedores de dulces y baratijas, niños mendigantes, indígenas y migrantes que quieren su lugar. Una pobreza que, a decir de Jorge Luis Borges, como “el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza”.…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 61. Todo es cerebro, dicen los neurólogos. Allí comienza y termina todo. Desde regiones de la corteza frontal se planifica, se toman decisiones e inician acciones conectadas a los músculos del cuerpo a través de la médula espinal, se sabe hoy. A este joven, fotografiado en la década de los años 30, le interesaban todos estos descubrimientos que con la tecnología de entonces no alcanzaba a interpretar. El cerebro se abría y se investigaba, incluso con los pacientes despiertos. La epilepsia, cómo curarla, desvelaba a los neurocientíficos. Tras ello también estaba el joven ingeniero y médico mexicano de mirada profunda y presencia formal. Teodoro Flores Covarrubias era la figura de “la locura”, a decir de su nieta, Rocío Cerón, poeta y artista. El de los experimentos. Que lo mismo ideó el primer aparato en el país para registrar electroencefalogramas…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 64. La infancia es única y extraordinaria. La de todos los niños, los de hoy, los que fuimos. Lo dice Anna Ajmátova. A los once años, la escritora rusa escribía poemas que su padre tachaba de “poeta decadente”. Así que cada uno pasa por un tamiz inigualable, en unas edades a la cuales la reflexión sobre felicidad o dicha incompleta sólo queda para los tiempos de la madurez, porque por entonces –dice– no se tienen puntos de comparación para llegar a conclusiones tan severas. ¿Ese, esa, fui yo?, podemos preguntarnos al paso del tiempo. Sobre aquel niño que acariciaba a sus compañeros y hoy no quisiera reencontrarse con ellos, el que probaba la reacción de una paloma ahogando su cabeza en un cubo de agua, la niña que peinaba la muñeca imitando a su madre, pero en los arrebatos…

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Guadalupe Villa G. Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 45 El satélite del planeta Tierra ha ejercido siempre fascinación en el ser humano. Millones de personas en el mundo gozan de la luminosidad de la luna llena, de sus cuartos menguantes o sus cuartos crecientes, cuando parece que ella les sonríe. Su influjo incide en las emociones de los seres humanos, es provocativa, hace suspirar a las parejas que se prometen amor eterno, o baña con su luz la desnudez de los amantes cuando, indiscreta, penetra por la ventana de la habitación que los cobija. El dicho, “estar en la luna”, ¿tendrá que ver con el alejamiento de la realidad de los enamorados que viven como “fuera de este mundo”? Es posible. Se dice que la luna llena eleva la libido y favorece las relaciones amorosas; también que ocurren entonces más nacimientos y, paradójicamente,…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 63. Si para el migrante la búsqueda de nuevos horizontes económicos abre lugar a la ambigüedad de la esperanza y el optimismo contenido, sepa o no de los tropiezos que implicarán la aventura, en el caso de quienes se quedan hay toda una sensación de que pasarán las de Caín. Son la otra cara de una moneda que reflejará incertidumbre, desazón, pérdida. Quien se queda la sufre. El que se va podrá depender de otros que le abran puertas, pero sabe que gran parte de eso depende también de él, de sus capacidades y talento, de la iniciativa y las fortalezas para resistir, de trabajar duro por lo que quiere y hasta de echar buena mano a la suerte. No se trata de meritocracia, pero sí de creer en uno mismo. Nuestra joven de la foto, tomada en 1945,…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 62.     Dentro de estos vehículos que circulan por el zócalo capitalino en tiempos en que los fuegos de la revolución se habían apagado y la vida de las ciudades adquiría visos de normalidad, predomina la indignación y el enojo. El “canalla” del cartel dice mucho. Pedir “un ejemplar castigo” no es más que instar a que aquello, el robo y asesinato del colega taxista, no quede en la impunidad, simplemente para que no se repita. Lo tenían bien claro por entonces, y para eso recurrían al lugar donde quizá alguien los podría escuchar del otro lado de las paredes robustas de Palacio Nacional. Exigían decisiones a la altura de sus reclamos: investigar, detener y castigar con las armas de la ley. Para vivir en paz y sin temores a la hora de salir a la calle.…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 42. De niños no necesitamos demasiado contexto para movernos y actuar. Sin miedo y allá vamos, sin temerle a lo diferente y a lo desconocido. Eso viene más tarde. La curiosidad nos envalentona y si los que tenemos alrededor, madres, padres, familia, nos dan confianza, elevarán la motivación. A ciegas vamos por descubrir un mundo desconocido que abra puertas a la inquietud y a las expectativas. Una manera de alentarlo nace de mostrarnos cómo somos y qué tenemos, con la ilusión también de recibir algo a modo de intercambio, para atesorar lo inédito, único, emblemático. Del otro lado, el adulto retribuye de igual manera, agita el interés en su proyección de figura singular para quienes lo rodean, el niño que alguna vez fue lo interpreta, aporta una mínima palabra que incite a la comunicación, frases de un mundo lejano a…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 58. En la ciudad han caído cinco centímetros de nieve. Los defeños de Contreras, La Magdalena y San Ángel observan extasiados el fenómeno sorpresivo que cae sobre la ciudad. Había empezado a las ocho de la noche y pronto hubo fiesta en las calles. O, mejor dicho, ganas de mojarse los zapatos. ¿Quién podía recordar un fenómeno así? Los mayores se acordaban que antes de la revolución. Los diarios del día siguiente precisaron febrero de 1907. Otros hablaban de 67 años para que coincidiera con otra ocasión en marzo y aquella frase de febrero loco, marzo otro poco, tuviera una vez más razón de repetirse. Ese jueves 14 de marzo de 1940 que amaneció frío y gris, trajo viento y junto a él la lluvia fina, antesala de los copos de nieve. Mala hora para nevar, la noche. Al menos…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 57. Hay personajes que se la creen. Se colocan delante de la cámara y fluyen seguridad, arrogancia, ego, narcisismo. Nuestro hombre de la imagen va por la contraria. Timidez en la mirada, cierto cansancio quizá –uno podría pensar lo contrario si el reloj a su espalda nos dice la verdad: cuarto para las tres de la tarde–, tranquilidad en sus manos estratégicamente ubicadas, cierta incomodidad también, porque por más pose que se acepte realizar, la fotografía no deja de generar ese fastidio entre salir correcto y hacerlo ya. Al fin y al cabo, nuestro reflejo no siempre se lee con la certeza de lo que uno cree que es. “Una fotografía nunca es privada”, dice Annie Leibovitz. El médico cirujano y eminencia de la oftalmología en México, Fernando López y Sánchez Román, transmite prestancia y decoro ante la requisitoria de…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 52. La paradoja del migrante está en que la riqueza a la que aspira se nutre de las acechanzas de oportunistas y pendencieros, de las miradas de exclusión y la humillación de favores, los soles lapidarios y los fríos extenuantes, del peso de la esperanza cimentado sobre el infierno del pasado, de quedar anclado con un pie en cada lado. Posiblemente, poco de esa riqueza oteada sobre el firmamento llegará a disfrutar. Como esos autores que no obtienen reconocimiento en vida o los luchadores sociales a los que alguien pone punto final como si pudiera echar atrás el miedo a cambiar, el migrante o inmigrante (según dónde esté el ojo que lo vea), recogerá en hijos y nietos las ilusiones creadas sobre un tiempo desmembrado. La diáspora, el exilio, el refugio pueden ser individuales o colectivos: de los braceros de…

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