Archivo de la categoría: Sepia

Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 63. Si para el migrante la búsqueda de nuevos horizontes económicos abre lugar a la ambigüedad de la esperanza y el optimismo contenido, sepa o no de los tropiezos que implicarán la aventura, en el caso de quienes se quedan hay toda una sensación de que pasarán las de Caín. Son la otra cara de una moneda que reflejará incertidumbre, desazón, pérdida. Quien se queda la sufre. El que se va podrá depender de otros que le abran puertas, pero sabe que gran parte de eso depende también de él, de sus capacidades y talento, de la iniciativa y las fortalezas para resistir, de trabajar duro por lo que quiere y hasta de echar buena mano a la suerte. No se trata de meritocracia, pero sí de creer en uno mismo. Nuestra joven de la foto, tomada en 1945,…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 62. Dentro de estos vehículos que circulan por el zócalo capitalino en tiempos en que los fuegos de la revolución se habían apagado y la vida de las ciudades adquiría visos de normalidad, predomina la indignación y el enojo. El “canalla” del cartel dice mucho. Pedir “un ejemplar castigo” no es más que instar a que aquello, el robo y asesinato del colega taxista, no quede en la impunidad, simplemente para que no se repita. Lo tenían bien claro por entonces, y para eso recurrían al lugar donde quizá alguien los podría escuchar del otro lado de las paredes robustas de Palacio Nacional. Exigían decisiones a la altura de sus reclamos: investigar, detener y castigar con las armas de la ley. Para vivir en paz y sin temores a la hora de salir a la calle. Demasiado luto aún se…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 42. De niños no necesitamos demasiado contexto para movernos y actuar. Sin miedo y allá vamos, sin temerle a lo diferente y a lo desconocido. Eso viene más tarde. La curiosidad nos envalentona y si los que tenemos alrededor, madres, padres, familia, nos dan confianza, elevarán la motivación. A ciegas vamos por descubrir un mundo desconocido que abra puertas a la inquietud y a las expectativas. Una manera de alentarlo nace de mostrarnos cómo somos y qué tenemos, con la ilusión también de recibir algo a modo de intercambio, para atesorar lo inédito, único, emblemático. Del otro lado, el adulto retribuye de igual manera, agita el interés en su proyección de figura singular para quienes lo rodean, el niño que alguna vez fue lo interpreta, aporta una mínima palabra que incite a la comunicación, frases de un mundo lejano a…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 58. En la ciudad han caído cinco centímetros de nieve. Los defeños de Contreras, La Magdalena y San Ángel observan extasiados el fenómeno sorpresivo que cae sobre la ciudad. Había empezado a las ocho de la noche y pronto hubo fiesta en las calles. O, mejor dicho, ganas de mojarse los zapatos. ¿Quién podía recordar un fenómeno así? Los mayores se acordaban que antes de la revolución. Los diarios del día siguiente precisaron febrero de 1907. Otros hablaban de 67 años para que coincidiera con otra ocasión en marzo y aquella frase de febrero loco, marzo otro poco, tuviera una vez más razón de repetirse. Ese jueves 14 de marzo de 1940 que amaneció frío y gris, trajo viento y junto a él la lluvia fina, antesala de los copos de nieve. Mala hora para nevar, la noche. Al menos…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 57. Hay personajes que se la creen. Se colocan delante de la cámara y fluyen seguridad, arrogancia, ego, narcisismo. Nuestro hombre de la imagen va por la contraria. Timidez en la mirada, cierto cansancio quizá –uno podría pensar lo contrario si el reloj a su espalda nos dice la verdad: cuarto para las tres de la tarde–, tranquilidad en sus manos estratégicamente ubicadas, cierta incomodidad también, porque por más pose que se acepte realizar, la fotografía no deja de generar ese fastidio entre salir correcto y hacerlo ya. Al fin y al cabo, nuestro reflejo no siempre se lee con la certeza de lo que uno cree que es. “Una fotografía nunca es privada”, dice Annie Leibovitz. El médico cirujano y eminencia de la oftalmología en México, Fernando López y Sánchez Román, transmite prestancia y decoro ante la requisitoria de…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 52. La paradoja del migrante está en que la riqueza a la que aspira se nutre de las acechanzas de oportunistas y pendencieros, de las miradas de exclusión y la humillación de favores, los soles lapidarios y los fríos extenuantes, del peso de la esperanza cimentado sobre el infierno del pasado, de quedar anclado con un pie en cada lado. Posiblemente, poco de esa riqueza oteada sobre el firmamento llegará a disfrutar. Como esos autores que no obtienen reconocimiento en vida o los luchadores sociales a los que alguien pone punto final como si pudiera echar atrás el miedo a cambiar, el migrante o inmigrante (según dónde esté el ojo que lo vea), recogerá en hijos y nietos las ilusiones creadas sobre un tiempo desmembrado. La diáspora, el exilio, el refugio pueden ser individuales o colectivos: de los braceros de…

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Darío Fritz Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 60 ¿Quién dijo que el cambio climático es un fenómeno actual? En 1951 las lluvias torrenciales dejaban en la ciudad de México inundaciones como las de esta foto. El 15 de junio se registró “la más desastrosa” precipitación en la ciudad, enfatizaba una nota periodística. “Un lago de fango”, titularon. “Brotaba petróleo”. En la estación de bomberos se dieron por vencidos con soltura y rapidez: “muy poco lo que se puede hacer contra las inundaciones”, dijeron al día siguiente. Tamaña declaración quita hasta el aire. Dieciséis bombas extractoras de agua eran un barco en el mar para atender una ciudad de poco más de 3 000 000 de personas. A esta calle está claro no llegaron. Los rostros de sorpresa, hastío, desolación y hasta desesperanza reflejada en un par de sonrisas nerviosas, le murmuran al fotógrafo. Nadie se aparece por…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 51. Quizá esta foto pueda considerarse la última en la que un par de mulitas inmutables reciben los honores de agradecimiento por sus servicios. Un grupo de exaltados estudiantes –obviamente no hay mujeres– festeja su inminente retiro. Corría el 24 de noviembre de 1932 y no sólo se pensionaban ambos animales, por decirlo de alguna manera, sino también el carromato que jalaban a diario desde la estación en la calle Granada hasta la de El Carmen en el centro de la ciudad de México. Era el último tranvía tirado por mulitas que la modernidad de la época quitaba de circulación después de varias décadas de servicio –desde mediados del siglo XIX– con generoso éxito. El mismo presidente Lerdo de Tejada lo utilizó en diversas ocasiones, claro que fue en sus tiempos de relumbre, cuando los asientos lucían forros de terciopelo,…

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Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 54. Al mundo no le faltan niñas ni niños. Es una verdad de Perogrullo. En 2021 somos algo así como 7 800 millones de habitantes en el planeta. Nada más que en el primer trimestre del año nacieron unos 31 000 000 de bebés. Y aunque las tasas de nacimiento anuales han bajado de manera considerable –algo así como 26% desde que fue tomada esta imagen en la ciudad de México en 1968–, sabemos que del salto de estos números fríos a la posibilidad de satisfacer las necesidades de niñas y niños, se trata de otro cantar. A los adultos nos cuesta ver el drama en los demás. Lo resolvemos con mirar a un costado y esquivarlo. Hay fotos que hablan de esperanza, de éxitos, de la belleza o de la muerte. Pero también hay otras que duelen y desarman. Que no…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 59. Podría pensarse que este señor de atildados mostachos y anteojos redondos, que León Trotsky y John Lennon popularizarían algunas décadas después de esta imagen de finales del siglo XIX, es de esos que se rodean del caos para vivir en el orden. Pilas de expedientes, libros aquí y allá, carpetas de archivo que parecieran ascender hasta el techo, papeles sueltos que intentan llegar a algún lugar, una lámpara potente para destronar la oscuridad. Y unos estantes de biblioteca deshabitados que, en sus espacios libres, más que invitar a ocuparlos, parecen cómodos con el éxodo. Quien habita en el mundo de las letras, tinteros, libros de tapas duras, páginas cocidas o plumas estilográficas tiene claro que ese es el paraíso del hombre de los cabellos rizados. Nada lo agobia en esa escenografía. La definición de intelectual le viene…

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