Archivo de la categoría: Cuento histórico

Alfredo Vargas Todos los recuerdos se abren en su mente mientras se acomoda, junto a sus fieles colaboradores, en el Dodge Brother que inicia su marcha en esa fresca mañana del 20 de julio de 1923. El paisaje de aquel día lo atrapó de nuevo, sordo y mudo bajo el golpe brutal del sol áspero y metálico, espacio marchito y polvoriento, crepúsculo ambarino. Un escalofrío le había recorrido el cuerpo al volver la mirada al resto de sus hombres, ese grupo maltrecho, pelotón de un cementerio ambulante que parecía haber sido arrojado desde las entrañas de la tierra. Las pieles yermas, quemadas y sedientas por la falta de agua, metidas en esas ropas cenizas de tanto trasegar en medio de esas gredas tan muertas como ellos mismos. Hombres impulsados por su propia historia, con hijos, padres o mujeres que esperaban su regreso con ansia e ilusión. Soldados valientes, fieles guerrilleros,…

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Juan Manuel Bueno BiCentenario #7 El cielo de Querétaro siempre me ha impresionado. ¡Es tan luminoso! Cuando camino por sus calles adoquinadas, entre las casas coloniales, me gusta mirar el cielo azul entre las hojas verdes de los laureles que dan sombra a los paseantes. Hijo, en estas calles y en sus edificios se encuentra nuestra historia familiar, la que hoy te cuento pues no sé si tendrá otra ocasión para hacerlo y porque espero que cuando la escuches te sientas tan orgulloso de ella como lo estoy yo. Comienzo mi relato por la ciudad, mi bella ciudad, escenario de grandes hechos de nuestra historia y que hoy lo será de nuevo cuando en el Teatro de la República se inicie el Congreso Constituyente, igual que en 1917, hace cien años. Aunque viendo como la revolución cubre a casi todo el país y las bajas se multiplican, la verdad es…

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Ana Suárez / Instituto Mora BiCentenario # 6 La mujer que amo se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones Juan José Arreola Mis dedos acarician las curvas de tus letras, y me digo que son las comisuras de tus labios y que no importa si te despierto para hacer de nuevo el amor. Pero me digo también que me día estar aquí otro domingo, como vengo haciendo desde que los vientos enfermos aparecieron y te apartaron si bien no me siento muy seguro ni de tu ausencia ni de alejarme del camposanto. Hombre, cúrate a ti mismo, me dicen y me decían, y nunca he podido hacerlo, de ahí que cada lunes despierte llorando al verte morir, sin que nadie en casa me escuche, ni me consuele tampoco, y que estar aquí y ahora sea todo lo que tengo y soy. ¿Cómo desisto del andar…

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Javier Rico Moreno Facultad de Filosofía y Letras, UNAM En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 20. En el año que marcó un quiebre para el sistema político mexicano el de las luchas estudiantes, la democracia como estandarte, el amanecer del rock y las Olimpiadas como máscara, hubo otros jóvenes olvidados a los que la prosperidad evitó, Quijotes de la calle, bohemios, habitantes de múltiples oficios, rebeldes de la vida. Desde niño te gustó jugar con fuego. Una tarde, mientras las nubes blancas hacían más apacible la tarde de Tlalpan, Lucía me contó cómo había terminado aquella intrépida aventura de pirotecnia infantil a la que te lanzaste con Josefina. Aunque era dos años mayor que tú, a Josefina se le llenaron los ojos de espanto cuando vio tus manos de Prometeo mortal en llamas; entonces te llevó a jalones hasta el lavadero de piedra y te hizo…

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Rosalía Martha Pérez / Instituto Alfonso Vélez Pliego, BUAP Revista BiCentenario # 19 Fotografía de Adalberto Ríos Szalay Es el mes de septiembre y el Atoyac se derrama sobre los pastizales tlaxcaltecas. Se esparce mansamente, desentumiendo sus aguas con el sol matinal que reverbera suavemente, lejos de los bosques de encinos. Va discurriendo, lamiendo la base de los lomeríos y arrastrando desde las alturas un fértil limo arcilloso. Sonriente, ve internarse en el tembloroso cristal de sus aguas a tlacuaches y conejos cuyos sorbos espantan a las parvadas de aves canoras, que con cualquier pretexto escapan hacia el sur. Su corriente surge de los escurrimientos de la vertiente norte del Iztaccíhuatl, en la Sierra Nevada, a 4,200 metros de altura; viene drenando las tierras tlaxcaltecas y los valles de Puebla, Atlixco y Matamoros hasta reunirse en amoroso abrazo con las poderosas aguas del Nexapa dos mil metros abajo. Después de…

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…gritamos y hasta relinchamos de gusto. No lo podAi??a creer, despuAi??s de tanto batallar, nos habAi??an cedido un cacho del latifundio de la BavAi??cora; ni la revoluciA?n habAi??a logrado que se repartieran esas tierras, propiedad de un gringo, William Randolph Hearst…

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A?Me carga la chingada!, me oyen gritar mientras humedezco de orines el tronco de un cazahuate, A?ya estoy harto!

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1894. Hacienda ai???Los Tres Zapotesai???. Un cigarrillo y otro mA?s. El patio entero donde se secaba el fruto de higuerilla se le hacAi??a chico y las cuatro horas de espera le parecAi??an veinte minutos.

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Una maAi??ana luminosa de abril de 1812, un barco llegA? de EspaAi??a al puerto de Veracruz. El recibimiento corrAi??a por parte de la Guardia Real y espaAi??oles notables en espera de noticias, A?rdenes y sobre todo de armamento para hacer frente a los motines insurgentes que se sucedAi??an en diferentes puntos.

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Los campos permanecieron intactos, la fragua dejA? de rugir, el mazo no retumbA? en el yunque, las vacas fueron ordeAi??adas mA?s temprano que de costumbre.

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