Archivo de la categoría: Sepia

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 48. “Mujer delincuente en la ventanilla de una prisión”, señala la ficha de la Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). No obstante, la imagen parece representar el traslado de la inculpada a la comandancia de policía en un transporte de dicha corporación. Ella, la indígena enrebozada, de mirada triste y resignada ve desde su asiento, a través de la pequeña ventana, cómo queda atrás su libertad. ¿Por qué la llevan presa? Saberlo es prácticamente imposible. El delito es un hecho de causas múltiples, resultado de fuerzas antisociales, y la pena un mal necesario cuya finalidad es conservar el orden social. ¿Sería vendedora a la que le decomisaron su mercancía por vender, sin permiso, en la vía pública? ¿O quizá se la llevan por ser mujer, indígena y pobre? ¿Tendría hijos? Y de ser así ¿habría cometido…

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Guadalupe Villa G. Instituto Mora Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 47. Nada en esta imagen permite ubicar el lugar en el que se encuentra el jinete. La fotografía tampoco dice mucho de él; su amplio sombrero y ropa de manta es la vestimenta común de un campesino; posiblemente dentro de los estribos haya un par de huaraches, pero la pañoleta anudada al cuello y el caballo son otra cosa, indican cierta categoría del dueño. El equino de fina estampa y gran alzada, orgullo de su amo, luce hermoso y bien cuidado. No, este joven moreno, de bigote negro, no es un agricultor cualquiera. Tal vez es ya el dirigente campesino que encabezó la resistencia en contra de la expansión de las haciendas azucareras y la lucha por recuperar tierras y aguas arrebatadas al pueblo en aras de un comercio que, hacía tiempo, abastecía el mercado internacional.…

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Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 46. ¿Qué ven con asombro esos dos transeúntes?, ¿se preguntarán si es, quizá, un camión blindado?, ¿tal vez un prototipo de tanque de guerra? Usted lector ¿qué imagina? El ingenio mexicano es proverbial por su habilidad para improvisar y salir airoso al resolver, sin herramientas adecuadas, problemas mecánicos o manuales, o crear artilugios como por arte de magia. ¿Será el caso? Desde luego existe la posibilidad de que sea uno de los primeros autos blindados. Es, sin lugar a duda, un vehículo militar, aparatoso por fuera y reducido e incómodo por dentro. El 13 que luce en el costado puede indicar dos cosas: número de serie o de la suerte, misma que se necesitaría para salir airoso, con semejante armatoste, de algún enfrentamiento bélico. Sabemos que el gobierno de Victoriano Huerta negoció con una compañía italiana la compra de dos transportes…

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Darío Fritz BiCentenario En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 44. Hay fotos que gritan, otras que nos hielan o entristecen, están las que nos aburren, las que injurian, desatan una carcajada, nos cargan de nostalgia o explotan en insultos. Hay fotos como esta que destellan por el silencio. Hasta el vuelo de una mosca se escucharía allí. Tanta concentración de las muchachas, si acaso hace sonar pausado el tecleo de sus máquinas. Unas leen distantes e inexpresivas, como la del fondo que al parecer camina parsimoniosa, la de la izquierda y sentada se empalaga con el texto sobre su escritorio, otra se detiene parada a dictar con lentitud, como diciendo con su mano apoyada sobre la adolescente que no se preocupe, poco a poco saldrá todo bien, si pone esmero y paciencia. ¡Tú puedes! Y es que tampoco esa tarea mecánica se resolvía con facilidad a…

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Darío Fritz BiCentenario En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 43. ¿Cuándo habrá nacido esa inverosímil costumbre de exhibir libros a la altura de la suela de los zapatos? Podríamos imaginar mercaderes obrando en sus negocios en tiempo en que las páginas dejaron monasterios y conventos para ganar las calles. Así como vendían lecturas también ofrecerían utensilios, especias o viejos artefactos. Una parte más de sus baratijas. A la altura de las huellas cochambrosas, tenían la ventaja –y aún la tienen– de la facilidad para ponerse a salvo en pocos minutos ante eventuales peligros: de los cobradores de impuestos, los censuradores del conocimiento o las lluvias inoportunas. Si te he visto ni me acuerdo. Hay vendedores cuidadosos que los colocan sobre una manta y otros más rupestres sobre pisos de cemento o ladrillo, higienizados escoba mediante –los restos harapientos de una de ellas en la imagen son…

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Darío Fritz BiCentenario En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 41. El mecánico con sus llaves, el carnicero con sus cuchillos, el herrero con sus pinzas, el tornero con sus martillos. Con todas las herramientas a la mano nuestro hombre de la foto podría ser tomado como tal. Los utensilios sobre la mesa, las mangueras suspendidas sobre la pared al fondo, alguna tubería bajando del techo y el artefacto junto a la ventana destinado quizá a apretar algo desconocido. Hay fotos que confunden y engañan como esta. No es el caso de las clásicas luces en el cielo que algunos inspirados se figuran invasiones extraterrestres, pero el paso del tiempo y el blanco y negro ayudan a cuestionar las apariencias y lecturas. Por suerte el señor trae bata, algo arrugada y con manchas –mecánico no, podríamos conjeturar, porque ya se la hubiera acabado por completo–, y el…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm.  40. Cuánta temeridad, intrepidez, coraje, audacia, para estar allí sentada, sola, única, resuelta. Aquí estoy. Esto soy. ¿Y qué? La mirada profunda y las palmas de las manos en unión sobre la cadera son sutiles manifestaciones de una valentía contenida y cuidadosa. Y eso que la imagen no alcanza a captar quiénes podrían estar en los escritorios de enfrente. ¿Más hombres serios, confortables en su lugar, temerosos, absortos, de fina estampa, en el mejor de los casos, como los que alcanzamos a observar? Quizá otra mujer como ella para dejar testimonio de una proporcionalidad deshonesta para la época, alrededor de 1925, en que como signo de modernidad y cambio las mujeres profesionistas se integraban a las oficinas públicas. ¿Cuánta comodidad sentiría aquella mujer en medio de esa pulcritud y orden de escritorios limpios de papeles, alineados perfectamente hasta…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm.  39. Cuando yo tenía sus edades muchachas, la palabra de un hombre ante una mujer era letra escrita, ni se olvidaba ni marchitaba, simplemente se cumplía, y si alguno quitaba el dedo del renglón y se apartaba, pasaba a ocupar el puesto de los irredimibles, irrecuperables y gruñones. A sus edades las puertas de las casas estaban abiertas porque nadie se atrevería a entrar sin antes pedir permiso. Los juguetes eran de madera o hechos a mano, llegaban una vez al año y debían durar hasta el próximo día de Reyes. Teníamos un solo par de tenis que no se cambiaba hasta que la suela tuviera más de tres hoyos, y una muda de ropa era la misma para cada fiesta. Escuchar radio era obligatorio, no había otra comunicación, a excepción del cine que lo veíamos en la…

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Darío Fritz. En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 37. Ensimismada y hasta relajada, pensando en lo que fue o lo que puede llegar a ser, desentendida del presente de miradas y ubicada en el centro de atención, cargando un velo luctuoso que quizá asuma la muerte por partida doble, sola como tantas mujeres suelen quedar ante el infortunio o la valentía de sus actos, y por lo mismo incomprendidas, es una adolescente apenas, con 16 años, pero que observada por la multitud de hombres, y unas pocas mujeres, a su espalda, con admiración y temor, atracción y respeto, en la elocuencia del silencio, responde con el garbo de tantas que como ella, en diferentes épocas y lugares, dejan azorada a la audiencia. Mujeres que nunca pasaron desapercibidas ni por el destello de una mirada o la inteligencia de sus reflexiones y proezas. En aquella vista fija…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 35. Terroristas hay por todos lados. Detrás de una burka o de unos rasgos de piel oscura. De un boleto de avión que diga Teherán, Saná o Kabul, por tener un tatuaje que identifica a cualquiera con alguna tribu urbana de un barrio marginal, por el acento extranjero o la dificultad al pronunciar, por llevar tenis gastados o por el simple hecho de escribir o comentar posiciones públicas críticas. Porque no acredita una estancia legal o porque no trae tarjeta de crédito ni más pesos que los necesarios para pagarse una comida mínima y continuar con hambre. Por subirse a un bote hasta casi hundirlo con otras decenas de iguales o recorrer asfixiado un desierto a 45 grados centígrados. Por tener pasaporte de un país paria o por pasarse el alto de un semáforo. Terroristas hay por todos lados, al…

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