Archivo de la categoría: Sepia

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 52. La paradoja del migrante está en que la riqueza a la que aspira se nutre de las acechanzas de oportunistas y pendencieros, de las miradas de exclusión y la humillación de favores, los soles lapidarios y los fríos extenuantes, del peso de la esperanza cimentado sobre el infierno del pasado, de quedar anclado con un pie en cada lado. Posiblemente, poco de esa riqueza oteada sobre el firmamento llegará a disfrutar. Como esos autores que no obtienen reconocimiento en vida o los luchadores sociales a los que alguien pone punto final como si pudiera echar atrás el miedo a cambiar, el migrante o inmigrante (según dónde esté el ojo que lo vea), recogerá en hijos y nietos las ilusiones creadas sobre un tiempo desmembrado. La diáspora, el exilio, el refugio pueden ser individuales o colectivos: de los braceros de…

Leer más

Darío Fritz Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 60 ¿Quién dijo que el cambio climático es un fenómeno actual? En 1951 las lluvias torrenciales dejaban en la ciudad de México inundaciones como las de esta foto. El 15 de junio se registró “la más desastrosa” precipitación en la ciudad, enfatizaba una nota periodística. “Un lago de fango”, titularon. “Brotaba petróleo”. En la estación de bomberos se dieron por vencidos con soltura y rapidez: “muy poco lo que se puede hacer contra las inundaciones”, dijeron al día siguiente. Tamaña declaración quita hasta el aire. Dieciséis bombas extractoras de agua eran un barco en el mar para atender una ciudad de poco más de 3 000 000 de personas. A esta calle está claro no llegaron. Los rostros de sorpresa, hastío, desolación y hasta desesperanza reflejada en un par de sonrisas nerviosas, le murmuran al fotógrafo. Nadie se aparece por…

Leer más

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 51. Quizá esta foto pueda considerarse la última en la que un par de mulitas inmutables reciben los honores de agradecimiento por sus servicios. Un grupo de exaltados estudiantes –obviamente no hay mujeres– festeja su inminente retiro. Corría el 24 de noviembre de 1932 y no sólo se pensionaban ambos animales, por decirlo de alguna manera, sino también el carromato que jalaban a diario desde la estación en la calle Granada hasta la de El Carmen en el centro de la ciudad de México. Era el último tranvía tirado por mulitas que la modernidad de la época quitaba de circulación después de varias décadas de servicio –desde mediados del siglo XIX– con generoso éxito. El mismo presidente Lerdo de Tejada lo utilizó en diversas ocasiones, claro que fue en sus tiempos de relumbre, cuando los asientos lucían forros de terciopelo,…

Leer más

Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 54. Al mundo no le faltan niñas ni niños. Es una verdad de Perogrullo. En 2021 somos algo así como 7 800 millones de habitantes en el planeta. Nada más que en el primer trimestre del año nacieron unos 31 000 000 de bebés. Y aunque las tasas de nacimiento anuales han bajado de manera considerable –algo así como 26% desde que fue tomada esta imagen en la ciudad de México en 1968–, sabemos que del salto de estos números fríos a la posibilidad de satisfacer las necesidades de niñas y niños, se trata de otro cantar. A los adultos nos cuesta ver el drama en los demás. Lo resolvemos con mirar a un costado y esquivarlo. Hay fotos que hablan de esperanza, de éxitos, de la belleza o de la muerte. Pero también hay otras que duelen y desarman. Que no…

Leer más

Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 59. Podría pensarse que este señor de atildados mostachos y anteojos redondos, que León Trotsky y John Lennon popularizarían algunas décadas después de esta imagen de finales del siglo XIX, es de esos que se rodean del caos para vivir en el orden. Pilas de expedientes, libros aquí y allá, carpetas de archivo que parecieran ascender hasta el techo, papeles sueltos que intentan llegar a algún lugar, una lámpara potente para destronar la oscuridad. Y unos estantes de biblioteca deshabitados que, en sus espacios libres, más que invitar a ocuparlos, parecen cómodos con el éxodo. Quien habita en el mundo de las letras, tinteros, libros de tapas duras, páginas cocidas o plumas estilográficas tiene claro que ese es el paraíso del hombre de los cabellos rizados. Nada lo agobia en esa escenografía. La definición de intelectual le viene…

Leer más

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 55 Estos nueve hombres, en su momento, fueron parte de una revolución. La industrial puede decirse. Y es razonable. La imprenta era parte de ella. Pero digamos, más románticos, que su revolución fue la de aportar al conocimiento, la del tenue y lento recorrido por quebrantar la ignorancia. Algo hacinados en ese escaso espacio, fueron herederos de los primeros ebanistas de la impresión de tipos móviles: Juan Pablos, Antonio de Espinosa, Francisco Rivera Calderón, Zuñiga y Ontiveros, Ignacio Cumplido. Hombres como ellos resultaron perseguidos también. Hubo encarcelamiento, tortura, hoguera y muerte. De ahí que lo de revolucionario también cabe. Y todo por imprimir letras, tan sólo ideas plasmadas sobre papel. Impresores que fueron hasta el mismo Lucifer para la Inquisición. A tal punto demonizados que cuando quemaban libros creían que de las lenguas de fuego salían los gritos del diablo. ¿Qué…

Leer más

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 56. Le habrá pasado a usted en la infancia. Jugar con los brazos extendidos a rodear el árbol del patio de nuestra casa o de un parque cercano. En el Chapultepec de 1910 era parte del paisaje de cada fin de semana. Sin embargo, con el paso del tiempo, el juego perdió su candidez. Algunos creativos cubren de cemento la base de un árbol añejo y exuberante para impedir su expansión o que el agua filtre hacia sus raíces. Un día llegan los empleados de la alcaldía y quitan aquella crueldad. Parece una obra digna de aplaudir. Pero ¡oh, sorpresa!, un mes después regresan y lo talan. Un par de horas para acabar con décadas de vida. Si más saña es posible, dejan el corte a la vista, y cubren el tronco fuerte y resistente –una circunferencia del tamaño de…

Leer más

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 53. En septiembre de 1910, los organizadores de las fiestas conmemorativas del centenario de la independencia hallaron el clon de Agustín de Iturbide y su caballo oscuro, tal como las pinturas presentaron al controvertido militar originario de Valladolid. El Iturbide de la foto, más bisoño que el original –el día de la proclamación de la independencia Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu cumplía 38 años– acierta en su barba mutton chops que da esa gracia de época, aunque quizá el cabello corto militar no acusara recibo comparado con el hombre que a la cabeza de varios miles de soldados llegaba a la ciudad de México, después de meses de atravesar caminos polvorientos y bajar cerros arriba de un caballo. Uno esperaría que el líder avanzara fulgurante de felicidad por esas calles, ahora de cemento, alzando su birrete –tan bien…

Leer más

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 50. En su mirada taciturna y una parada inquieta –como si acabara de pasar por el puesto de periódicos y se dispusiera a ir al café con los amigos, pero que se encontró con el fotógrafo de la ciudad y lo puso a posar–, este hombre bien podría pasar por comerciante, hacendado o director de escuela. Estoy de paso, apúrese amigo –parece decir–, que el sol quema y no traigo este sombrero de adorno. Se lo ve relativamente joven, apenas pasados los cuarenta años. No se trata de un vecino anónimo de la colonia Roma, de la ciudad de México, si a la arquitectura de la casa a sus espaldas nos remitimos; ni tampoco de San Antonio, Texas, donde fue tomada la imagen. Aureliano Urrutia Sandoval tenía poco tiempo en esta última ciudad, un lugar al que al parecer llegó…

Leer más

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 49. ¿Madre? El bebé tiene hambre. Llora. ¿Y qué quieres que haga, si ya no tengo de dónde? ¿Y la cabra, madre? Pues no ha dado nada hoy. La pobre está como nosotras, sin pasturas y con poca agua. Así no tendremos leche. Verás que sí madre, ella nos ayudará, primero Dios, madre, agarra al bebé, madre, inténtalo, al menos que chupe algo. De poco va a servir. Al menos que ya no llore y te ayudo con la comida. ¿Cuántas papas pongo a hervir? Tres, mujer, tres, como siempre, una para cada una y la del Juancito. Ya la lumbre está alta para que pongas el agua. ¿Y qué más, madre, qué más? Pues nada más. No hay más. ¿No tenemos frijol? Fíjate en la bolsa, pero se nos ha acabado. ¿Maíz? Todavía le falta para cosecharlo. Cuando vayas…

Leer más

20/44