Archivo de la categoría: Cuento histórico

Esteban Cisneros Universidad Hebraica En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 66 Quién nos sabe, Annika, quién nos ve. Aquí estamos y aquí estaremos. Seguiremos, tenemos que vivir. Lo decía mi madre, lo decía mi padre, lo decía el rabino Natán. Nos quitaron la tierra, el patrimonio, la familia. Nos quitaron el nombre, la nacionalidad, la potestad, la libertad. Pero a nosotros no pudieron arrancarnos la vida, Annika, no a nosotros. ¿Es triunfo suficiente, Annika? ¿Qué significa que hayamos vivido hasta ahora, que hayamos tenido que ir tan lejos para lograrlo, qué sigue y qué nos toca hacer? Quién nos sabe, quién nos ve, quién con nosotros. Quién habla hoy de todos esos nombres propios que fueron fundidos por la maldad en Oświęcim ‒y por qué crueldad del destino ese lugar suena tan parecido a nuestra tradición de invitar en Sukkot, ushpizin, a quienes acogemos‒; quién habla…

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Ana Suárez Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 65  Un destino de traiciones pagado con el infierno de la distancia y la pobreza Manuel Domínguez se pasa las tardes mirando al mar, mientras suspira por su tierra natal, por todo aquello de que carece Nueva Orleans, sin dejar de preguntarse si lo que hizo valió la pena ya que no puede volver y, para colmo, sigue en la pobreza de la que, al final, no logró escapar. Fue la pobreza la que lo obligó a sobrevivir como pudo y lo convirtió en el Chato, el bandolero dueño de los caminos entre Veracruz y la capital, asaltante de diligencias y terror de los dueños de recuas. Así se las arregló por muchos años y así habría continuado muchos más, de no ser por la guerra con Estados Unidos. Esa guerra dio un giro drástico a…

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Lorena Careaga Universidad del Caribe En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 61  Después de un año de recorrer México, el botánico austríaco Carl Bartholomeus Heller llega a Campeche en noviembre de 1846. Un ruido lo sacó de su profundo sueño. La luna llena se colaba por la ventana y soplaba una brisa tenue proveniente del mar. No bien había cerrado de nuevo los ojos, cuando sonó un golpe seco seguido de un forcejeo. Heller, ahora completamente alerta, saltó de la cama. No necesitó encender el quinqué que reposaba en su mesilla de noche; la claridad lunar hacía evidente que una boa americana, de doce pies de largo, se debatía furiosa en el canasto que la encerraba y estaba haciendo todo lo posible por salir de su cautiverio. En un rincón de la habitación se amontonaban los objetos coleccionados: plantas, conchas, pieles de animales y plumajes; en…

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Verónica Zárate Toscano Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 64. La mamá avienta los quelites al cielo. Su hija insiste en convencerla para asistir al entretenimiento al que sólo la clase alta tiene acceso. Un comensal con algo de influencias hará que el sueño de la muchacha no termine allí. María caminaba tranquila una mañana por los callejones del Parián cuando tropezó con una bola de gente arremolinada frente a un pedazo de papel pegado en la pared. Se escabulló como pudo para enterarse de lo que comentaban y, una vez informada, echó a correr. No lejos de ahí, el grabador francés Jean Louis Prélier (aunque en realidad su apellido era Dudoille pero había tomado el de su esposa que tenía más renombre), realizaba un experimento. Había traído con él un voluminoso aparato que dio por llamarse “cámara de daguerrotipos”. Fijada sobre un tripié, la…

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Eduardo Celaya Díaz Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 63. Pan dulce, azúcares, el clavel y un gato huidizo. El amor puede llegar demasiado tarde. Personajes Doña Martina Don Eladio ACTO ÚNICO Escena única Ciudad de México, 1941. Una salita decorada con cierto gusto anticuado: platos en la pared, figuritas de porcelana, carpetitas tejidas debajo de cada uno de los adornos. Cuadros y fotografías de familiares repartidos por cada superficie en un bello tono sepia. Una mesa con dos sillas con descansabrazos, carpetitas sobre ellos también. Algunos álbumes de fotos en las repisas de los libreros; la pintura de un gato, colgada en la pared, domina la escena. Por toda la habitación pueden verse platones tapados con cubiertas de cristal, su interior no es claro. Doña Martina, de unos 55 años, vestida con un pequeñísimo delantal viejo y una pañoleta en la cabeza, hace la…

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Ernesto A Turrent Márquez En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 62. Puntualmente a las cuatro de la madrugada, se levantó, se fue a asear y tomó su ropa de la silla de madera. Su esposa ya tenía listo su itacate, la abrazó y se dispuso a iniciar una jornada más de trabajo. Estaba orgulloso de su parcela: cuarenta hectáreas, parte sembrada de maíz, otro tanto de potrero con ganado. Logro de la revolución, de los ideales de Emiliano Zapata. Subió a su caballo después de despedirse de su familia y se perdió en la noche. “Mi buen amigo Matanche, tu mesmo sabes lo que amamos a esta tierra, los chilpayates que ahora son letrados queren que la venda, para que nos mudemos a la capital, eso no va a pasar, mi amigo”. El equino pinto relinchó como si supiera lo que su dueño le decía. Pensó…

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Iván LópezgalloInstituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 48 “Me viene la conformidad luego que recuerdo que murió por su patria”. Sra. Ignacia Martínez de Valle.   Dicen que cuando vamos a morir pasa toda nuestra existencia frente a nosotros. ¿Habrá sido así contigo? Cuando te dijeron que te quedaba media hora de vida, ¿qué fue lo que hiciste? Sabemos que preguntaste quién ordenó tu ejecución. Y que cuando te respondieron que Márquez, aquel reaccionario mocho y santurrón que lo mismo se daba golpes de pecho que mandaba matar a sus prisioneros, agregaste sereno: —Hace bien, yo no le hubiera dado ni tres minutos. Y descendiste de tu caballo San Pedro, un vigoroso alazán tostado, para luego pedirles pluma y papel. —Deseo escribir a mi familia —le explicaste al jefe de los cangrejos. ¿En qué pensaste mientras esperabas? ¿En tu mamá, doña Ignacia? ¿En Luisa…

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Arturo Garmendia En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm.  42. Recuerdo, recordemos. Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca. Rosario Castellanos. Memorial de Tlatelolco. -Ya me voy, madrecita. Deme su bendición. Sabía que sería inútil tratar de impedir su partida. Resignada, trazó en el aire la señal de la cruz y le dio a besar sus dedos entrecruzados. La primera vez que regresó su hijo cubierto de sangre porque le habían roto la nariz se alarmó, y casi no dio crédito a que el percance había ocurrido en una trifulca estudiantil disuelta a macanazos por los granaderos. Luego, a él se le hizo costumbre asistir a las manifestaciones y ya no le pasó nada. No obstante, al oír que Rafael iría a una brigada, el corazón le daba un vuelco. Una vez que se quedó sola siguió planchando, empeñada en desarrugar el uniforme verde oliva,…

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Iván López Gallo Instituto Mora Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 58. En una calle dos hombres se trenzan a golpes y bastonazos. Uno quiere justicia por el pasado siniestro del otro. Obediencia jerárquica alega. La impunidad no reconoce rostros. En otras circunstancias sería divertido ver golpearse en la calle a dos ancianos bien vestidos. O más bien, ver que uno de ellos insulta y tunde al otro a bastonazos con todas sus fuerzas, mientras el agredido, pequeño y delgado, trata de cubrirse como Dios le da a entender. –¡Carnicero infeliz! –grita el agresor–, ¡te voy a matar! Y el otro no sabe si correr, arrebatarle el bastón o proteger su cabeza, pues entiende que un golpe contundente podría enviarlo al suelo y dejarlo a merced de su atacante. –¡Desgraciado! –grita de nuevo el energúmeno, mientras la chusma reunida en torno al inesperado espectáculo sonríe y cuchichea. –A…

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Ana Esther Urquizo En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 57. Opresión. Pérdidas. Dolor. Reconstrucción. Vivir el destierro. Sólo en aquel momento tuve conciencia de cuán largos y devastadores eran los años del exilio. Y no solo para los que nos fuimos, como lo creía hasta entonces, sino también para ellos: los que se quedaron.Gabriel García Márquez. El escenario es Haití bajo el régimen dictatorial de François Duvalier. La mujer protagonista de esta historia es una maestra gallarda y valiente, de piel mulata, ojos de esmeralda, labios delineados, cintura definida, caderas anchas y corazón de algodón. Hermana menor de tres mujeres alegres, hija de padres opositores a la represión política de la época. Su nombre es Chloé, su apellido es Lelong y su desgracia fue sufrir el régimen de terror impuesto por la policía secreta y milicia personal del dictador: los temidos Tonton-Macoutes. Su familia, catalogada como…

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