Archivo de la etiqueta: Félix María Calleja

Joaquín Espinosa Facultad de Filosofía y Letras, UNAM En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm.  39. Hacia 1813, el virreinato de Nueva España era “un cadáver político”, para el general brigadier Félix María Calleja, y el ejército, principal sostén de la defensa de la constitución de Cádiz y de la paz, estaba “desnudo, mal armado y en la miseria”. Desde que asumió ese año el virreinato se dedicó a organizar las fuerzas militares apoyada en su experiencia, popularidad y lazos políticos. Al cabo de dos años y medio de reacomodos, la situación política y militar parecía controlada después del apresamiento y muerte de José María Morelos. La guerra de Independencia provocó que Nueva España atravesara por un sinnúmero de cambios, reacomodos y mutaciones drásticas, que afectaron la minería, el comercio y la agricultura, modificaron a la economía y a la sociedad en general. Además, el gobierno varió…

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Revista BiCentenario # 18 Guadalupe Villa y Laura Suárez de la Torre / Instituto Mora José María Morelos y Pavón era, en 1812, el dolor de cabeza de las autoridades peninsulares. La muerte de Miguel Hidalgo el año anterior había enardecido más la guerra contra las huestes insurgentes, con Morelos al frente. El orden en sus tropas, la táctica militar bien llevada, las victorias continuas hicieron que el virrey designara al destacado militar Félix María Calleja como su perseguidor. Fue así que éste se concentró en él y su ejército como únicos objetivos. Siguió sus pasos, estudió sus movimientos, le dedicó tiempo y cuando Morelos y sus hombres se asentaron en Cuautla, decidió enfrentarlos. Los sitió, los obligó durante 72 días a vivir entre la muerte, el hambre y el sufrimiento, del 19 de febrero al 1° de mayo de 1812. Los dos jefes, el insurgente y el realista, pusieron en…

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Revista Bicentenario # 18 Antonio Omar Arriaga Téllez / Facultad de Filosofía y Letras, UNAM El camino que lleva a Veracruz vio pasar en 1815 el carruaje de un prisionero, acusado de será adicto a la insurgencia, tener relaciones con los insurrectos y no apoyar a la Corona española, entre otros. En el puerto tomaría el barco que lo conduciría a España, al exilio. Como las acusaciones en su contra resultaban insuficientes para desterrarlo al otro lado del Atlántico, Félix María Calleja se había valido de una vieja ley que asentaba que con base en su propio juicio, el virrey podía determinar la culpabilidad de un acusado. El hombre que viajaba en ese carruaje no era un campesino que se hubiera levantado en armas, ni uno de los caudillos líderes de la revuelta insurgente, ni siquiera uno de los guerrilleros que proliferaban en la Nueva España. Más bien era un abogado…

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