El exilio de un villista en Estados Unidos
Ignacio Emerio Anaya MinjarezUniversidad Iberoamericana Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 54. El mayor de caballería Antonio Ochoa Insunza optó por el exilio en Arizona a los 23 años, luego de la derrota de las fuerzas villistas en Agua Prieta (1915). Allí trabajó como obrero minero y supo de la discriminación, la vigilancia y los peligros de la persecución por ser un militar enfrentado al carrancismo. En México, la segunda década del siglo XX estuvo marcada por una lucha política y social en todo el territorio: la revolución mexicana. Como en cualquier contienda, hubo ganadores y perdedores durante las distintas fases del conflicto. Estos últimos los podemos dividir en distintas facciones, como porfiristas, maderistas, huertistas, villistas, etc. Una característica que compartieron dichos grupos, con sus respectivas variaciones, fue el exilio hacia distintos países, siendo uno de ellos Estados Unidos. Desde los inicios de la revolución, a la medida…
Las fiestas del Rey Momo en la Mérida porfiriana
Marisa Pérez DomínguezInstituto Mora Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 54. En pleno auge de la exportación de la fibra del henequén, la capital yucateca se vestía de gala a fines del siglo XIX para festejar el carnaval y dar muestra de una sociedad opulenta. Entre bailes, disfraces y alegría, se trataba de integrar a toda la sociedad, a pesar de la fragmentación, producto de desigualdades sociales, económicas y raciales. Durante el régimen porfirista, el carnaval fue una de las manifestaciones festivas por excelencia en Yucatán, particularmente en Mérida. Durante este periodo, la figura central siempre fue el Rey Momo, personaje de la mitología griega que representa el sarcasmo, la ironía y la burla. Su fama fue tal, que la prensa nacional y local de la época comparó y equiparó estas festividades con las carnestolendas de la ciudad de México, París, Niza y Nueva Orleans, por lo que…
Charros y Jockeys. Encuentro de dos mundos
Faustino A. Aquino SánchezMuseo Nacional de las Intervenciones Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 54. La tradición campirana de la charrería tuvo su conquista urbana en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se instaló en la ciudad de México y tuvo su principal centro de exhibición en Canal de la Viga y el pueblo de Santa Anita. La posterior incorporación entre los sectores acaudalados de la tradición inglesa de las carreras de caballos pura sangre generó reticencias y recelos. Es un lugar común decir que las actividades ecuestres y vaqueriles mexicanas, que en conjunto conocemos como charrería, comenzaron a ser consideradas como un deporte de exhibición hasta después de la revolución mexicana, cuando las grandes haciendas ganaderas desaparecieron y la creciente urbanización obligó a que fuesen trasladadas del campo a la ciudad para ser practicadas en lo que hoy conocemos como lienzo charro. Tal idea ignora varias…
Correo del Lector #54
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 54. Comentarios en el muro de Facebook Tuve la oportunidad de revisar el número 52 de BiCentenario. Quisiera felicitar a los colegas que han contribuido en él, así como a todo el equipo por su excelente trabajo. María Teresa Remartínez Pasadas las elecciones, las mujeres deben fortalecer sus derechos, sobre todo su voto, el cual, como dice en “Los cimientos del voto femenino”, costó obtener. Margarita Romero Vale la pena leer “Claves para legitimar el traje de charro” (BiCentenario núm. 35). Sobre ese tema, deben recomendarse las novelas Astucia, de Luis G. Inclán, y El Zarco, de Ignacio Manuel Altamirano, las cuales muestran muy bien que no todo el que viste de ranchero y monta a caballo es charro. Iván Reynaldo Silva Ramírez POR AMOR A LA HISTORIA Deseosas de difundir la historia de Tampico, hace varios años, alrededor…
Editorial #54
Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 54. El segundo centenario de la consumación de la independencia del país se presagia gélido e intrascendente. La distancia temporal, la agitación del presente, la corrosiva conmoción de una pandemia sin atenuantes a mediano plazo, ilustran un panorama reacio a las conmemoraciones. Los números redondos suelen ser una buena excusa tanto para celebrar como para repensar, tañer las campanas o revisar aquello que fue, romper el cochinito para empalagarnos de fastuosidad o reescribir una historia que el tiempo permite escrutar con otros ojos. En BiCentenario nos propusimos analizar cómo fue aquella gesta final de un proceso que llevó poco más de una década, tan incruenta como expeditiva desde el momento en que nace el Plan de Iguala. Y también sorpresiva en el liderazgo: un militar realista que combatió a los insurgentes y que de pronto se vuelca por la causa contra…