Los pasos de Fabela
Isidro Fabela es uno de los intelectuales más importantes de la Revolución mexicana. Su participación al lado de las fuerzas constitucionalistas en Coahuila y Sonora en 1913 y su intervención como encargado de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Venustiano Carranza durante la invasión estadunidense a Veracruz en 1914, sus múltiples gestiones como diplomático en Europa y América del Sur durante el gobierno del mismo don Venustiano y como representante de México ante la Liga de las Naciones en administraciones posteriores lo convirtieron en uno de los artífices del nacionalismo revolucionario que dio cauce institucional a la violencia de la gesta armada así como el sentido histórico de ser parte de uno de los más importantes imaginarios políticos y culturales del siglo XX.
A lo largo de varios decenios, don Isidro representó con gran dignidad y decoro a un discreto país latinoamericano capaz de enfrentar por la vía diplomática a varias de las grandes potencias de la época, desde Estados Unidos con Woodrow Wilson hasta Alemania con Adolfo Hitler, pasando por la Italia de Benito Mussolini y la España de Franco.
Isidro Fabela hizo a lo largo de su vida varios diagnósticos de la Revolución. Primero en diversas crónicas, luego en una historia diplomática, más tarde en sus memorias, describió con lujo de detalles su participación al lado de personajes como Abraham González, José Maytorena, Álvaro Obregón, Manuel Diéguez, Cándido Aguilar, Eduardo Hay y muchos otros, siempre bajo la rígida de Carranza, el Primer Jefe, líder indiscutible a quien prodigó una lealtad a toda prueba. En todo momento argumentó su preocupación por documentar los hechos y así poder escribir narrativas verosímiles, capaces de dar cuenta de una realidad tan compleja como la que sin duda fue el levantamiento armado con sus distintos profetas, desde los hombres fuertes del norte del país hasta los caudillos del sur, todos convertidos en poco tiempo en personajes de leyenda.
Su sobrevivencia a todos los jefes revolucionarios y su posterior intervención como diplomático en varios gobiernos emanados de la gesta armada le dieron la distancia precisa para aquilatar el valor de su archivo de documentos y fotografías y vislumbrar la necesidad de apoyar su testimonio personal en ellos, para dotarlo de cierta objetividad y verosimilitud.
La colección fotográfica
Una faceta poco conocida de don Isidro es la de coleccionista de fotografías de la Revolución. No formó una crónica visual que pretenda sustentar todos los hechos en forma global o exhaustiva, sino que, por el contrario, es el registro personal de una trayectoria política y militar al lado de Carranza en los años álgidos del levantamiento contra Victoriano Huerta. Una visión tan acotada y precisa resulta todo menos obra de la casualidad. Por el contrario, es un indicador de su participación, toda vez que, a la usanza de los diarios íntimos, su presencia gravita en una buena suma de fotografías.
La colección fotográfica de nuestro personaje consta de cerca de 1,000 imágenes que comienzan con su arribo en 1913 al ejército revolucionario dirigido por Pablo González y Jesís Carranza en Coahuila e incluyen su incorporación posterior a las fuerzas constitucionalistas en Sonora, una parte significativa de la campañía del Pacífico, con la caída de Mazatlán y la apertura consecuente del camino a la ciudad de México para Álvaro Obregón, la devolución del puerto de Veracruz por los ocupantes estadounidenses y la gira triunfal de Venustiano Carranza por el interior del país a fines de 1915 e inicios de 1916.
Una ruta como ésta contiene omisiones importantes que deben ser vistas como parte del conflicto que surgió entre las distintas fracciones revolucionarias. De tal modo, el énfasis en don Venustiano y algunos de sus oficiales contrasta con el vacío existente en torno a las figuras de Francisco Villa y Emiliano Zapata. La disputa del constitucionalismo con estos dos jefes halla viva expresión en el acervo fotográfico de Fabela.
A pesar de las ausencias, la diversidad de firmas que aparecen en el acervo, que van de José María Chávez en Piedras Negras a W. Roberts y Alberto Lohn en Culiacán, pasando por los itinerarios regionales de Jesús H. Avitia y los Hermanos Mendoza, permite asomarse a la compleja representación iconográfica de la Revolución mexicana que, durante décadas, pretendió reducirse a la visión monolítica de la memoria oficial y su expresión emblemática a través de la firma única de Agustín Víctor Casasola.
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