Cristóbal Alfonso Sánchez Ulloa
Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, UNAM
Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 51.
El primer Circo Teatro Renacimiento tuvo una corta pero atractiva vida desde su inauguración en 1907 y hasta el fatal incendio que lo destruyó en 1910. Construido con materiales trasladados desde Estados Unidos, albergó espectáculo para todos los públicos campechanos: el circense y el taurino, el teatro y hasta los primeros destellos del cine.
El paquebot Rita Kue salió de Mobile, Alabama, con una gran carga de madera. Tras una larga travesía por el Golfo de México, llegó al puerto de Campeche a mediados de junio de 1906. Inmediatamente, y con una gran ilusión, el maderamen fue trasladado del muelle al barrio de San Francisco. Se le auguraba una larga vida; pero no fue así: cuatro años y diez meses después, la madrugada del 5 de diciembre de 1910, se convirtió en cenizas.
Antes de correr esa suerte, casi ineludible a su naturaleza, la madera que Rita Kue llevó a Campeche le dio forma al primer Circo Teatro Renacimiento, un edificio en el cual artistas, empresarios y hasta políticos provocaron diversas emociones entre quienes concurrieron.
La llegada del material para construir el Circo Teatro Renacimiento y el inicio de las obras en 1906 se anunciaron con entusiasmo en la ciudad. El nuevo escenario generaba expectativa, aunque no faltaban sitios de entretenimiento. En la parte amurallada de la urbe se encontraba el elegante teatro Francisco de Paula y Toro (conocido como Teatro Toro), donde concurrían los sectores mejor acomodados a presenciar espectáculos o a participar en bailes. Y en los barrios de “extramuros” había sitios como el salón-teatro La Japonesa (después llamado Salón-Teatro Campechano), en San Román, donde se reunía un público más diverso. En San Francisco, en el solar donde se construiría el Circo Teatro, se celebraban corridas de toros y se presentaban compañías de circo. A todo ello se sumaban los locales de diversiones provisionales, que se alzaban durante las fiestas patronales en distintos rumbos de la ciudad y sus alrededores.
Así, los campechanos no carecían de lugares ni de ocasiones para divertirse. Sin embargo, para todos aquellos que no podían concurrir al Teatro Toro (la mayoría de los pobladores), estos espacios y oportunidades eran pequeños o temporales. El Renacimiento, en cambio, sería un edificio permanente y de grandes dimensiones, al cual podrían concurrir distintos sectores de la población. Además, como su mismo nombre lo indicaba, no se restringiría a los espectáculos teatrales; también se pensaba para diversiones como el circo o las corridas de toros.
El Circo Teatro Renacimiento se inauguró el 3 de febrero de 1907, dotando a la ciudad de un original edificio de forma octagonal que, además, contaba con su propio alumbrado eléctrico (algo novedoso para la época). Su escenario albergó varios espectáculos, los cuales reflejaron tanto los cambios como las continuidades en las costumbres, en la sociedad y en la política de Campeche y de México en general.
Saltos mortales y señoritas toreras
El arte circense fue uno de los espectáculos que pudieron disfrutarse en el Renacimiento. A finales de diciembre de 1907, el Circo Pubillones, de Cuba, se presentó allí, como parte de una gira que realizó en México hasta 1908. La compañía ofreció funciones diarias, a veces en la tarde y en la noche, y en muchas de ellas las entradas se agotaron.
El circo causó gran interés dado que los pobladores no tenían muchas oportunidades para presenciar ese tipo de entretenimientos. Los campechanos admiraron actos como los “perros rusos”, el “trompo humano”, el de “Geraldine” en sus ejercicios de tiro al blanco, los elefantes amaestrados, la troupe Castillón de acróbatas ecuestres y el acto principal, en el que “Mademoiselle Bergerat” dio un doble salto mortal sobre un automóvil en movimiento. Al público le fascinaron, sobre todo, las acrobacias ecuestres y el “automóvil aéreo”.
Tal fue el entusiasmo que, según el periódico La Intervención, hubo personas de escasos recursos que empeñaron “sus modestas alhajas” para poder comprar las entradas. Los redactores del periódico criticaron este hecho, porque no creían que el circo mereciera que los pobladores hicieran sacrificios económicos, sobre todo en un momento en el que la situación no era sencilla. Para otros, sin embargo, en una época difícil, esos extraordinarios espectáculos eran una oportunidad para distraerse y obtener momentos de alegría.
Algo similar puede decirse de los toros, que también eran criticados por algunos intelectuales (por considerarla una diversión “bárbara”) y que igualmente tuvieron lugar en el Circo Teatro Renacimiento. La planta octagonal del edificio permitía armar un ruedo. Y los espectadores, acomodados en los palcos y galerías, y con la comodidad de estar bajo techo, podían disfrutar de las corridas en una estructura más firme que las plazas temporales.
El domingo 16 de febrero de 1908 se efectuó “La gran corrida de toros por las señoritas toreras”. Esta cuadrilla la formó el matador Manuel Moreno Bravo, y se presentó en distintos sitios del país: desde los estados norteños de Chihuahua y Nuevo León, hasta la península de Yucatán.
El espectáculo estuvo concurrido, seguramente por el gran interés que generó admirar a mujeres en un oficio que comúnmente desempeñaban varones. La buena entrada llevó a la empresa a organizar una corrida más, antes de que las toreras y Moreno Bravo siguieran su trashumancia, con el original detalle de que fue nocturna. La iluminación eléctrica del recinto permitía estas novedades que, además, ayudaban a los espectadores y a los protagonistas del espectáculo a librarse del calor diurno.
Compañías de aficionados
Los espectáculos teatrales fueron también, por supuesto, parte de la vida del Circo Teatro Renacimiento. Al principio, la estructura del sitio generó dudas sobre la acústica. Fue hasta octubre de 1907, después de las primeras representaciones teatrales, cuando se comprobó que el sonido no se disipaba. También fue entonces cuando se arreglaron ciertos desperfectos en el alumbrado eléctrico, que interrumpieron los primeros espectáculos; y cuando los empresarios añadieron elementos como decoraciones y un piano alemán. Con todo ello, esperaban demostrar que el recinto igualaba en calidad al Teatro Toro y a otros escenarios del país.
Pero el Renacimiento no era, sin embargo, el escenario predilecto por las agrupaciones profesionales de teatro y zarzuela que visitaban Campeche. La compañía dramática española de Francisco Ortega de Quintana, por ejemplo, probó suerte ahí en enero de 1908, después de unas funciones poco exitosas en el Teatro Toro. No le fue mejor, sin embargo, ya que la función se suspendió por falta de público, algo que lamentaron los redactores de La Intervención, para quienes pocas veces se tenía un espectáculo de esas características en Campeche.
Las compañías de aficionados, que encontraron en el Circo Teatro un escenario propicio para debutar y desarrollarse, tuvieron mejor suerte. En la cuaresma de 1908, la Compañía Juvenil Campechana escenificó el drama religioso La Pasión de Jesús o El redentor del mundo, de Emilio Mozo de Rosales, que fue anunciada con mucha anticipación. En la primera función, el domingo 5 de abril, hubo inconvenientes y la orquesta no ejecutó bien la música; pero, en las siguientes, todo salió mejor. Para la Pascua, la compañía completó la obra con el cuadro de “La Resurrección”, que omitió en las primeras representaciones y que el público solicitó.
En diciembre de 1908, otra compañía juvenil, pero de zarzuela, también debutó ahí con buena acogida. Escenificó las obras Chin-chun-chan, El mentir de las estrellas y San Juan de Luz.
Lo cierto, sin embargo, es que el teatro no fue el fuerte del Renacimiento. Lo que más espectadores atrajo –y de distintos sectores sociales– fue el espectáculo que surgió en el paso de un siglo al otro: el cinematógrafo.
El cine
El cinematógrafo llegó a Campeche antes de la construcción del Circo Teatro Renacimiento, pero en este escenario aumentó su popularidad. Permitió a los espectadores admirar vistas en movimiento de lugares del mundo, conocer noticias y personajes de distintos sitios y disfrutar de las escenas representadas en las primeras películas de la historia.
Desde finales de 1907 y hasta 1910, distintas empresas presentaron en el Renacimiento las imágenes que tenían y las que recibían cada cierto tiempo. A veces, en cuanto una terminaba su temporada, otra tomaba su lugar. Por ejemplo, en noviembre de 1907, al concluir las funciones de la empresa “V. Galindo”, el “Sr. Jorge Juan” ocupó el recinto con su cinematógrafo parlante “Gaumont” (quizá un cronófono o un cronomegáfono, aparatos que sincronizaban sonido con imagen), algo que pocas personas en América conocían.
La empresa dio funciones del 7 al 24 de noviembre y, aunque al inicio no tuvo muchos espectadores, una vez que bajó los precios y que se corrió la voz sobre lo llamativo del espectáculo, el Circo Teatro disfrutó de muy buenas entradas; tanto así, que varias noches se vendieron los 21 palcos, las 500 lunetas y las 1 500 galerías del recinto. El domingo 17 de noviembre las entradas se agotaron. Al terminar la función, los tranvías que iban de la plazuela de San Francisco al centro de la ciudad y los coches de alquiler no se dieron abasto. En otra función, la policía tuvo que intervenir para calmar los ánimos de una parte del público que exigía la repetición de unas vistas. Probablemente, esta fue una de las temporadas más animadas en la corta vida del primer Circo Teatro Renacimiento, motivada por la presentación de un espectáculo completamente novedoso para la ciudad.
En los siguientes años, las temporadas de cinematógrafo −silente y parlante− siguieron atrayendo al público, que disfrutó de Ladrona de alhajas, La mujer del luchador, En casa del dentista y El Tenorio (quizá la obra de Salvador Toscano), entre muchas otras.
De vez en cuando había inconvenientes. Algunas noches, por ejemplo, la corriente eléctrica se interrumpía, afectando las funciones o suspendiéndolas. También, si los empresarios no contaban con una buena cantidad de vistas, debían repetirlas, restando con ello interés al espectáculo. Para sortear esto, algunos recurrían a incentivos, como funciones “de moda”, en las que las “señoritas” que fueran acompañadas por un varón entraban gratis; o la rifa de monedas de oro entre el público. Muchas funciones de cinematógrafo, sobre todo las que no eran “parlantes”, incluían actos para compensar que el tiempo que duraban las proyecciones era corto, como bailes y sainetes. En ocasiones, el cinematógrafo complementó otros actos, como los de Paula Sherman y Tic-Tac, bailarines de la American Amusement Company, en junio de 1908; o el de la “lucha” entre el “atleta Bull-Dog” y el acróbata Ramón Pineda, en enero de 1910 (que resultó un chasco, ya que no fue una lucha como tal, por lo cual la empresa ofreció devolver el dinero de las entradas).
Los espectáculos cinematográficos fueron los que mayor presencia tuvieron en el Circo Teatro. Un indicativo del cambio que se comenzaba a dar a principios del siglo XX, en el que el cine se convirtió en la principal forma de entretenimiento. Pero en el Renacimiento no solamente se expresaron los cambios culturales, también lo hicieron los políticos.
Reeleccionismo y antirreeleccionismo
A finales de junio de 1909, Francisco I. Madero y Félix F. Palavicini, vicepresidente y secretario del Centro Antirreeleccionista de México, respectivamente, visitaron Campeche. La noche del miércoles 30 de junio realizaron un mitin en el Circo Teatro Renacimiento, al que asistió un buen número de personas. Según El Padre Clarencio,un periódico antirreeleccionista, a pesar de que el evento fue obstaculizado por el gobierno del estado y de que corrió el rumor de que la reunión terminaría trágicamente, todos los palcos, parte de las gradas y la totalidad de las lunetas se ocuparon. Entre los entusiastas se encontraban jóvenes como Manuel Castilla Brito, Urbano Espinosa, Joaquín Mucel, Calixto Maldonado y Tarquino Cárdenas, quienes poco después formaron el club antirreeleccionista local y desempeñaron un papel importante en la revolución. Madero habló al público sobre lo que implicaba el antirreeleccionismo y sintetizó los argumentos de su obra La sucesión presidencial en 1910. Al terminar la reunión, según refirió el mismo periódico, la “concurrencia desalojó el local vitoreando a los ilustrados viajeros, a la libertad a la patria y la antirreelección”.
Cuatro meses después, el jueves 28 de octubre, se celebró otro mitin ahí mismo, pero esta vez reeleccionista, para apoyar la candidatura de Porfirio Díaz y Ramón Corral. La concurrencia fue escasa, debido, según el periódico porfirista El Amigo del Pueblo, a las diferencias que había dentro de la clase gobernante local. Pero también debió influir la transformación política que se gestaba y el crecimiento del antirreeleccionismo en Campeche.
Cenizas y reconstrucción
La madrugada del 5 de diciembre de 1910, el Circo Teatro Renacimiento se incendió, terminando así su corta pero emocionante vida. Sobre sus cenizas se construyó otro escenario, con el nombre de Nuevo Circo Teatro Renacimiento (que aún permanece en pie). Del edificio de madera, que cambió el paisaje de la ciudad portuaria a inicios del siglo XX, quedaron sólo algunos vestigios, como los testimonios escritos de la época. Son ellos los que nos permiten saber que ahí confluyeron diversiones, expresiones culturales e ideologías diferentes; y que en todo ello se notaron algunas de las transformaciones que la sociedad campechana experimentó al final del porfiriato.
PARA SABER MÁS
- Leal, Juan Felipe, Exhibiciones en la provincia. Anales del cine en México, 1895-1911. Vol. 17: 1908: Tercera parte, México, Juan Pablos/UNAM/Voyeur, 2019.
- San Martín, Iván y Roberta Vasallo, “El acrobático renacer del Nuevo Circo Teatro Renacimiento”, Bitácora Arquitectura, 2011, en <https://cutt.ly/Ngdjzvi>
- Saucedo Villegas, Juan Carlos, El Nuevo Circo Teatro Renacimiento, Campeche, Gobierno del Estado de Campeche/Instituto de Cultura de Campeche, 2006.
- Museo Virtual de Aparatos Cinematográficos (MUVAC) de la Filmoteca de la UNAM, en <https://www.museovirtual.filmoteca.unam.mx/>