Palomar y Vizcarra, un obispo comprometido

Palomar y Vizcarra, un obispo comprometido

Entrevista realizada por Alicia Olivera
Presentada por Ilse María Escobar Hoffman

Revista BiCentenario #17

El general cristerio Enrique Gorostieza

Es innegable que el ideario social de los militantes católicos mexicanos de principios del siglo XX estuvo presente en los movimientos y propuestas que contribuyeron al derrocamiento del régimen porfiriano y también, posteriormente, a la construcción del nuevo proyecto de nación. La historia oficial ha desdeñado la participación de este sector en las transformaciones que han beneficiado a nuestro país porque confronta la ideología imperante. Sobre esta consideración, la entrevista a Miguel Palomar y Vizcarra (1880-1968) rescata una voz representativa de los católicos convencidos de su responsabilidad colectiva y nos ofrece un enfoque distinto y complementario que equilibra el análisis de los acontecimientos del México moderno y contemporáneo.

La historiografía del catolicismo en nuestro país es relativamente reciente. Ha dado a conocer la injerencia de los católicos en hechos históricos relevantes y distinguido una variedad de posturas y reacciones entre sus filas. Nuestro entrevistado es el gran ideólogo del catolicismo social de principios del siglo XX en México. Esta corriente de pensamiento procedía de todo un proceso ideológico de la iglesia católica en respuesta a los avances de secularización de los estados modernos, a las contradicciones del sistema capitalista de producción y al desarrollo de las tendencias socialistas, concretada en la publicación de la encíclica Rerum Novarum del pontífice León XIII en 1891.

La postura de Palomar y Vizcarra se identifica con la de los católicos sociales de vanguardia, tanto laicos como sacerdotes, que se adhirieron al programa social propuesto por este papa (superación de las clases obrera y campesina, estímulo a la juventud, impulso a la educación cristiana y participación política) y lograron una relevante organización traducida en congresos nacionales, uniones obreras, asociaciones, actividades parroquiales y partidos políticos. Preocupado por la desigualdad social del régimen liberal, se mostró inconforme en cumplir con un culto religioso solo exterior y formalista, convencido de que los católicos estaban llamados, por voluntad de Dios, a la construcción de una sociedad más justa, de la cual todos resultaban responsables. Sus convicciones religiosas y su formación ideológica en dicha doctrina lo motivaron a participar incansable en los organismos que emanaron de ella en México. Este movimiento social católico tuvo que hacer frente a los cambios drásticos que surgieron en el país a principios del siglo XX: la caducidad del Porfiriato, la apertura democrática de Madero, la convulsión provocada por la usurpación de Huerta y el proyecto de nación de las facciones revolucionarias que finalmente alcanzaron el poder. Cada episodio significó para los católicos activos una constante reorganización y ajuste de su movimiento a las circunstancias anticlericales que definieron el inicio del siglo en México.

Miguel Palomar nació y estudió en Guadalajara; sus primeros estudios los llevó a cabo en el colegio laico Liceo de Varones y después ingresó a la Escuela Oficial de Jurisprudencia, instituida y dirigida por católicos conservadores donde se recibió de abogado en 1903 después de sustentar la tesis titulada “El Divorcio”. Inició la profesión en el bufete de su tío Francisco García Sancho y adquirió prestigio por sus sólidos conocimientos y favorables relaciones sociales. Logró la estimación de algunos funcionarios judiciales, situación que le permitió ser nombrado juez y más tarde magistrado.

La diócesis de Guadalajara presentaba una sólida organización eclesial, disponía de abundantes recursos económicos y contaba con un considerable número de sacerdotes, lo cual le favorecía emprender un ambicioso programa social y apuntalar su autoridad. Esta circunstancia y su propia formación familiar, estimularon al joven Palomar a ser parte activa de los proyectos propuestos por los arzobispos de su entidad: José de Jesús Ortiz, promotor de múltiples iniciativas sociales, y su sucesor, Francisco Orozco y Jiménez, considerado uno de los obispos más emblemáticos en la ejecución de la doctrina de la Rerum Novarum. Asimismo mantuvo una estrecha relación con jesuitas destacados en el movimiento social católico.

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