Christine Rousset
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 40.
La revolución que acabaría con el régimen porfirista tuvo abundantes casos heroicos. Uno de ellos, y aún desconocido, es el de los cinco hermanos de origen francés que apoyaron a sus vecinos los Serdán Alatriste, en Puebla, en la lucha antirreeleccionista, y que luego de exiliarse por un corto tiempo. salvaron a Francisco I. Madero de una primera conspiración y se unieron a los ideales de Emiliano Zapata y la causa constitucionalista.
Si hay unos hermanos famosos y reconocidos como mártires y próceres de la revolución en la ciudad de Puebla son los Serdán Alatriste. Pero existe otra fratria cuya historia bien merece ser conocida: los hermanos Rousset Montoya: Filomena, Rafael, Guillermo, Benito y Antonio, siendo Guillermo mi abuelo.
Respecto de sus orígenes, sé que eran nietos de Guillaume Rousset, oriundo de un minúsculo pueblo del suroeste de Francia, llamado Livinhac-le-Haut, atravesado a su largo y ancho por el río Lot, y que a lo largo de su vida fue campesino, cantinero y zapatero. Se casó con Anne Cambatalade, originaria de la misma villa, en el año de 1814. La pareja tuvo siete hijos: Jean-Baptiste, Antoine, Christine, Marie-Rose, Marie-Jeanne, Benoit y el menor Pierre-Jean. Los hermanos Rousset, a su vez, eran hijos de Antoine, ingeniero de minas según algunos, de puentes y caminos, según otros. En todo caso, nació en la ciudad minera de Decazeville, en el departamento del Aveyron de la región de los Mediodía-Pirineos.
Mi bisabuelo Antoine llegó al puerto de Veracruz, México, en 1849, a la edad de 30 años, a bordo del barco “El Cecilia”. No se convirtió en millonario, pero sí logró con el pasar de los años constituirse un pequeño capital que le permitió gozar de una confortable posición económica en la comarca poblana. Era propietario de algunas haciendas y ranchos en la región: en Cholula, Tepeaca y cerca del estado de Tlaxcala, en la comunidad de San Lorenzo Almecatla. Además, fue dueño de una cantera de mármol. Se casó con Josefa Montoya Cortez, originaria de Tepeaca, Puebla.
Tuvieron varios hijos en la capital poblana, entre 1866 y 1877, quienes crecieron en el centro de la Angelópolis, a unas cuadras de la Catedral, en la casa familiar de la calle de la Puerta Falsa de los Gallos. De hecho, muy cerca de la propia casa de los Serdán que se ubicaba a unos metros, en la famosa calle de Santa Clara. Los hermanos varones realizaron sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios mientras tanto Filomena, la hermana mayor, se dedicó a las labores del hogar, como se acostumbraba en aquellos tiempos.
Al fallecer Antoine de una conmoción cerebral a causa de una mala caída en 1887, los hermanos quedaron bajo la tutela de Miguel Bernal, padrino de Benito y director del Colegio del Estado. Poco a poco, la vida retomó su curso y cada quien empezó a emprender su propio camino. Rafael, el mayor de los varones, después de haber trabajado algún tiempo como empleado en la quincallería de un amigo francés de su padre, el señor Carlos J. Charles, puso su propio negocio, una ladrillera, que tuvo bastante éxito. Los otros tres concentraron sus esfuerzos como comisionistas de granos, en especial, de trigo, cebada y maíz en el área de Chalchicomula, ciudad que limita con
el estado de Veracruz.
A finales del siglo XIX, los hermanos se mudaron, con su madre, su hermana y una prima de nombre María Camacho, a un nuevo hogar, ubicado en la calle de los Loros núm. 4. Allí, en la planta baja, abrieron un estudio fotográfico y una tienda que hacía las veces de almacén de doraduría, muebles, marcos, molduras y espejos que alcanzó cierto renombre entre los vecinos. En la calle de Pimentel núm. 12 tenían su fábrica y en la del Costado de San Pedro núm. 13 sus talleres. Hasta entonces nada extraordinario. Los hermanos llevaban una vida de pequeños burgueses, una existencia, al fin y al cabo, provinciana y bastante anodina.
Causa revolucionaria
Esto cambiaría con el pasar del tiempo. Su involucramiento en los asuntos públicos y en la política local puede situarse en los primeros años del siglo xx. Varios factores explican su toma de conciencia política y social. Sin duda, existía un ambiente de efervescencia y exacerbación entre la clase media, letrada, especialmente golpeada en sus bolsillos por la elite porfirista, pues se hacía cada vez más patente su descenso social respecto de la clase pudiente. También, había nacido en 1906 el Partido Liberal Mexicano, fundado por el anarquista Ricardo Flores Magón, quien recogió muchas de las demandas del pueblo y el descontento de algunos de los miembros más radicales de la clase media que ya no soportaban al gobierno dictatorial de Díaz.
La amistad de los Rousset con los Serdán y otros activistas como los hermanos Guillermo y Gustavo Gaona Salazar agudizó su sensibilidad social y conciencia ciudadana. Es muy probable que tuvieran acceso a las bibliotecas familiares. De forma autodidacta, conocieron ciertamente a los filósofos del Siglo de las Luces y la masonería. De igual manera, leyeron la literatura socialista, utópica y hasta libertaria como las obras de Victor Hugo, Saint Simon, Fourier, Proudhon y hasta Bakunin. Lecturas que imprimieron una profunda huella en estos jóvenes hombres. Eran también admiradores devotos de periodistas combativos del tamaño de Filomeno Mata con su Diario del Hogar, Paulino Martínez, Heriberto Frías y Ciro B. Ceballos, y ávidos lectores de la revista satírica El Hijo del Ahuizote y del periódico Regeneración de los Flores Magón. No pudieron dejarlos indiferentes los conflictos obrero-patronales en Puebla y Atlixco en la industria textil, que desembocaron en huelgas duramente reprimidas en estos años.
Fue así como, a principios de 1909, los Rousset serían de entre los primeros en alistarse en las filas de la lucha antirreeleccionista. En un primer tiempo, se acercaron a su amigo de la infancia Aquiles Serdán, quien había fundado el club Luz y Progreso en la ciudad de Puebla. Luego en mayo de 1910 fundaron su propio club, el Central Antirreeleccionista, con el lema: “Efectividad del sufragio y no reelección”, junto con otros miembros de la pequeña burguesía como Gabriel Sánchez de la Vega, Everardo G. Arenas y Carlos Aldeco, entre otros. Con su propio peculio, difundieron la ideología maderista entre los obreros, campesinos, estudiantes y miembros de la clase media.
Fueron leales amigos de Serdán, a pesar de la personalidad intransigente del líder poblano. En múltiples ocasiones le brindaron su apoyo incondicional. Lo escondieron en su casa cuando la policía política poblana lo perseguía; lo asistieron con la ayuda de su abogado y amigo chiapaneco Felipe T. Contreras, cuando lo arrestaron en la ciudad de México el 29 de septiembre de 1909, acusado de robo de armas y recluido en la prisión de San Juan de Dios de Puebla. Los hermanos hacían circular en las calles de la ciudad panfletos y carteles de propaganda maderista; denunciaban los atropellos del régimen oficial encabezado por el temido y odiado gobernador Mucio Martínez. Durante el exilio forzado de Serdán en San Antonio, Texas, en el verano de 1909, siguieron en contacto permanente con él, a través de cartas y telegramas, manteniéndolo informado de los acontecimientos y de la situación a menudo caótica que prevalecía en estos días en la Angelópolis.
Samuel Margarito Lozano, conocido como el rey del corrido revolucionario, describe el actuar de los Rousset junto a los Serdán:
Principio de mayo, fecha memorable de mil novecientos diez, ante un candidato de hombre respetable el pueblo estuvo a sus pies. Sólo a don Mucio Martínez y a esbirros de Joaquín Pita, de don Francisco I. Madero no fue grata su visita. Ciudadanos libres del estado de Puebla, amigos del pueblo entero, querían que, en su gira, corta y pasajera, viniera el señor Madero. Los tres hermanos Serdán con los hermanos Russell [sic], organizaron un mitin en plaza de San José. Cuando había reunidos, muchos ciudadanos en el mitin de aquel día, pronto fue disuelto por muchos soldados y toda la policía…
Durante la jornada electoral para las elecciones presidenciales primarias, llevadas a cabo el 26 de junio de 1910, los hermanos Rousset y su compañero de lucha Samuel A. Piña alzaron la voz para denunciar la farsa electoral de la cual eran testigos. Bloquearon el acceso a la casilla, impidiendo la votación. Aprehendidos manu militari, fueron encarcelados en la prisión municipal de San Juan de Dios durante seis días, rigurosamente incomunicados. Se les acusó de los delitos de ultrajes a los agentes de la autoridad. Si bien en algún momento pensaron en una posible solución pacífica, ya de frente al fraude electoral y la represión cada vez más severa, entendieron que no les quedaba más que un camino, el de la rebelión armada, pues la única manera de cambiar el sistema político imperante era por la fuerza. Financiaron con su propio dinero la compra de unos 130 fusiles (otros dicen que 500), Winchester y Marlin, así como algunas pistolas españolas con su respectivo parque que compraron en la Tampico News Company, tienda ubicada en aquel entonces en la esquina de 16 de Septiembre y Bolívar de la ciudad de México. Gracias a la complicidad de los empleados ferrocarrileros, el cargamento pudo llegar de regreso a Puebla. Y es que lo habían ingeniosamente escondido en los ataúdes de la funeraria de un tal señor Atilano Fernández. Estas armas se destinaron a apoyar la toma de la capital poblana el día 20 de noviembre. Bajo un plan ideado por el propio Aquiles, los Rousset recibieron el encargo de capturar al jefe de la séptima zona militar, el general de brigada, Luis G. Valle.
El 14 de noviembre de 1910, a la una de la tarde, mientras comían, se les practicó un cateo en el domicilio familiar de la calle de Los Loros, que pronto se transformó en auténtico saqueo, encabezado por el jefe de la policía Miguel Cabrera, su enemigo acérrimo. También supervisaba la operación Luis G. Barragán, subcomisario de la policía de la ciudad de México. La diligencia acabó en un fiasco total. No pudieron dar con las armas compradas unos días antes. Estaban escondidas bajo unas cajas de ropa que Benjamín Lara, vecino suyo, había dejado en su bodega, pues acababa de cerrar su camisería, ubicada en el portal Hidalgo. Aun así, toda la familia, hombres, mujeres y niños incluidos, fueron detenidos sin más prueba que el rumor callejero. Algunas horas después, todos fueron liberados, pero el arresto ocasionó un auténtico escándalo en el barrio. Al día siguiente, el 15 de noviembre, a plena luz del día y en las narices de los gendarmes y de los soplones apostados afuera de la casa Rousset, las mujeres de las familias sediciosas, entre ellas Carmen Serdán, Filomena Rousset y su prima hermana María Camacho, transportaron las armas y el parque, escondidas en sus enaguas y bolsos de mano hacia la casa de los Serdán, una operación de alto riesgo que demostró su carácter determinado y valiente.
Escape
Apenas regresados de su exilio de San Antonio, Texas, en una entrevista otorgada al Diario del Hogar el 22 de junio de 1911, los hermanos Rousset contaron cómo habían tomado la sabia decisión de escapar al día siguiente del asesinato de Aquiles y Máximo Serdán. El 19 de noviembre, disfrazados de reboceros o carboneros, según el relato, emprendieron su marcha hacia Texas, destino que alcanzarían al cabo de un largo mes de vicisitudes. En efecto, Guillermo, Benito y Antonio tuvieron primero que esconderse en la casa de su tía Luz Cortez, en el barrio del Alto de la ciudad de Puebla. Mientras tanto, Rafael el mayor, quien había decidido huir por otro camino, era arrestado en Tecali y remitido a la autoridad para después ser liberado. Algunos días más tarde se fueron caminando hacia la estación de San Marcos en Nopalucan para tomar el tren interoceánico. En Perote transbordaron y tomaron otro tren hacia la capital. Se hospedaron en la casa de su amigo, Benjamín Lara, en Tacubaya. Al paso de unos días, volvieron a tomar otro tren, ahora hacia Pátzcuaro, y de ahí para Querétaro, rumbo a la frontera. En San Antonio, Texas, se incorporaron de inmediato a la junta revolucionaria presidida por el periodista Juan Sánchez Azcona, forjando fuertes lazos de amistad con los hermanos Gildardo, Rodolfo y Melchor Magaña, Arturo Lazo de la Vega, Francisco Cosío Robelo, Francisco Luis Urquizo y Cesar López de Lara, todos acreditados generales de la revolución. Junto a sus camaradas, se unieron de pleno a la batalla comandada por el general Pascual Orozco que concluyó en la toma de Ciudad Juárez durante el mes de mayo de 1911.
Un indulto salvador
Los Rousset, ya de regreso a México, en junio de 1911, se vieron involucrados de nuevo, por azares del destino o de forma providencial, en la política nacional, al descubrir un complot contra Madero. No había pasado ni un mes de la entrada triunfal del líder revolucionario cuando ya se tramaba un atentado para matarlo. Mi abuelo Guillermo y sus hermanos se hospedaban, como muchos poblanos, en el hotel San Agustín de la capital. Entre los huéspedes, se encontraba el ex jefe político de la Angelópolis, Joaquín Pita, reunido con correligionarios, conspirando contra Francisco I. Madero. Ante la gravedad de los hechos, los Rousset decidieron denunciarlos. Presentaron la situación a su hermano Gustavo A. Madero y luego a Emilio Vázquez Gómez, en ese entonces secretario de Gobernación. Entre los conspiradores fue arrestado el diputado Carlos Martínez Peregrina, hijo mayor del ex gobernador de Puebla, el aborrecido Mucio Martínez. El general Luis G. Valle y el coronel Aurelio Blanquet también estaban comprometidos en la intriga, pero se les dejó en libertad. Gracias a la oportuna intervención de los Rousset, Madero salvó la vida, por lo menos de momento.
Tras el golpe de Estado liderado por Victoriano Huerta, los hermanos Rousset no se quedaron de brazos cruzados. Como era de esperar, pagaron un altísimo precio por defender sus valores morales y denunciar los abusos y engaños de los usurpadores. Después de los hechos sangrientos que costaron la vida al coahuilense y a su vicepresidente José María Pino Suárez, el 22 de febrero de 1913, el menor de los hermanos, Antonio, decidió unirse al ejército libertador del sur, comandado por Emiliano Zapata, alcanzando el grado de teniente coronel de caballería por sus destacadas acciones en los estados de Puebla, Tlaxcala y Morelos. Sus jefes fueron, en diversos momentos, los generales Palemón Rojas, Pedro Morales y Ángel Barrios. Más tarde, a principios de mayo de 1914, Rafael, Guillermo y Antonio fueron arrestados. Por su parte, Benito, avisado por el presidente municipal Andrés Matienzo, logró escapar. Los tres hermanos que habían corrido con menos suerte fueron enviados a la cárcel de San Francisco de las Peñas (hoy Ciudad Cardel) en el estado de Veracruz. En The Mexican Herald, del 10 de mayo de 1914, se relata cómo 40 prominentes poblanos, entre ellos doctores, abogados, ingenieros y profesionales, habían sido enviados a Veracruz, encadenados, para combatir las fuerzas estadunidenses desembarcadas unos días antes. Debían combatirlas en primera fila junto a las tropas del general de división Guillermo Rubio Navarrete, como castigo ejemplar por criticar al gobierno y distribuir folletos declarando que en realidad Estados Unidos no tenía ninguna intención de invadir México. En un acto de magnanimidad, Rubio Navarrete no acató las órdenes recibidas de su jerarquía y los indultó a todos. El 15 de julio de 1914, los Rousset fueron, por fin, liberados por orden del presidente interino Francisco S. Carbajal y regresados a Puebla bajo el mando del general Rafael Eguía Lis.
Un final digno
Si bien mis familiares no pagaron con su vida sus ideales de libertad, justicia y progreso, en varias ocasiones escaparon de milagro del fusilamiento. Sufrieron en carne propia las embestidas represivas del gobierno porfirista en contra de los defensores de la democracia, pues conocieron la persecución, los cateos, la cárcel, los arrestos domiciliarios, la clandestinidad y el destierro.
Después de ese tumultuoso interludio revolucionario, los hermanos se dedicaron a actividades mucho más convencionales como empresarios. Rafael, quien se había casado con Adela Kirvva, emprendió un negocio en la ciudad de San Martin Texmelucan, región en la que comercializaba la raíz de zacatón, semillas y chiles. Guillermo, mi abuelo, ya estaba casado con Guadalupe Banda Gómez. Tenían un niño, mi padre Guillermo Antonio Rousset Banda, nacido en 1926, quien a la postre sería un intelectual y traductor afamado en los círculos de la ultraizquierda mexicana. La familia se mudó y el abuelo se dedicó a la administración de una hacienda pulquera, propiedad de su cuñado, en el municipio de Mazapa en el estado de Tlaxcala. Benito, casado con María Esther Ortiz Zamacona, pronto enviudó. Además de hacerse cargo de la hija del matrimonio, María Luisa, se abocó a los negocios heredados de su padre junto a su hermano menor Antonio. Este permaneció soltero a lo largo de su vida, al parecer, debido a una decepción amorosa de juventud.
Benito demostró tener ambiciones políticas. Estas se plasmaron en su papel de jefe político en la sierra norte del estado. También cuando se postuló como candidato a diputado del Congreso de la Unión, por el segundo distrito electoral del estado de Puebla, haciendo mancuerna con Lauro Camarillo, para el año 1920. Aunque el par perdió la contienda, Benito no se desanimó y siguió como miembro activo del Partido Nacional Agrarista fundado por Antonio Díaz Soto y Gama, y de la Agrupación Nacional Pro Madero.
En 1944, Benito y Antonio, únicos sobrevivientes de la fratría, solicitaron ante la Secretaría de la Defensa Nacional su reconocimiento como veteranos de la revolución el cual se les concedió para el primer y segundo periodo, es decir, del 19 de noviembre de 1910 al 15 de mayo de 1911 y del 20 de febrero de 1913 al 15 de agosto de 1914. Se les otorgó una escasa pensión que a duras penas les permitía sobrevivir. Siempre vestidos de negro, festejaban sin falta las conmemoraciones de la revolución, cargando la bandera nacional, con mucho orgullo, durante los desfiles.
Para saber más
- Andrade Covarrubias, Sergio Moisés, “Una familia revolucionaria. Los hermanos Rousset”, Puebla, 2010, https://goo.gl/zRvHo2
- Morales Moreno, Humberto, “Los rebeldes poblanos en torno al movimiento de Aquiles Serdán el 18 de noviembre de 1910”, XIII Reunión de Historiadores de México, Estados Unidos y Canadá, en México y sus revoluciones, Querétaro, 26 al 30 de octubre 2010, s. p.
- Rousset, Christine, “Franceses del suroeste. Del Mediodía Pirineos. Una dinastía sui generis forjada por un inmigrante de los Pirineos: Antonio Rousset” en Leticia Gamboa Ojeda, Estela Munguía Escamilla y Mayra Toxqui Furlong (coords.), Perfiles biográficos de franceses en México (siglos XIX–XX), Puebla, Buap, 2016, pp. 213-255.
- Visitar el Museo Regional de la Revolución Mexicana-Casa de los Hermanos Serdán en Puebla, Puebla. https://goo.gl/W7ySPV