Editorial #9
BiCentenario #9

Presentamos un número especial dedicado a la conmemoración de la Independencia. No se trata de celebrar sin más los acontecimientos y los héroes, sino de recordar lo sucedido de manera crítica, de conocer de qué manera los grandes episodios de la historia alteraron la vida de todos los mexicanos. Queremos acercarnos a la historia de un país dividido entre realistas e insurgentes, nacientes ciudadanos criollos y mestizos y grupos indígenas segregados, entre unos cuantos acaudalados y una ingente cantidad de pobres, una desigualdad tan grande que sorprendió a Alejandro Humboldt cuando visitó la Nueva España en 1803.

Abordamos aquí la historia de la vida cotidiana, la guerra, las celebraciones, los símbolos construidos para recrear a la patria, los testimonios de la gente común sobre la gesta insurgente. Se trata de una exploración sobre temas novedosos, alejados de los estereotipos de la historia. Dos artículos se refieren a la transición entre el régimen colonial y el independiente. Uno aborda el tema de la censura a la indumentaria y el peinado a la francesa y otro nos habla de lo que comían los diferentes grupos sociales en las postrimeras del virreinato, de cómo la guerra insurgente trastocó los hábitos alimenticios de los capitalinos.

Otros dos artículos más nos hablan de procesos derivados de la guerra de Independencia: la construcción de armas y el auge del bandolerismo. En el primero se da cuenta de las dificultades encaradas por los caudillos insurgentes para hacerse de cañones, municiones y explosivos y de cómo se las ingeniaron para erigir maestranzas, conquistando técnicas celosamente guardadas por las autoridades españolas. El segundo analiza cómo, a la par que se libraban las batallas por la Independencia, aumentó el bandolerismo.

Tenemos cinco textos sobre la forma en que se celebró la Independencia en 1910. En uno, la autora nos habla de los arcos triunfales, esas construcciones efímeras, hoy en desuso, que se instalaban en ocasión de las ceremonias y recepciones a nuevos gobernantes. Dos escritos se centran en las fiestas porfirianas de 1910. Uno describe la festividad de la apoteosis, en la que se construyó un catafalco para depositar las cenizas de los héroes de la Independencia en Palacio Nacional. Otro nos refiere a las fiestas del Centenario en Orizaba (asiento de las industrias textil y cervecera mexicanas, las más desarrolladas de la época). Un cuarto artículo nos cuenta cómo una festividad tan impulsada por Porfirio Díaz fue utilizada por los presos comunes y el grupo rebelde magonista para pedir al anciano dictador la condonación de las penas carcelarias. Cierra este conjunto el análisis de un emblemático monumento, la Columna de la Independencia, “el ángel”, que en realidad es una victoria alada, la diosa que personifica el triunfo en la mitología romana. Como remate, no podían faltar imágenes sobre los cientos de recuerdos que se produjeron a propósito de las galas organizadas por Díaz. En la sección Desde hoy se reflexiona sobre las conmemoraciones del Bicentenario y se nos invita repensar en el significado de nuestra Independencia. Por su parte, Desde ayer nos presenta dos visiones contrastantes sobre la batalla de Aculco, una de un insurgente, antiguo empleado de Ignacio Allende, y otra de un notable médico capitalino, favorable a la causa realista. El cuento imagina los recuerdos de un polémico hombre público del siglo XIX, en tanto que cierra este número el testimonio de Epigmenio González, un casi desconocido participante de la conjura de Querétaro en 1810.

Ponemos a su consideración esta edición de BiCentenario, una mirada plural que reúne distintas formas de rememorar los acontecimientos, alejadas de la historia de bronce, de esa historia oficial que construye biografías de los “grandes hombres” a medida de sus proyectos políticos.

María del Carmen Collado
Instituto Mora

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