En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 58.
En la ciudad han caído cinco centímetros de nieve. Los defeños de Contreras, La Magdalena y San Ángel observan extasiados el fenómeno sorpresivo que cae sobre la ciudad. Había empezado a las ocho de la noche y pronto hubo fiesta en las calles. O, mejor dicho, ganas de mojarse los zapatos. ¿Quién podía recordar un fenómeno así? Los mayores se acordaban que antes de la revolución. Los diarios del día siguiente precisaron febrero de 1907. Otros hablaban de 67 años para que coincidiera con otra ocasión en marzo y aquella frase de febrero loco, marzo otro poco, tuviera una vez más razón de repetirse. Ese jueves 14 de marzo de 1940 que amaneció frío y gris, trajo viento y junto a él la lluvia fina, antesala de los copos de nieve. Mala hora para nevar, la noche. Al menos para los periódicos, que no tuvieron fotos y se resignaron a esperar al día siguiente para tener el registro. Fue entonces que una caravana de capitalinos se lanzó en sus autos al Desierto de los Leones a descubrir de qué se trataba aquel manto blanco. Se anunciaban 30 centímetros de nieve y no había que perdérselo. Valía la pena. El cómo no importaba. ¿Frío? Es una cuestión de actitud, dijo alguien que nunca había bajado de los nueve-diez grados. Preparados para la ocasión, como si fueran a ingresar al cine Orfeón, ir de pláticas al Café París, escuchar ópera en Bellas Artes, recorrer en trajineras el Canal de Santa Anita o ir a misa, se encaramaron sobre sus Chevrolet, Ford, Packard, Oldsmobile, y con la nieve que recogieron junto al camino tapizaron sus cofres y techos, se animaron a crear muñecos y echaron a andar su caminata para ver qué tanto se sentía hundirse sobre ella con zapatos abiertos y de tacón, antes de que en pocas horas se convirtiera en fango. Hoy, el cambio climático no permite ver una postal como esta. Y seguramente tendríamos que pagar para recoger unos puñados de nieve. También la mancha urbana que se ha posado sobre esa zona boscosa de la ciudad acotaría todo intento de disfrutar. Aquella onda gélida tuvo su drama que acompañó las crónicas de los periódicos. Nueve “menesterosos faltos de hogar y de ropa” fueron hallados congelados en la mañana del 15 de marzo. “Una cifra enorme” para aquel año de nevada capitalina.
Darío Fritz