Óscar Sarquiz Una vida en el rock & roll

Óscar Sarquiz Una vida en el rock & roll

Alan Prats Gama
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 56.

El reconocido difusor y crítico del rock, habitué de la radio por varias décadas, cuenta aquí sus descubrimientos de la música que revolucionó el siglo XX, de la formación autodidacta de los grupos y temas que escuchaba en tocadiscos desde niño, así como del incipiente rock en español.

Presente el 58 tengo yo / Mataron al bolero, a la rumba y al son / Aquellos guapachosos se vistieron de arrebol / Corbata de moño, botín de charol / Sus padres suplicaban con anticipación / ¡No vayas a ese baile pues va a haber rock & roll

Fragmento de “Ya vas Barrabás”, de 
Juan Hernández y su Banda de Blues. 

La década de 1950 marcó la irrupción del rock & roll. Como parte de un mundo en transformación, esta música moderna fue un reflejo del cambio vertiginoso de los tiempos que corrían. Asimismo, fungió como la banda sonora de un choque generacional sin precedentes, dio forma a una nueva cultura juvenil e inauguró una nueva identidad del joven rebelde. A pesar de las transformaciones y ramificaciones que ha tenido desde entonces, su presencia e influencia se extienden hasta la actualidad. Sin lugar a dudas, se ha constituido como una forma de expresión musical que ha dejado una huella indeleble en la cultura popular del siglo XX. Hoy en día, a casi 70 años de su nacimiento, su complejidad y relevancia como fenómeno cultural del mundo contemporáneo son incuestionables.

El rock & roll surgió a mediados del siglo XX como expresión y reflejo de una cultura popular moderna, de carácter global, asociada a los patrones culturales y de consumo estadunidenses. Posicionado como superpotencia tras la segunda guerra mundial, en el marco de la guerra fría y la confrontación ideológica y cultural con la URSS, Estados Unidos afianzó una posición hegemónica en Occidente, la cual le permitió erigirse como el nuevo referente de modernización y desarrollo económico. De esta manera, distintas expresiones culturales originadas en este país –entre ellas el rock & roll– fueron exportadas y difundidas a todo el mundo, a través de potentes industrias culturales, cuyo alcance e impacto contribuyeron a establecer las bases de una nueva cultura popular moderna de proyección internacional, también asociada a una nueva actitud cosmopolita. 

El mundo de la posguerra, del que el rock formó parte, fue también el marco de un importante crecimiento económico, cuyos efectos se dejaron sentir por todo el mundo occidental. La ola de prosperidad, extendida entre las décadas de 1940 y 1960, se materializó, entre otras cosas, en el considerable mejoramiento de las condiciones materiales de vida del ciudadano común y en la expansión del bienestar. Además, en el caso de América Latina, significó un fuerte impulso desarrollista y modernizador del cual se derivó un acelerado proceso de industrialización que, por otro lado, sentó las bases de la moderna cultura de consumo y expandió y consolidó a las clases medias urbanas. De esta manera, la llegada de este tipo de música a la región se situó en el centro de esas transformaciones. 

En el mismo sentido, la llegada del rock & roll a México coincidió con el llamado “milagro mexicano”, en el cual se consolidó el régimen posrevolucionario y, con él, un proyecto modernizador, en cuyo centro estaban las clases medias, mismas que se posicionaron como las principales beneficiarias del desarrollo y el crecimiento económico alcanzados durante el periodo. En ese contexto, los jóvenes de este sector social se convirtieron en los principales consumidores de rock, pues, en tanto hijos del mundo de la posguerra, se identificaron fácilmente con la actitud rebelde y los valores contestatarios asociados a la nueva cultura juvenil internacional que encarnaba expresión musical. Para quienes entonces eran adolescentes o jóvenes y les tocó vivir en carne propia todos estos cambios, el impacto que esa música tuvo en sus vidas fue muy profundo. 

Uno de esos adolescentes es el hoy afamado crítico musical Óscar Sarquiz, quien ha hecho del rock & roll un estilo de vida. Nacido en la ciudad de México en 1948, Óscar ha sido testigo y actor del devenir del rock en nuestro país desde que este llegó en la década de 1950. A finales de los años sesenta incursionó en la crítica y la difusión musical como articulista y locutor y, desde entonces, difunde y comparte música a través de la radio. Ha colaborado en una larga lista de medios radiofónicos, impresos y digitales, incluso con algunas participaciones en televisión. Además, ha trabajado en la industria disquera en la producción y edición de discos. Con el respaldo de más de 50 años de trayectoria profesional, hoy en día es considerado por muchos como “el decano” de la crítica de rock en México. Actualmente conduce los programas de radio “Migrante” y “Cenital”, de las emisoras Horizonte 107.9 FM y Reactor 105.7 FM, respectivamente, ambas del Instituto Mexicano de la Radio. 

En entrevista de historia oral, Óscar habló de su experiencia de vida en torno al rock. Aunque, evidentemente, desde una perspectiva personal y vivencial, su testimonio da cuenta de las grandes transformaciones que se han esbozado y del impacto inicial que tuvo esta música en México. En este sentido, la historia oral y los testimonios que de ella emanan nos permiten establecer puentes entre visiones micro y macro de la historia que, a fin de cuentas, terminan por complementarse. Así pues, la Historia –con “H” mayúscula– nos permite situar, entender y explicar una historia de vida particular, del mismo modo en que una historia de vida concreta nos da acceso a capas de la historia que, de otra manera, serían inalcanzables. 

A continuación, se reproduce el fragmento inicial de la entrevista de historia oral a Óscar Sarquiz, quien construye un interesante relato de vida que otorga a la música un papel protagónico mediante una narrativa que entrelaza la historia y el desarrollo del rock con la historia y el desarrollo de su propia vida. 


“Tengo la edad del rock & roll 

Fragmento de la entrevista de historia oral al locutor y crítico musical Óscar Sarquiz, realizada en la cafetería 8 ½, de la Cineteca Nacional, el 6 de mayo de 2021. 

Me llamo Óscar Antonio Sarquiz Figueroa y soy totalmente, extremadamente chilango. Nací a una cuadra del Ángel de la Independencia. Como tantos mexicanos, provengo de un linaje mestizo, mi apellido tiene origen libanés –hasta donde mejor lo podemos saber–, de allá vinieron mi abuelo y mi bisabuelo. Y por el otro lado, de los apellidos Figueroa y Montes de Oca se evidencia inmediatamente que hay también antepasados hispanos, como casi todos los mexicanos, ¿no? De lo que no puedo presumir mucho es de tener sangre india, sangre aborigen, sangre originaria, pero seguro que la tengo. Parece que hay por ahí un antepasado que era un indio nayarita, pero no tengo datos, no es algo que yo te pueda afirmar ni corroborar. ¿Qué más puedo decir sobre mí? Que, por haber nacido en 1948, yo sí, a diferencia de lo que afirma Jaime López, yo sí tengo la edad del rock & roll; […] lo que pasa es que lo bautizaron en el año en que nació Jaime, 1954, pero el rock existía desde antes, le llamaban rhythm & blues. Concretamente, el que se supone que es el primer disco de rock & roll lo grabó el grupo de Ike Turner, pero se lo acreditaron a su saxofonista porque era el que lo cantaba, y eso fue en 1951. Pero ya en 1948 estaba Fats Domino grabando rock & roll. Entonces, esto no me da ninguna otra ventaja que haber ido creciendo conforme iba creciendo y apareciendo el rock & roll. Yo lo conocí de niño, como entre los seis y los ocho años. 

Al compás del reloj

Mi bautizo fue escuchar a Elvis Presley, literalmente, en la radio. Que eso es muy importante, yo soy una criatura de la radio, y entonces escuchar a Elvis Presley cantando “Baby let’s play house”, fue electrizante para mí y, a partir de ello, la siguiente instancia muy importante, fue un eco muy curioso de algo que le sucedió a mi padre. Mi padre, si no era melómano sí era muy “musiquero”. Le gustaba mucho, trabajó en discos, fue muy importante en mi formación, como mi mamá; se oía mucha música en la casa. Es un lugar común de todos los que estamos metidos en esto. Y entonces, a mi papá, que fue huérfano de aquel abuelo libanés –falleció cuando él tenía apenas cinco años–, no le dejó mucha huella. Pero sí su tío, que era militar. Para empezar, era funcionario de la Tabacalera del Buen Tono, que fue la que puso la primera estación de radio comercial en México, la actual B era de Buen Tono. Y entonces, tenía cierta proximidad, seguramente le gustaba también la música al tío Pepe. Y el caso es que llevó a mi papá, cuando era niño, a ver The jazz singer, la primera película que tenía sonido, no toda la película, pero los números musicales sí los cantaba Al Jolson. El resultado fue que mi papá toda su vida fue fan de Al Jolson. Y él me llevó cuando era pequeño, en ese lapso entre los seis, ocho años, a ver Rock around the clock, la primera película ya de explotación rockanrolera, que se hizo a raíz de que, en una película previa, llamada The blackboard jungle, es decir, “la jungla de pizarra”, que era en realidad una película digamos que “amarillista” sobre el emergente fenómeno de “los rebeldes sin causa”. Un maestro, lo protagonizaba Glenn Ford, sufría enormemente pues ahora sí que el gamberrismo de sus alumnos, pero al principio de la película se escuchaba “Rock around the clock”. Y eso tuvo más impacto que toda la película. Entonces decidieron hacer una película ya promoviendo al rock & roll, con Bill Haley y una serie de grupos que aparecían. Con un pretexto guionístico esquelético, pero el chiste era ir a ver. Y entonces a mí me tocó ver, ¡lo viví!, que, en el cine, creo que era el cine Lux, en la colonia San Rafael, la gente se parara de las butacas a bailar en los pasillos. Esa famosa historia yo la vi, ¡sí pasaba! ¡Esa es la fuerza del rock & roll!, sobre todo en ese momento, ¿no? Estamos hablando del pleno “boomerismo”, es decir, los que nacimos después de la posguerra, pero, eran los más grandecitos los que bailaban, yo no bailaba, ninguna chica me hubiera aceptado que la sacara a bailar, ni sabía bailar.

Tocadiscos

Pero, fuera de mis discos, ni siquiera sé si eran míos, pero que estaban ahí de 78 revoluciones de Cri Crí, y algunos otros que eran de mi tía. El primer disco mío fue Rock around the clock, del sello Decca, un sencillo. El año en que yo nací fue cuando se empezó a producir ya el disco de microsurco, entonces nacieron dos formatos que iban a ser muy importantes. Por un lado, el sencillo de siete pulgadas, que permitió que pudieras comprar discos aun siendo un chavo porque sí te alcanzaba con unos domingos, eran discos baratos. Y luego, el formato del álbum, que originalmente era tal cual, en vez de que tuvieras una especie de librito donde metías los discos en fundas, ya era un solo disco de doce pulgadas y 33 revoluciones que traía los éxitos. Pasó tiempo antes de que hubiera artistas importantes como –voy a decir uno así al azar– Frank Sinatra, que ya fuera un álbum de él. Sino que originalmente eran como “los éxitos de esta temporada”. Pero, estas dos cosas tuvieron una incidencia muy importante en los hábitos de consumo musical. O sea, ya había discos, pero estos dos formatos además ya no eran tan rompibles como los de 78, que, si se te caían, así como platos, se rompían en pedacitos, eran muy gruesos. Y bueno, primer disco: Rock around the clock, de Bill Haley; segundo disco: Treat me nice, con Elvis Presley; tercer disco, Be-bop-a-Lula, con Gene Vincent; el cuarto ya fue de los Platters, pero tenía el gusto por el rock & roll, y trataba de fingir que lo bailaba con mis hermanitas pequeñas, que a las pobres las sacaba a bailar. Yo tuve acceso al tocadiscos desde muy temprana edad. A mí lo que me preparó para el rock & roll fue poner músicos –de música de concierto– que tuviesen esta cualidad “bombástica”, pirotécnica y muy llamativa. Obviamente, vi la película y entonces cuando yo escuché El ladrón de Bagdad me fascinaba la música porque evocaba la película. Y Scherezade, porque había leído Las mil y una noches, y oír la música de Rajmáninov, muy especialmente. Según yo, realmente el nacimiento del metal no son los Kinks, es “La danza del sable” de Aram Jachaturián. Que es ya, así como thrash, ya es como punk. Y entonces toda esa música que te hacía como que te latiera duro el corazón, me preparó para el rock.

El mito de los covers

Me suscribí desde niño, digamos al rock & roll, pero luego surgió el rock en español aquí, aparecieron los primeros discos que fueron de Los Camisas Negras, primer sencillo, y es sintomáticamente; de un lado, curiosamente no en rock & roll, sino una pieza de góspel vuelta rock, que era “La batalla de Jericó”. Esto era una canción de música devocional. Pero en el otro lado una versión instrumental de “La cucaracha”, y ese es el cine de rock mexicano, que por un lado siempre mira para fuera, siempre miró para fuera, y por otro lado como que siempre quería nacionalizar al rock, ¡desde entonces, fíjate! Y luego, por supuesto, la aparición tropezada del álbum de Los Rebeldes del Rock, de ese famoso que tiene los coches parados frente a la torre de Rectoría en la UNAM, con ellos con las guitarras ahí. El de Los Teen Tops, subidos en uno de esos carritos que jalan a los aviones de Aeroméxico entonces, y, sobre todo, el más importante porque era el mejor, y que lo grabaron primero, pero les fue enlatado, porque te digo que los trataban como basura, que es el de Los Locos del Ritmo. Ese sí es un disco realmente de rock & roll muy bien hecho y que tiene varios temas originales de ellos. Porque hay este mito de que todo eran covers originalmente. ¡No es cierto! Yo tengo el dato, que no lo he corroborado yo, pero puedes ir aquí a Autores y Compositores, de que en el primer año de rock en México –1960– se registraron 300 canciones originales de rock. No te sé decir, pero de que había, había, lo que pasa es que no tenían tanto éxito como “Popotitos” o como todas las versiones que tenían este cobijo, y tenían, si no la misma calidad –por supuesto que no, porque no eran tan buenos los que tocaban–, pero tenían la ventaja de tener letras en español, que hizo que se hiciera más amplia. Entonces, bueno, yo estaba, todo esto te lo estoy diciendo ya ahí como un resumen histórico, pero tratando de ubicar que yo estoy en ello. Y después ya llegaría el momento en que empecé a escribir y prácticamente al mismo tiempo empecé a tocar y me fui metiendo más. Yo había abandonado un poco al rock en español, porque cuando este momento que de alguna manera creo que lo retrata muy bien el libro Las jiras, de Federico Arana, pues es muy importante porque te muestra que el ser asimilados a estas giras artísticas, le hizo ver a muchos de estos aspirantes a rockeros que estaba terrible eso de dedicarse a la música y que se hacía mejor regresarse a la facultad y hacerse hombres de provecho como querían sus papás. Entonces, muchos abandonaron los grupos, entonces vino lo que yo llamo “la invasión de los bárbaros del norte”.

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