Las flappers de “los locos años veinte” en la prensa mexicana

Las flappers de “los locos años veinte” en la prensa mexicana

María Estela García Concileón
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 55.

Surgieron en el Nueva York de los años veinte y pronto, su estilo desenfadado, alegre y disrruptor, se estableció en la ciudad de México de la mano de mujeres como Cube Bonifant, Elena Arizmendi, Antonieta Rivas Mercado, Tina Modotti y Nahui Olin. Llevar el pelo corto fue su marca de rebeldía, que el machismo y las tradiciones de la época no lograron reprimir.

Lupe Vélez, ca. 1925, inv. 30148, SINAFO, F. N. Secretaría de Cultura-INAH-MEX. Reproducción autorizada por el INAH.

Las flappers aparecen en Estados Unidos en la década de los años veinte del siglo XX, pero su historia proviene de las jóvenes londinenses de la primera guerra mundial. José Juan Tablada, en sus Crónicas de Nueva York, las describe de la siguiente manera:

Era la muchacha en vísperas de ser mujer, todavía inmadura para debutar en la sociedad, que asociada aún con sus compañeros de colegio, jugaba basket-ball y acompañaba en el side-car a su amigo motociclista. De allí el misterioso nombre de flapper, del verbo to flap, una de cuyas acepciones es “aletear”. En el side-car y en la carrera de los deportes aleteaban el cabello corto y las faldas cortas de las muchachas, y esos aleteos fueron sus categoremas.

Pero la flapper trascendental e inquietante que apareció después de que Estados Unidos entrara en la primera gran guerra, como nos cuenta Tablada en sus textos, es “una floración de posguerra; es la mujer que se asoció a los trabajos marciales y viriles para suplir a los hombres que iban al frente y que, después de probar las dulzuras de la libertad y de igualdad con el hombre, se convirtió en enemigo de las costumbres establecidas”. Más adelante dice: “por higiene y ahorro de tiempo usa el cabello corto, para poderlo lavar a diario sin depender de la peinadora”.

Tablada conoció muy bien a las flappers de Estados Unidos cuando vivió en este país. En varias de sus Crónicas de Nueva York las describe también como mujeres liberales que bailaban al compás del jazz y del charlestón.

Para las flappers el deporte no fue más una actividad exclusivamente viril, usaban mucho maquillaje (tanto que, incluso, llegaban a escandalizar a la gente), bebían licores fuertes, se teñían el cabello de negro azabache o de rubio platino, y se pintaban los labios con rojo carmín. Usaban vestidos con amplios escotes, dejando al descubierto los brazos. Las faldas o vestidos llegaban justo por debajo de las rodillas permitiendo verlas cuando bailaban o caminaban. Los accesorios que utilizaban por lo general consistían en joyas art déco, con muchas capas de collares de perlas, guantes largos, bolsos para salir, sombreros, estolas en el pelo, anillos y zapatos con tacones altos.

La primera aparición de la palabra flapper y de una mujer de ese estilo provino de la popular película estadunidense de Frances Marion, The Flapper (1920), protagonizada por Olive Thomas. Fue la primera película que retrataba su modo de vivir, que pronto regiría la moda en la década de los veinte en México a través del cine y de los textos que narraban los cronistas de espectáculos y los críticos cinematográficos en las revistas y periódicos nacionales.

Las flappers de El Universal Ilustrado

A principios del siglo XX, la ciudad de México era reconocida por gran parte de sus habitantes por el rápido avance hacia la modernidad. Concluida la etapa más violenta de la revolución, el espectáculo de la pantalla había cobrado una enorme popularidad en la sociedad capitalina. Quienes impulsaban las nuevas publicaciones pronto advirtieron el potencial económico y cultural que podían llegar a tener si difundían los nuevos paradigmas de la moda y la libertad femenina. Los cronistas del cinematógrafo crearon nuevos estilos de escribir y dieron paso a periodistas que abordaron el cine de una manera diferente y crearon el género que hoy en día se conoce como crítica cinematográfica. Este género fue reconocido a partir del momento en que el espectáculo de las pantallas alcanzó su plena madurez a inicios de los años veinte.  

Uno de los primeros periodistas que desarrolló la crítica cinematográfica en México fue Jean Humboldt a través del diario capitalino El Nacional. Sin embargo, no sería sino Rafael Pérez Taylor en su columna de cine, “Por las Pantallas”, que se publicaba en El Universal, quien inició el género de la crítica cinematográfica con más bríos. Posteriormente, en 1919, lo reemplazó Carlos Noriega Hope, quien logró dar un nuevo giro al periódico. Cuando regresó a México de un viaje que realizó a Los Ángeles para conocer por dentro la capital del cine, en 1920, le ofrecieron la dirección del semanario El Universal Ilustrado para que le diera un nuevo impulso después de navegar sin éxito bajo la dirección de otros periodistas.

Al tomar la dirección del Ilustrado –como algunos solían llamarlo–, se rodeó de un activo grupo de jóvenes que escribían sobre cine, actores y actrices que estaban en boga en ese momento: Marco Aurelio Galindo, Juan Bustillo Oro y una flamante mujer de apenas 17 años quien, con el tiempo, llegaría a ser reconocida como la más joven periodista de su época: Antonia Bonifant.

A partir de 1916, el público de la ciudad de México se aficionó cada vez más a las cintas estadunidenses que proponían un cine diferente y, en los inicios de la década de los veinte, la moda flapper comenzó a dar sus frutos. Noriega Hope gustaba reproducir en las portadas del semanario, y también en su interior, fotos de actrices hollywoodenses que estaban en boga. Si revisamos las portadas, podríamos decir, en una frase, que El Universal Ilustrado escogió ser la revista de las tiples. En efecto, ofrecía nuevas pautas para una feminidad más arriesgada: “Mujeres de pelo corto y labios de color carmín, o con cigarro coquetamente en mano”, al incluir fotos de las actrices que llevaban a la pantalla el famoso peinado bob, como Louise Brooks, actriz que se sumó al reivindicativo movimiento femenino de las flapper, o Clara Bow, quien cumplía con el arquetipo de flapper y fue la primera sex symbol que proyectó el cine estadunidense.

Andrés Audiffred, dibujante que colaboraba en varios diarios de la época, creó un tipo femenino para la publicidad cercano a la flapper, la “Audi-girl”, cuyo ideal era Aurorita Real, una reconocida tiple de la época. Más allá del dibujo de las modernas flappers o “pelonas” –como también se las solía llamar–, Audiffred expresaba con sus trabajos artísticos la caracterización de un tipo urbano mexicano en El Universal Ilustrado.

En 1921, Antonia Bonifant, más conocida por el seudónimo Cube Bonifant, inició su carrera periodística con el apoyo de Carlos Noriega Hope. Encarnación del prototipo de las flappers, hechizó al director del suplemento por su inteligencia, malicia y desparpajo. “Es necesario que tome usted una columna”, le dijo. A sus 17 años fumaba, usaba el cabello a la moda de las “pelonas” de ese tiempo y poseía una curiosidad desbordada por las ofertas culturales que ofrecía la modernidad: el cine, el fox-trot, la moda, los autos, los toros, el futbol. Le gustaba acudir a cocteles y, de paso, hablar de su cabello, sus uñas, sus novios, era una flapper en todos los aspectos.

Su primera columna, “Sólo para mujeres”, del 17 de marzo de 1921, fue todo menos eso: “creo que por el sólo hecho de que mi sección se titula ‘Sólo para mujeres’ la leen los hombres”, afirmó más de una vez. “Complico todo lo que encuentro”, declaró, presentándose ante sus lectores como una chica “colérica” y “versátil”, con aspecto de “colegiala desaplicada”. La cronista, según se describe en su primera columna, sueña con deshojar flores y clavar sus uñas en la piel tersa de los niños: “¿Me gustan las flores y los niños? Las flores… sí, sólo para deshojarlas y comerme los pétalos. Los niños me causan un profundo malestar; siento deseos de clavarles mis uñas afiladas”. Cube Bonifant cuestionaba el papel tradicional de las mujeres, pero denunciaba al mismo tiempo el vacío de la vida de las flappers, quienes hacían estragos en urbes como Nueva York y habían llegado a México.

El mismo año en que presentó su columna en El Ilustrado, la cronista participó en un proyecto de Noriega Hope: la filmación de la película La gran noticia, en la que tuvo el papel estelar. En el anuncio publicitario que publicó El Universal Ilustrado, se la puede ver al estilo flapper. Con excepción de una breve actuación en la segunda versión de Santa (1931), novela de Federico Gamboa adaptada al cine por su jefe y primer proyecto de cine sonoro en México, Bonifant no volvió a participar en el cine, pero este hecho dio un segundo impulso a su carrera de cronista. Pronto obtuvo el reconocimiento que esperaba. Con el seudónimo de Luz Alba, se ganó respeto reseñando cuanta película se estrenaba en México y en Hollywood hasta el final de los años cuarenta, y como Cube Bonifant, escribiendo sobre las costumbres de hombres y mujeres mexicanos por igual.

Gracias a la investigadora Viviane Mahieux sabemos no sólo la trayectoria de una flapper que reinó en la crónica mexicana, sino el misterio de la vida de las mujeres en los locos años de la posrevolución.

La defensa de las flappers a traer el cabello corto. El “rapismo” de las pelonas.

Hacia mediados de la década de los veinte, las peluquerías de la ciudad de México se llenaron de jovencitas que querían cortarse sus largas trenzas, lo cual en nuestro país eran casi un símbolo patrio.

El 29 de mayo de 1924, El Ilustrado publicó un anuncio que decía: “Cuál fue el verdadero creador de las pelonas”. Se le atribuye a Monsieur Labarbe el invento del nuevo estilo del cabello corto: “De acuerdo con Monsieur Labarbe, no habrá dos mujeres que tengan el pelo corto de la misma manera. Antes de dedicarse a cortar, Monsieur Labarbe estudia la fisonomía de su cliente […] Después de un largo estudio procede a la aplicación de su arte”, describe el desplegado.

Jacobo Dalevuelta, reportero de El Universal, documentaba la forma de pensar de un estudiante preparatoriano: “Desde luego, no estamos conformes con que las mujeres se pelen: pero mucho menos lo estaremos con las feas. ¡Duro contra las feas que estén pelonas! No les toleraremos las pelucas. ¡O rapadas al cero o con trenzas como se ha usado desde los tiempos más remotos!”

Las jovencitas se llenaron de pánico en las calles capitalinas por los ataques de los jóvenes cuando las encontraban, a pesar de ocultar sus cabellos cortos bajo gorras de estambre. El 31 de julio de 1924, los cartones de Audiffred con el título “Atentados capilares”, muestran a una mujer completamente pelona llorando, y en otro, el ataque a otra por feroces “lobos”, dando tijeretazos en su cabellera.

Las muchachas de los locos años veinte –pocas, vale advertirlo– ya iban a la Universidad Nacional a estudiar medicina o derecho. Caminaban por las calles del centro de la ciudad. A muchos hombres de todas las edades les parecía incómodo verlas con pelo corto, se preguntaban si habían perdido la feminidad. No les quedaba claro si eran hombres o mujeres, ya que la costumbre de traer las piernas ocultas por las faldas largas se había perdido, así como las curvas que acentuaban los viejos corsés.

En México, los enemigos del pelo corto comenzaron a llamar a las muchachas “pelonas”, y si este asunto se hubiera quedado nada más en el sobrenombre, tal vez no sería digno de ser narrado hoy en día. Pero del apodo insultante pasaron a las agresiones. El Universal Gráfico narraba en el verano de 1924:

En algunas zonas del barrio universitario llegaron a librarse pequeñas batallas campales, pues algunos compañeros o amigos de las flappers estudiantes entraron en su defensa, ahuyentando a golpes a las fuerzas de la tijera agresora. Los de Medicina se trenzaron en pelea con los de la Escuela Normal por unas “pelonas” […] Los de Medicina se enfrentaron con los de la Nacional Preparatoria en defensa de sus condiscípulas pelonas. Los cadetes del heroico Colegio Militar entraron también al quite, y asumieron “con una cuestión de honor” defender a las “pelonas”.

Las muestras de apoyo en las calles también crecieron. Por la calle de Niño Perdido (hoy Eje Central) los choferes de los camiones gritaban mientras manejaban: “Aquí se protege a las pelonas”, “¡Arriba las pelonas!, ¡Les cobramos la mitad!”

En 1924 y 1925 el periódico El Universal exponía los casos de las chicas agredidas y las cartas enviadas en su defensa. El 10 de agosto de 1924, El Universal Ilustrado publicó: “La tragedia de las pelonas”, donde relata con dibujos el “sacrificio al que eran propensas de seguir tal moda”. El 8 de octubre de 1925, apareció en la misma revista el desplegado: “Ultrapelonicemos la vida”, que expresaba que cortarse el pelo tan corto “no era ya un tema de higiene y comodidad, ni siquiera de estética, sino de paz para la inteligencia y el corazón”. Caricaturistas como Audiffred caracterizaban el “rapismo” de las pelonas. En un cartón publicado el 26 de julio de 1926 en El Ilustrado, puede verse cómo personifica a las mujeres del pasado, con grandes cabelleras y vestidos largos; a las del presente, con vestidos y cabello cortos; y a las del futuro, casi desnudas, fumando y completamente pelonas.

El espíritu de modernidad que permeaba los hábitos y el pensamiento femeninos resultaba una afrenta al tradicionalismo que las mujeres debían guardar para ser aceptadas socialmente. Con su tenacidad, las pelonas lograron sobrevivir sin regresar a las trenzas del pasado.

Liberación femenina

Por fin llegó la liberación ansiada. En la década de los años veinte, las flappers o “pelonas” mexicanas reivindicaron el movimiento feminista. Así surgen mujeres como Cube Bonifant, quien caracterizó a las flappers desde El Universal Ilustrado; la feminista Elena Arizmendi quien, hacia 1923, escribía para la revista Feminismo Internacional, donde se demandaban sus derechos laborales y a la educación. Pero también tenemos figuras como Antonieta Rivas Mercado, Tina Modotti o Carmen Mondragón –más conocida como Nahui Olin– en el ambiente cultural de la alta sociedad mexicana, quienes fueron influenciadas por el flapperismo y se convirtieron en rudas defensoras de los derechos de las mujeres.

Hijas de la revolución sexual de los años veinte y sobrevivientes de la gran guerra, estas mujeres pertenecieron a una generación pensante que conquistó la libertad para disponer de su cuerpo, sus ideas e ideales. Las mujeres descubren que tienen un cuerpo por explorar, mujeres que asumieron en la sociedad papeles acordes con el modelo capitalista. Así surgen las que ingresaron al mercado de trabajo, en la industria (en este caso el cine), los centros de diversión o los grandes almacenes; mujeres a quienes se ofrecen nuevas formas de diversión ligada a los clubes, los restaurantes o los paseos, donde se mezclaba el alcohol, el cigarro, el baile, el jazz.

No todas las flappers fueron mujeres intelectuales, hubo quienes adoptaron esta moda como una manera de ir a la vanguardia, influenciadas especialmente por las revistas que informaban sobre la moda en el vestir.

El estudio de los periódicos y revistas de la década de los veinte es interesante porque subraya el proceso de transculturación que se dio entre México y Estados Unidos.

A cien años de aquellos “locos años veinte” la mujer continúa luchando por el derecho a decidir sobre su cuerpo y por una sociedad sin violencia, ya no por defender su libertad a traer el pelo corto, sino por la igualdad de derechos frente al hombre y busca eliminar la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres y, sobre todo, el feminicidio. Esta es la mujer de “los locos años veinte” del siglo XXI.

PARA SABER MÁS

  • Miquel Rendón, Ángel, Los exaltados. Antología de escritores sobre cine en periódicos y revistas de la ciudad de México, 1896-1929, México, Centro de Investigación y Enseñanza Cinematográfica-Universidad de Guadalajara, 1992.
  • Saborit, Antonio (coord.), El Universal Ilustrado. Antología, México, FCE, 2017.
  • Película Santa (1931), en <https://cutt.ly/LRMoXMG>
  • Las flappers, las pelonas que transformaron a México, en <https://cutt.ly/zRMa4cR>
  • The Flapper (1920), película protagonizada por Olive Thomas, cine mudo, en <https://cutt.ly/xRMa68i>

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