Las demandas reprimidas del movimiento médico

Las demandas reprimidas del movimiento médico

José Luis Gómez de Lara
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Guadalajara

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 55.

A la protesta estudiantil de 1968 le precedió, tres años antes, la de los médicos, la cual acabaría intimidada y desmantelada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Comenzó y terminó con reclamos salariales legítimos en la capital, ampliados luego a los estados, que daban cuenta de los problemas laborales en la salud pública.

Manifestación de los médicos por la Av. Juárez rumbo al zócalo, 26 de mayo de 1965. AGN, Revista Tiempo 100/14-B.

A finales del gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964) y principios del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), ocurrió uno de los conflictos laborales más importantes de los últimos 30 años del siglo XX: el de los médicos residentes e internos del Hospital 20 de Noviembre, del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), quienes demandaban mejoras salariales y seguridad en el trabajo. Comenzó un 26 de noviembre de 1964, después de un largo tiempo en que las condiciones de los médicos internos de todo el sistema de salud del país se mantenían estancadas. La principal causa fue que no recibirían tres meses de sueldo por concepto de aguinaldo. En medio del asombro y la desesperación, los cuatro jefes de residentes del hospital, a quienes también se les había negado el pago, organizaron un comité de negociación frente a las autoridades hospitalarias para investigar por qué no habían recibido el aguinaldo. Ante la indiferencia, los jóvenes médicos acordaron un paro oficial de labores y continuar sólo con la atención a los enfermos que se encontraban graves. El paro de actividades se prolongó un año y llegó a su fin cuando un regimiento de granaderos cumplió con la orden de desocupar el edificio del Hospital 20 de Noviembre del personal ahí apostado.

Causas

Todo comenzó por la mañana, cuando los 200 médicos residentes que laboraban en este hospital, esperaban el pago del aguinaldo. En los pasillos, los internos comentaban lo que pensaban hacer al recibir el pago. Sus jornadas laborales se extendían más allá de las horas normales que les correspondían, no recibían el mejor trato de sus superiores y los ingresos como médicos internos o becario rondaban los 400 pesos mensuales, cuando sus colegas de planta percibían 1 500 pesos al mes.

Días antes había surgido el rumor de que se les negaría la prestación anual de aguinaldo. Hubo dudas y angustia, esperanzas de que sólo se tratara de una broma, pero terminó por ser confirmada por el doctor José Ángel Gutiérrez Sánchez, director del hospital. El aguinaldo, que se entregaba desde tres años antes, esta vez no se haría efectivo. La respuesta fue una ola de protestas y la adopción de una huelga parcial. Con rapidez, desde otros hospitales se decidió apoyarlos. Los médicos residentes e internos del Hospital Juárez de la Secretaría de Salubridad y Asistencia (SSA), del Hospital Colonia, el Servicio Médico de los Ferrocarrileros, el Hospital San Fernando del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Hospital General de México se adhirieron al movimiento al no recibir tampoco la bonificación. Los periódicos nacionales informaron al día siguiente que había 670 médicos en paro y que, al parecer, el dinero de los aguinaldos había sido destinado a la construcción de obras.

En efecto, en 1964 grandes cantidades de dinero se habían destinado a la construcción de 3 221 viviendas repartidas en tres unidades habitacionales: la Unidad Independencia en el Distrito Federal, la Unidad Hidalgo en Manzanillo y la Unidad de Ciudad Sahagún en Hidalgo; se crearon 61 centros de seguridad social, 46 hospitales y 189 clínicas con un total de 7 089 camas. A este periodo se le conoce como desarrollo estabilizador. El entonces secretario de Salud, Rafael Moreno Valle, explicó que “ante un rápido crecimiento poblacional en México (34 923 000 habitantes), era necesaria la construcción y edificación de viviendas, hospitales y centros de salud que atendieran a esta nueva población”. Como señaló Díaz Ordaz en su primer informe de gobierno, el objetivo fue impulsar por todos los medios el desarrollo económico del país, pero a qué costo: recortando el presupuesto social, especialmente a la salud y a la educación, siendo los afectados miles de jóvenes de clase media que anhelaban educación y un futuro laboral asegurado.            

Mientras que Díaz Ordaz se esforzaba por preservar el llamado “milagro mexicano”, orgullo de la nación ante los ojos del mundo, los médicos internos estaban pagando caro las consecuencias de este “milagro”. Además de haberles negado el pago de su aguinaldo, ante su indisciplina, todos ellos fueron despedidos de inmediato. Los médicos internistas, al saber lo ocurrido, intentaron acercarse con el administrador del Hospital 20 de Noviembre, el doctor Javier de la Riva, pero este se negó a recibirlos. Al haber fallado sus intentos de diálogo convocaron a una junta en el auditorio del hospital y, cerca de la medianoche, internistas y residentes iniciaron un paro.

Los residentes, molestos por las resoluciones tomadas por las autoridades del hospital, convocaron a una nueva reunión en el auditorio, y con el apoyo de internos y residentes de otros nosocomios, crearon la Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internos (AMMRI). El movimiento médico nacional había comenzado.

Protestas y demandas

La asociación, independiente de toda organización sindical, tuvo entre sus primeras actividades la elaboración de un pliego petitorio, en el cual exigían la pronta resolución de los siguientes puntos:

1. Restitución total en sus puestos, sin represalias de ningún tipo a los médicos cesados de los hospitales.

2. Revisión legal y cambio de los términos e incisos del contrato beca que firman los médicos antes de entrar a desempeñar sus funciones, con las siguientes sugerencias para la determinación de sueldo base: alumno interno, 1 200 pesos; pasante interno, 1 500 pesos; médicos residentes: primer año, 2 000 pesos, segundo año, 2 500 pesos, tercer año, 3 000 pesos; residentes de más años, 500 pesos anuales sobre el sueldo anterior.

3. Preferencia para ocupar plaza de base.

4. Participación de los residentes en la elaboración de planes y programas de estudio.

5. Solución satisfactoria a los problemas particulares de cada hospital.

Aunque a los miembros de la AMMRI les preocupaba si lograrían tener apoyo de sus colegas en otras instituciones que no se encontraban en las mismas condiciones laborales que ellos, a la semana siguiente de haberse llevado a cabo el primer paro laboral, residentes e internos de los hospitales Cruz Roja de Puebla, Hospital Civil de Toluca, Hospital Regional de Monterrey, ISSSTECALI de Tijuana, Hospital General de Tulancingo y de Pediatría de Guadalajara anunciaron su apoyo al movimiento. El 5 de diciembre de 1964, la Comisión de Prensa de la AMMRI informó que 20 hospitales del resto del país estaban en paro.

El 8 de diciembre de 1964, los médicos internos buscaron entrevistarse con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, para abordar directamente el grave problema que enfrentaban los diferentes hospitales donde prestaban sus servicios. El día de la entrevista ocurrió un espectáculo inusitado, ya no sólo en el interior de los hospitales, sino en las propias calles de la ciudad: 1 326 pasantes, médicos internos y residentes, hombres y mujeres, desde tempranas horas de la mañana, se concentraron en el zócalo capitalino, frente a Palacio Nacional, levantando pancartas con sus demandas y solicitando ser escuchados por el presidente. A las 13:00 horas, un comité de 15 médicos, encabezados por el doctor Rafael de la Torre, representante de la AMMRI, fueron recibidos por Díaz Ordaz en Palacio Nacional.

Al término de la entrevista, los médicos asentados en el Zócalo se reunieron en el Aula Magna del Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional. Escucharon por tres horas el informe del comité y esa misma tarde tomaron la decisión de continuar el paro en todos los hospitales, entregar el listado de peticiones a los funcionarios públicos correspondientes y, por supuesto, no desatender los casos de emergencia que se presentaran. Pasada la Navidad y el Año Nuevo, la noche del lunes 18 de enero de 1965 se celebró una asamblea en el aula José Terres del Hospital General de México, durante la cual se constituyó la Alianza de Médicos Mexicanos (AMM), y se logró unificar a casi todos los profesionistas de esa rama en el país: médicos de mayor renombre y antigüedad que los pertenecientes a la AMMRI. El lema adoptado por la Alianza fue “Por la salud del pueblo, la unidad médica y el progreso de la medicina en México”.

El primer consejo de la Alianza lo integraron varios médicos, muy prestigiados, y sus dos primeras acciones fueron: 1) El tratamiento de la petición de cinco puntos planteada por la AMMRI, y 2) se solicitaría una entrevista con el presidente de la república para solicitarle su intervención directa y solución del conflicto. Fue el momento en que el presidente tomó en serio el movimiento y las demandas de los becarios. No estaba frente a un grupo de jóvenes inexpertos, sino que ahora se enfrentaba a un grupo de un estatus superior a la AMMRI. Ante el peso que representaba el grupo, Díaz Ordaz optó por aceptar la entrevista, la cual se realizó el 22 de enero en Palacio Nacional. El presidente se comprometió a hacer todo lo posible para cumplir con el pliego petitorio y resolver el problema médico nacional a cambio de que se levantara el paro. El 20 de abril los periódicos nacionales informaban de un tercer paro por parte de los residentes e internistas porque hasta esa fecha no se había hecho nada para resolver sus demandas, a pesar de las disposiciones presidenciales de enero.

Los días pasaban y los jóvenes comenzaron a manifestar cansancio y desesperación. En las reuniones se dieron discusiones entre ellos. Diez días después, el 2 de mayo de 1965, la Comisión de Prensa de la AMMRI anunció a las autoridades que, para poder levantar este tercer paro, los médicos residentes e internos exigían el pago de 16.66% de sueldo mensual, correspondiente al fondo de ahorro, sin descontarlo del sueldo. La respuesta de las autoridades ante esta demanda fue otra vez de rechazo total. Lanzaron un ultimátum a los médicos para que volvieran a sus labores, fijando como fecha de vencimiento el 17 de mayo, a partir de la cual se levantarían actas por abandono laboral.

El 26 de mayo se efectuó una manifestación a la cual se incorporaron las enfermeras. Cerca de 4 000 médicos, enfermeras y otros trabajadores de la salud, desfilaron hacia el Zócalo en busca de entablar un diálogo con el presidente. En su camino se toparon con grupos de agitadores quienes les lanzaron piedras, botellas y jitomates. Pero los médicos tenían el apoyo de un sector de la población. Al acercarse a la Plaza de Constitución se encontraba un grupo de mujeres que sostenía mantas en las que se podía leer: “Las madres mexicanas apoyan a los médicos y ¿quién entre ustedes no necesitará médico? Hay que apoyarlos.”

El 29 de mayo a las 22:00 horas, en sesión llevada a cabo en la antigua Escuela de Medicina, la AMMRI decidió levantar el paro a través de una votación. Con 1 370 votos a favor y 870 en contra, por tercera vez los jóvenes residentes acordaron levantar el paro que iniciaron 41 días antes y retornaron a sus labores sin haber conseguido sus objetivos. El Comité de Prensa de la AMMRI informó a los periódicos que sostuvieron una plática con el licenciado Joaquín Cisneros, con quien acordaron los siguientes puntos: no sería cesado ninguno de los becarios; las actas por abandono de empleo serían destruidas; los salarios caídos se pagarían de inmediato y reanudarían pláticas con las autoridades para liquidar los asuntos pendientes. También se anunció que todos los residentes e internos regresarían a laborar a partir del 3 de junio.

El 14 de agosto regresó el descontento. Los hospitales de la Cruz Verde y los infantiles del Departamento del Distrito Federal suspendieron labores. Días después, los residentes e internos del Hospital 20 de Noviembre también efectuaron un paro, argumentando que los acuerdos de julio no habían sido respetados. No había marcha atrás, los miembros de la AMM convocaron a un paro nacional el día 23 de agosto, si para entonces no se cumplía con el pliego petitorio entregado el 8 de abril. La prensa anunció la total paralización de los hospitales, clínicas y demás establecimientos de asistencia, que tenía el objetivo de expresar al gobierno y a la opinión pública su inconformidad con las respuestas oficiales a sus solicitudes. El cuarto paro había comenzado, pero esta vez, las negociaciones iban a ser distintas.

Represión y fin

A unos días de celebrarse el primer informe de gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, las autoridades gubernamentales decidieron ponerle fin al movimiento. El Centro Hospitalario 20 de Noviembre, el Hospital Colonia de los Ferrocarriles, así como el Hospital de Pediatría del Centro Médico del IMSS, fueron ocupados por un contingente de 100 granaderos obligando a todo el personal a desalojar los edificios. El director del ISSSTE, Rómulo Sánchez Mireles, encabezó el contingente hasta el interior del Hospital 20 de Noviembre y ordenó a todo el personal que desocupara el edificio antes de diez minutos. Cerca de 500 médicos y enfermeras fueron golpeados y arrojados a la calle y sus puestos ocupados por médicos militares y enfermeras, quienes se encargaron de proporcionar servicios y atenciones urgentes en el hospital.

A la intervención policiaca siguieron las expulsiones y las órdenes de aprehensión por responsabilidad profesional por la muerte de pacientes. En declaración para la prensa, Rómulo Sánchez Mireles comentó que, ante la seria emergencia que se presentó al no haber quién atendiera a 65 enfermos de extrema gravedad, mandó a desalojar el hospital. El 29 de agosto los periódicos publicaron que unos 200 médicos serían consignados y posiblemente encarcelados, bajo acusación de homicidio y otros delitos, ya que, desde el primer día de huelga, fallecieron seis personas en el Hospital 20 de Noviembre al ser abandonados por los médicos. Ante estas falsas interpretaciones, los paristas indicaron que ninguno de los enfermos fue desatendido y, si alguno llegó a fallecer, fue por complicaciones de la enfermedad que lo aquejaba, pero por ningún motivo fue abandonado. Desde que inició del movimiento se montaron guardias con el fin de atender emergencias y casos graves.

El movimiento médico había llegado a su fin. Ante la incapacidad del gobierno para formular soluciones que apaciguaran la situación, se prefirió reprimir y aplastar al movimiento con el autoritarismo y violencia que había mostrado Gustavo Díaz Ordaz cuando fue secretario de Gobernación de Adolfo López Mateos, en las movilizaciones de 1958. En palabras del escritor José Agustín, el pueblo supo, a partir de este momento, cuáles serían los métodos de disuasión del nuevo ejecutivo. Tres años después, Díaz Ordaz aplicó este mismo método violento en las manifestaciones juveniles y con la matanza de Tlatelolco.

Aunque el gobierno de Díaz Ordaz es recordado por el 2 de octubre de 1968, no hay que olvidar que la herida comenzó a abrirse con el movimiento médico de 1965, el cual puede ser considerado como el antecedente del movimiento estudiantil de 1968, como una expresión de movilización de grupos sociales mayormente urbanos que no recibieron atención de sus peticiones. El movimiento fue desintegrado por medio de la intimidación y la represión por parte del Estado.

PARA SABER MÁS

  • Agustín, José, Tragicomedia Mexicana 1. La vida en México de 1940 a 1970, México, Planeta Mexicana, 1990.
  • Casas Patiño, Donovan, Sergio Reséndiz-Rivera e Isaac Casas, “Reseña cronológica del movimiento médico 1964-1965”, Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina, 2009, en <https://cutt.ly/oR9R4Xt>
  • Krauze, Enrique, El sexenio de Díaz Ordaz, México, Clío, 1999. Pozas Horcasitas, Ricardo, La democracia en blanco. El movimiento médico en México, 1964-1965, México, Siglo Veintiuno, 1993.

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