Fototeca Pedro Guerra

Fototeca Pedro Guerra

Cinthya Edisa Cruz Castro Ricardo Pat Cha Fototeca Pedro Guerra

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 35.

La visita a Mérida de Porfirio Díaz en 1906, la campaña de Francisco I. Madero y Pino Suárez en la región, las giras de Salvador Alvarado y el ejército constitucionalista, el arribo de Plutarco Elías Calles, movimientos políticos y sociales en el Estado, así como fotografías artísticas o arqueológica, que llegan hasta décadas recientes, forman parte de este acervo de más de 500 000 imágenes, resguardadas en la Universidad Autónoma de Yucatán.

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La historia de la fotografía en Yucatán tiene su origen en el temprano siglo XIX, a pesar del alejamiento y la condena de “provinciana” que le legó su ubicación geográfica. Ese “provincialismo” le otorgó, pese a la sorpresa de algunos historiadores e investigadores de la imagen, las facilidades para que en abril de 1841 llegara el primer fotógrafo a la península yucateca: el barón Emmanuel von Friedrichsthal, agregado diplomático de la delegación austriaca en Estados Unidos, por recomendaciones de Alejandro von Humboldt y W. Hickling Prescott, quienes estaban deslumbrados por los “maravillosos” vestigios arqueológicos que existían en la península de Yucatán. Su nombre aparece citado en un artículo periodístico del Museo Yucateco (1841) donde se explica que, atraído por la arqueología, el barón llevó consigo una cámara para hacer tomas al daguerrotipo de las “ruinas” mayas, con el propósito de “dibujar sus edificios” y posteriormente mostrar sus imágenes en la Academia de París. El barón fue el primer daguerrotipista en Yucatán, que ofreció comercialmente el trabajo de retratos, llegando a establecer un comercio fotográfico en la capital yucateca en tiempos tan tempranos como 1841. Como había comprado el diseño francés acromático y realizado pruebas con John William Draper, profesor de química en la Universidad de Nueva York, quien a su vez había experimentado con la nueva tecnología, Friedrichsthal produjo buenas imágenes, con buen dominio de la técnica, pese a sus constantes quejas por el clima y los vientos, que le causaban complicaciones en el momento de hacer tomas externas.

Otros extranjeros que visitaron Yucatán y utilizaron daguerrotipos para obtener imágenes de las ruinas mayas fueron el viajero y escritor estadunidense John Loyd Stephens y el grabador y dibujante inglés Frederick Catherwood, quienes emprendieron dos viajes a Yucatán, el primero en 1839 y el segundo en 1842. Catherwood recurrió a la cámara lúcida drawing, sistema antecesor de la fotografía con la cual numerosos viajeros, corresponsales gráficos, científicos del nuevo y el viejo mundo realizaron dibujos de gran calidad.

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No tardó mucho para que los yucatecos mismos comenzaran a practicar este arte, entre ellos, la familia Espinosa Rendón (1860–1863) y los Guerra (1877–1970), quiénes hicieron de la fotografía una tradición que es practicada hoy en día. Los últimos perduraron más de 90 años en el mercado yucateco, siendo la fotografía de estudio la más practicada. Retrataron la fisonomía de Yucatán, cada yucateco (nos atreveríamos a decir que un 80 por ciento) fue fotografiado por ellos. A la fecha se conservan poco más de 250 000 imágenes de su autoría en la Fototeca Pedro Guerra, de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán.

Esta fototeca surgió del Estudio Guerra, fundado en 1877 por Pedro Guerra Jordán y el español José huertas, originalmente llamado Fotografía Artística y Cía., y donde Guerra aprendió el oficio. Poco tiempo después, por motivos personales, Huertas dejaría la ciudad –anunciándolo en la prensa- y Guerra Jordán adquiriría el estudio, a cambio de enseñarle la técnica de colodión húmedo.

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Guerra compartía la visión del progreso porfirista, así como una ideología tradicionalista y ortodoxa, acorde a su período de formación social en la segunda mitad del siglo XIX. Estos aspectos se verían reflejados en la mayor parte de su trabajo fotográfico: desde los retratos que mostraban la moda europea y los objetos que buscaban resaltar la actitud refinada de la clase “pudiente”. La fama de Guerra crecería a la par que la de la clase política, la cual compartía su visión del progreso, lo que se expresó claramente durante la visita del general Porfirio Díaz a la ciudad de Mérida en 1906, y en la que el fotógrafo cubrió la llegada del presidente al puerto de Progreso y las cenas otorgadas en las casonas de los hacendados, punto máximo del afrancesado séquito porfiriano. Guerra implementó métodos modernos y la utilización de materiales sensibles como la placa seca de gelatina, que aceleró el tiempo de la toma en la fotografía; también llegó a desarrollar la toma nocturna por medio de polvos de magnesio, hecho novedoso para la época. Después de 34 años frente al estudio, falleció el 29 de octubre de 1917 quedando a cargo del negocio familiar su hijo, Pedro Guerra Aguilar, quien seguiría en parte las prácticas, técnicas y costumbres fotográficas de su padre, logrando consolidar la fama del Estudio Guerra, incluso a través de asociaciones fotográficas para compartir técnicas y procesos para formar nuevos fotógrafos. Guerra Aguilar introdujo novedosas y rápidas técnicas de copiado como el Fotostat y complementó el taller de fotograbado mediante la inclusión de una gran imprenta. Su legado sería inmenso, puesto que a la par de los avances tecnológicos que introducía, los daba a conocer en medios fotográficos, como Yucatán Fotográfico, revista que pretendía ayudar a los aficionados y dar a conocer los nuevos avances tecnológicos, así como dar realce a la asociación que presidia y hacer accesibles los conocimientos que permitieron dar mayor impulso al auge fotográfico en la península.

Guerra Aguilar fallecería en octubre de 1959 dejando como sucesor del negocio familiar a su sobrino José Castellanos Guerra. En suma, toda la familia estuvo involucrada en el negocio; padre e hijo a cargo de las tomas fotográficas dentro y fuera del estudio, y las mujeres en la administración y contabilidad del mismo, aunque también posaron para la imagen de las propagandas publicitarias y la fotografía artística. Sin embargo, después de tres generaciones de labor fotográfica en el sureste, el estudio fue desmantelado debido a la gran competencia de negocios fotográficos que ya había en Mérida. Años más tarde, la propietaria de los negativos, Josefina Gual de Castellanos, vendió los primeros en soporte de vidrio a la Universidad Autónoma de Yucatán en 1970, los cuales fueron depositados en la Biblioteca Central de la misma casa de estudios, y en 1975 fueron llevados a la Facultad de Ciencias Antropológicas debido a la temática de las fotografías. Junto con el traslado del material, se conformó un equipo de trabajo que se dedicó a investigar el acervo para después comenzar con las labores de conservación de más de 250 000 negativos.


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 La temática que podemos encontrar dentro de esta primera parte de negativos es fundamentalmente histórica, pues corresponden a retratos. Más tarde con la introducción de la plata gelatina sobre vidrio, los fotógrafos pudieron registrar personas y objetos en movimiento, como fueron los sucesos de la llegada de Porfirio Díaz en 1906, posteriormente la campaña de Madero y Pino Suárez en la región, las giras de Salvador Alvarado y el ejército constitucionalista; el arribo de Plutarco Elías Calles a Mérida, entre otros movimientos políticos y sociales, sin dejar de lado las fotografías artísticas, de estudio, de arqueología, de la ciudad, de las haciendas, del teatro, entre otras.

La segunda parte del acervo se adquirió en 1987, conformado por negativos de nitrato de celulosa, diacetatos de celulosa, triacetatos y modernas películas de poliéster y color. La temática de esta última parte es mayormente de retratos de estudio.

 El de Salvador Badía es un fondo pequeño, constituido por 126 negativos con la técnica de plata/gelatina sobre vidrio, todos sobre arqueología, con firma y nombre del sitio retratado sobre el negativo. Badía trabajó en el Estudio Guerra, siendo aprendiz y colaborador de Pedro Guerra Jordán. Una vez que aprendió el oficio, abrió su propio negocio en el puerto de Progreso, Yucatán. En la actualidad se desconoce si quedan negativos de este autor.

Otro fondo del archivo es el Cámara Zavala, quién después de completar sus estudios en Estados Unidos retrató Mérida durante la primera mitad y parte de la segunda del siglo XX. Ofrece diversas técnicas fotográficas, tales como placa seca de gelatina, la película flexible en blanco y negro y a color e impresiones vintage, así como también una libreta pequeña en la que, por medio de recortes y anotaciones, conocemos las diferentes preferencias del autor sobre procesos de revelado y fijado de películas, lo cual ayuda no sólo en la conservación del material, sino también en el estudio de este mismo fotógrafo y de sus imágenes, los costos de producción, películas y procesos de revelado, técnicas de impresión, adaptación de fórmulas así como técnicas de revelado rápido para el trabajo dentro del estudio. Entre las aportaciones al estado de Cámara Zavala están la cámara de 35mm que fotografió al cineasta ruso Einsentein en la ciudad de Izamal durante las grabaciones de la inconclusa cinta “¡Viva México!” y las tomas aéreas de la ciudad de Mérida con las que registró su crecimiento en la década de 1930. Retrató personajes importantes para el teatro yucateco, como la familia Herrera, entre los que se encontraba el destacado actor Daniel Chino Herrera. Finalmente, ganó prestigio por ser un gran fotógrafo de prensa así como de estudio, el cual tuvo por un tiempo en un local ubicado dentro del teatro José Peón Contreras.

El fondo Valladolid está conformado por imágenes digitales que fueron escaneadas por el personal del archivo mediante un proyecto para rescatar la memoria de esta localidad. Las fotografías corresponden a los años 80 en soporte flexible y a color mayormente, tomadas por foto-aficionados y fotógrafos locales y donadas por la población. Entre ellas pueden encontrarse bodas, celebraciones, primeras comuniones y fotografías tomadas en la plaza principal.

El archivo Guerra nos abre una mirada amplia, general, de las distintas localidades del Estado de Yucatán. De igual manera, nos acerca visualmente a las diferentes tecnologías fotográficas empleadas en cada época, además de a la gente, su vestir, sus costumbres, entre otros temas. También contiene imágenes particulares sobre la historia de la universidad a partir de la década de 1980, tomadas por el fotógrafo José Marcial Heredia, así como un pequeño acervo de videos sobre los primeros programas de televisión universitaria en VHS, mayormente.

Actualmente alberga ocho fondos, siendo el principal y el de mayor volumen el de la familia Guerra. Sin embargo, debemos considerar que este archivo preserva solamente una parte de la historia de Yucatán; falta aún investigar la situación de las imágenes de los 61 estudios fotográficos restantes, que representan el 65% del acervo yucatanense, cuyas historias aún desconocemos.

Este año, la Fototeca Pedro Guerra cumple 40 años resguardando parte de la memoria visual de Yucatán. La sociedad, la cultura, la política, la urbanización por la que ha transitado Mérida, sus personajes, el legado arquitectónico e histórico le dan sentido por lo que en buena parte este año pretende renovar el vínculo entre su acervo y la sociedad, la cual desconoce su pasado, buscando su participación y consecuente retroalimentación.

La necesidad de resguardar, así como de crear un vínculo entre el usuario y el archivo, da sentido a la Fototeca, cuya misión es preservar la histórica gráfica del Estado de Yucatán, específicamente de la ciudad de Mérida, a través del vínculo con el pasado que contiene su riquísimo acervo, ya que en ella se encuentran retratados más de un siglo de historia. La idea de interacción con los usuarios, para la reactivación del archivo, va ligada por completo al origen histórico de esta y a la introducción de la fotografía en la península, como un caso sui géneris, muy distinto del ocurrido en el centro del país.

PARA SABER MÁS

  • Concha Vargas, Waldemaro, José Fuentes Gómez y Magnolia Rosado Lugo, Pioneros del retrato en Yucatán, Revista Alquimia N° 30, 2007, en https://goo.gl/9qZrRm
  • Olivera Zaldúa, María y Antonia Salvador Benítez, ed., Del Artefacto Mágico al Píxel. Estudios de Fotografía, Madrid, Universidad Complutense, 2014. https://goo.gl/IXWCIs
  • Velázquez-Zvierkova, Valentín, “Imagen y sociedad meridanas: Cien años de retratística de Fotografía Guerra”, Brújula, 2010, en https://goo.gl/ms4m5C

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