Un año después de que el gobierno del presidente Guadalupe Victoria declarara oficial la fecha del 16 de septiembre y de que se empezara a festejar en la ciudad de México, tuvo lugar la primera celebración en el estado de Michoacán. A partir de 1826, año tras año, si bien con algunas interrupciones, una junta formada por los vecinos de las ciudades importantes del país, más las autoridades, se encargó de organizar las fiestas cívicas septembrinas.
La ciudad de Valladolid (hoy Morelia), capital del estado de Michoacán y sede de un vasto obispado, no fue ajena al proceso. Como lo hicieran algunas otras ciudades de la república, influidas por la ciudad de México, los michoacanos se prepararon para conmemorar el día en que se inició la lucha por la independencia. En la sesión de cabildo del 1° de septiembre de 1826, el regidor del ayuntamiento de Valladolid, Juan Manuel González Urueña, propuso que se publicara un bando para dar lustre y solemnidad a aquel día, lo cual fue aprobado por unanimidad. Acto seguido, se votó que el mismo Dr. González Urueña arengara al pueblo la víspera del 16, día en el que habría paseo, y que la comisión presentase un plan acerca de qué debía hacerse para solemnizar el evento.
No disponemos del escrito correspondiente; sólo sabemos que el cabildo lo aprobó en la sesión del 5 de septiembre, igual que el bando para su publicación y el convite, y que en esa reunión se eligió a tres regidores para que, junto con el alguacil mayor, salieran con el bando que debía anunciar las actividades del 16. Para la música, adorno e iluminación, se emplearon 50 pesos de los fondos municipales y el ayuntamiento cubrió el dinero faltante, con las aportaciones de los regidores.
Aun cuando la corporación municipal debió invitar formalmente al cabildo eclesiástico al paseo vespertino y a la función en la iglesia, no lo hizo, ocasionando la inconformidad de esa jerarquía, la cual protestó de inmediato. Al hacerse las averiguaciones, los regidores comprendieron que la falta de papel obligó a Martínez, secretario del cabildo, a no considerar a los capitulares para el convite. A fin de corregir el equívoco, nombraron una comisión que se presentara a ofrecer una disculpa. Desde ese momento, ambas corporaciones trabajaron coordinadamente en la organización de los festejos.
El ayuntamiento contribuyó al año siguiente con la cantidad de 200 pesos para solemnizar el aniversario del grito de Dolores. Asimismo aprobó un reglamento municipal, el primero que conocemos para la ciudad en el siglo XIX y que transcribimos íntegro dado lo interesante del mismo. Dice a la letra:
1a. Los habitantes de esta ciudad adornarán en el referido día 16 las fachadas de sus casas, y en las noches iluminarán con el esmero que su patriotismo les inspire.
2a. Se prohíbe en el mismo día bajo la multa de 5 pesos el expendio de licores embriagantes, siguiendo vigente desde el 17 lo prevenido en el antiguo bando de la materia.
3a. El ebrio que se encuentre en las calles se destinará al trabajo de obras públicas por el tiempo de quince días o un mes en prisión.
4a. Los que quemaren cohetes los harán a lo alto, y el que los dirigiese hacia las calles pagará a más de 5 pesos de multa, los perjuicios que acaso resultaren.
5a. No se permitirá en la plaza principal, en la de San Juan de Dios, en las calles donde se verifiquen los paseos, ni en la calzada; que anden coches ni cabalgaduras en las horas de aquellos. Lo mismo se observará por la noche en la plaza principal hasta que se concluyan los fuegos bajo la multa de 5 pesos.
A los dos días de la fiesta, el Congreso de Michoacán expidió un decreto en que previno la asistencia del gobierno a la ceremonia en la iglesia los días de fiestas nacionales y, a partir de 1828, el gobernador del estado comenzó a asistir a las celebraciones del 16 de septiembre. Desde agosto se había presentado un presupuesto de los gastos de iluminación para la próxima fiesta y la Junta Patriótica determinó que el paseo cívico se hiciera, no a pie, sino a caballo. El día 12 de septiembre, el Congreso local cambió el nombre de la ciudad de Valladolid por el de Morelia, para honrar al caudillo José María Morelos y Pavón. La oración cívica en esa ocasión corrió a cargo del cura Manuel de la Torre Lloreda, uno de los autores intelectuales de la primera constitución política de la entidad.
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