De la diosa Tonantzin a la Guadalupana

De la diosa Tonantzin a la Guadalupana

Fernanda Isabel Lara Manríquez
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 51.

Construido para llevar agua de calidad al pueblo de Santa Isabel Tola, el acueducto más largo del país, con sus diez kilómetros de extensión, hoy fraccionado por distintas obras de infraestructura urbana, es una de las reliquias arquitectónicas del siglo XVIII que aún podemos apreciar y preservar.

16143. The Great Aqueduct of Mexico City from Guadalupe, fotografía estereoscópica, 1909. Biblioteca pública de Boston, PICRYL.

La antigua caja del Acueducto de Guadalupe se localiza en la alcaldía Gustavo A. Madero, al norte de la Ciudad de México, exactamente en el pueblo de Santa Isabel Tola. Es uno de los 132 pueblos originarios urbanos de la capital mexicana, y como el resto, tiene un origen prehispánico. Anteriormente conocidos como calpullis, estos espacios se caracterizan a la fecha por contar con un modo de vida basado, sobre todo, en un sistema religioso regido por un santo patrón o santa patrona, lo cual conlleva una organización social peculiar, que a su vez es herencia tanto de los antiguos habitantes, como del proceso de fusión cultural y religiosa que se dio con la conquista de la antigua Tenochtitlan. Otro rasgo relevante de los pueblos originarios urbanos es que la mayoría de las familias que los habitan lo han hecho en promedio por tres o cuatro generaciones, de manera que pueden encontrarse en ellos grupos de familias que comparten apellidos y se autoidentifican como naturales.

Estos espacios pueden además definirse por determinadas particularidades; esto es, por las características de sus calles o por lo que les resta de recursos naturales que los formaban en su origen, entre otros. Como en el caso de Santa Isabel Tola, estos pueblos conservan en su toponimia su nombre en náhuatl, junto con el nombre de su santo patrón o santa patrona. Todo esto los distingue en cuanto al modo de vida de quienes viven en las colonias que integran a casi toda la Ciudad de México.

En el caso del pueblo de Santa Isabel Tola, su fundación data del año 1246. Su nombre hace alusión a la palabra náhuatl Tollan, que quiere decir “lugar de tules o donde crecen los tules”. Por ello, el lugar que recorre el gran Acueducto de Guadalupe narra, además de la historia de su propia construcción, el relato de los antiguos caminos del peregrinar de los ancestros mexicas por la calzada que hoy se conoce como de los Misterios, construida por el que muchos reconocen como el primer y más importante ingeniero hidráulico en América, Nezahualcóyotl. Gracias a él y a su inventiva y creatividad, se hizo posible la separación de las aguas saladas y dulces de la antigua Tenochtitlan, lo cual favoreció la agricultura chinampera, única en su tipo.

Este camino de la travesía mexica se localiza al sur de la caja del Acueducto de Guadalupe, misma que ahora se encuentra en el Parque del Mestizaje, sobre las faldas del cerro Tecpayocan, y que fue el sitio donde los mexicas, que venían de Aztlán, prendieron por primera vez su fuego nuevo. Este se convirtió en un centro de reunión para los peregrinos que depositaban su fe en la diosa Cihuacóatl, también llamada Tonantzin o “Nuestra Madre”, por ser símbolo de las fuerzas femeninas de la fertilidad. Representaba el origen de la vida y todas las cosas, era la parte femenina de la dualidad de la creación. Historiadores como Miguel León Portilla establecen una relación entre la creencia hacia Tonantzin y la creencia en la virgen de Guadalupe, pues consideran que durante la colonización se sustituyó a la primera por la segunda. De manera que el antiguo adoratorio de la diosa mexica se fue transformando paulatinamente en el de la virgen de Guadalupe, y su basílica llegaría a ser el santuario católico más importante del mundo después de la plaza de San Pedro en Roma.

Con la conquista de Tenochtitlan hubo otros cambios importantes, derivados de las obras hidráulicas españolas, pues se enfrentaron al reto del manejo de la abundancia del agua existente en el espacio al que recién habían llegado. Desde tiempos prehispánicos, las inundaciones resultaban frecuentes y los antiguos pobladores habían encontrado diversas maneras de reducir los problemas que implicaban. Sin embargo, con las modificaciones a los diversos ríos, lagos y canales llevadas a cabo por los españoles, las inundaciones y problemas sanitarios, principalmente las epidemias de tifoidea, fueron en aumento.

Así, entre las obras hidráulicas que se realizaron en la época colonial, se construyeron diversos acueductos. Muchos consideran que la más importante, por su función y por su longitud, fue el Acueducto de Guadalupe. Esta larga obra de ingeniería hidráulica fue construida a mediados del siglo XVIII, con el propósito de hacer llegar agua al pueblo de Santa Isabel Tola, que carecía del vital líquido con calidad. Condujo el agua desde el río Tlalnepantla, localizado en el municipio del mismo nombre, en el Estado de México.            

El hecho de que el acueducto en cuestión conectara hidráulicamente este extenso territorio del centro del país da cuenta de su longitud, así como de su esplendor. Según refieren las fuentes consultadas, su construcción fue de hecho breve para las dimensiones con que finalmente contó, pues se realizó en ocho años: a partir de 1743, durante el gobierno del virrey Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara; hasta 1751, en el mandato de Juan Vicente de Güemes, segundo conde de Revillagigedo.

El Acueducto de Guadalupe es el más antiguo de la capital de la república mexicana, y es, a su vez, el de mayor longitud, pues cuenta con diez kilómetros de largo y 2 287 arcos. Resulta interesante que en su diseño original el agua pasara por túneles y al aire libre, lo que seguramente resaltó su majestuosidad.

A lo largo de los siglos, pero principalmente en el siglo XX, con las transformaciones espaciales que tuvieron su origen en el proceso de urbanización que requirió de la construcción de carreteras y avenidas para conectar a la ciudad de México con otros estados del país, el Acueducto de Guadalupe fue cortado en varios fragmentos, perdiendo así toda posibilidad de recuperar la función por la cual fue creado, es decir, de hacer llegar agua al pueblo de Santa Isabel Tola.

No obstante, su prolongado camino, tanto por el territorio como por el paso de los años, hace de él un espacio de gran interés. Es un sitio significativo, histórica y arquitectónicamente hablando, por lo que además de visitarlo es importante preservarlo, al igual que los alrededores del espacio en el que se encuentra. Actualmente hay habitantes de la ciudad de México que lo recuerdan aún rodeado de terrenos para la siembra en el tiempo en el que la capital mexicana conservaba más rasgos rurales. Por ello lo cuidan y no faltan quienes hacen ejercicio en sus alrededores. En suma, visitar y recorrerlo permite viajar en el tiempo y echar mano de la imaginación.

PARA SABER MÁS

  • Ciudad de México. Crónica de sus delegaciones, México, Gobierno del Distrito Federal, 2007.
  • Portal Ariosa, María Ana, “El desarrollo urbano y su impacto en los pueblos originarios de la ciudad de México”. Alteridades, 2013, en <https://cutt.ly/Qf3VbvX>
  • Ramírez de Alba, Horacio, “El Acueducto de Guadalupe, monumento histórico en riesgo”, CIENCIA ergo-sum, 2013, en <https://cutt.ly/Vf3VdWV>
  • José Antonio Sandoval, “El acueducto más largo de la ciudad”, El Universal, 8 de febrero de 2017, en <https://cutt.ly/3f3Vp4h>


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