Cómo se hacía deportes en el siglo XIX

Cómo se hacía deportes en el siglo XIX

Laura Suárez de la Torre
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 59.

Hacia 1850 la gimnasia se convirtió en el mayor atractivo entre los deportes en instituciones educativas para trabajar y fortificar el cuerpo. También lo fue la esgrima, aunque como práctica privada y afianzada en el ejército, a la par del interés por la natación. Luego vendrían el futbol –introducido en Hidalgo por los mineros ingleses–, así como el ciclismo, el tenis y el cricket.

En la actualidad hacer deporte constituye una parte sustancial de nuestra vida, aunque no de todos, pero sí está presente como una tarea pendiente. Se le relaciona con una existencia saludable, con un cuerpo ¿estético?, sano, con la pérdida de peso; también a él se debe el diseño de una serie de espacios dedicados exprofeso para su práctica (canchas, estadios, gimnasios, pistas, etc.). Requiere de artículos propios para su desarrollo como uniformes o ropa deportiva, bicicletas, pesas, ligas, balones, raquetas, pelotas, patines, vallas, espadas, arcos y un largo etcétera. Asimismo, demanda la formación de profesionales que indiquen las reglas, los ejercicios, las habilidades, los ritmos, las rutinas… En fin, cada vez son más las exigencias para poder ejercitarlo.

Sin embargo, su desarrollo fue paulatino con el transcurso del tiempo. Las distintas expresiones del deporte se fueron organizando como disciplinas diferenciadas, los practicantes se fueron profesionalizando, con clubes específicos, reglamentos, entrenamientos propios y espacios para llevarlos a cabo, así como las competencias, la pertenencia a asociaciones y hasta el punto de llegar a hacer del deporte todo un espectáculo.

Distintas figuras en diferentes países de Europa se convirtieron en sus promotores ya que consideraban que aportaba grandes beneficios a la población. Los nombres de Friedrich Ludwig Jahn, Henrik Ling Francisco Amoros, Thomas Arnold, Francisco Aguilera, conde de Villalobos, se relacionan con la promoción de la gimnasia, la equitación o el rugby, por ejemplo. En el siglo xix devino importante hacia mediados de la centuria, en tanto se le relacionaba con la teoría higienista y con el tiempo libre y el ocio del que pudieron gozar los hombres adinerados y unos cuantos trabajadores.

En México, su desarrollo fue pausado y se debió a intereses particulares o institucionales, sin dejar de mencionar que la llegada de inmigrantes europeos favoreció el desarrollo de diversas prácticas deportivas como el futbol.

La gimnasia tuvo repercusión en tanto medio para vigorizar el cuerpo. Y no era extraño que así fuera, puesto que este arte gozaba para entonces de una gran atracción, en tanto actividad que podía llevarse a cabo en cualquier espacio al aire libre, dado que el cuerpo sería el objeto para trabajar y el objetivo a fortificar.

Para los años 1850 el gobierno quiso emprender una edición de La Gimnástica, bajo la supervisión del reputado impresor Vicente García Torres, en la que se gastarían 7 000 pesos. Se escribía en El Universal del 25 de enero de 1850 que representaba un despilfarro escandaloso “cuando no hay fondos suficientes con qué cubrir el presupuesto del día, ni aun para atender a las necesidades más urgentes del servicio público”. Allí mismo se señalaba que “la gimnasia es excelente, no lo dudamos; la edición será abundante y bellísima, concedido, pero ahora necesitamos el dinero para otras cosas más urgentes; y el gobierno desatendiendo lo más importante e indispensable de la nación por escasez de recursos, malgasta los pocos que tiene en tamañas puerilidades”. A esta crítica El Monitor Republicano, de García Torres, contestaba a El Universal que la queja se debía más bien a que el gobierno no había contratado los servicios con la imprenta de este último periódico.

El 31 de diciembre de ese año se publicó el Reglamento de la Gimnástica en el Semanario Judicial. Las prácticas para ser soldado o bombero incorporaban los ejercicios gimnásticos, entrenamiento que les permitía llegar a ser militares eficaces; unos aplaudían su enseñanza y otros reprochaban, diatribas que provenían nuevamente de El Universal. Su contrincante, El Monitor Republicano, las rescató con sorna en su “Gacetilla de la Capital”, al señalar: “¿Qué necesidad tiene un soldado de ser ágil, robusto, fuerte, proporcionado?… con nuestros indios polleros nos la hemos pasado bien por espacio de 30 años, y al fin para nuestros pronunciamientos de torre no se necesita otra cosa… Vale más el numeroso ejército que mantuvo antes la nación que cuatro regimientos de esos a la moderna que por poco no aprenden hasta teología.”

Pese a ello, poco a poco la gimnasia ganaba adeptos, en tanto “medio de agilizar las fuerzas y agilizar los músculos”. Dos años más tarde, distintos establecimientos educativos informaban de su oferta en la Guía de forasteros de México y repertorio de conocimientos útiles de Juan N. Almonte, en 1852; mencionaban a la gimnasia como parte de la enseñanza. El Liceo Franco Mexicano, por ejemplo, que se reputaba como la mejor institución de educación secundaria, instalada en la magnífica casa conocida como de Mascarones en el rumbo de San Cosme, la impartía como una materia de la curricula. Asimismo, el Colegio de San Vicente, ubicado en la antigua Aduana, sita en la Plazuela de Santo Domingo, la incluía también. Dos instituciones de carácter diferente se interesaban en ella, en beneficio de sus alumnos. Por su parte, el Colegio Francés de la calle de Cadena 11, ofrecía además de la gimnasia, esgrima, pero se aclaraba que “se pagan aparte y se dan diariamente”.

Tiempo atrás, el 30 de septiembre de 1825, se anunció en el periódico El Sol la venta en la librería de Galván del Portal de Agustinos, la obra Gimnástica del bello sexo o Ensayo sobre la educación física de las jóvenes con diez estampas, obra que seguramente llamó la atención del público lector por el tema que trataba. Señalaba la necesidad de que niñas y jóvenes disfrutaran del aire libre, recomendaba para ellas el columpio, la balanza o subibaja, el volante, el diablo y el solitario, la carrera, el canto, la gallina ciega, los juegos de prendas, el baile y el paseo como medios para desarrollar y fortalecer el cuerpo. Años más tarde, el colegio para niñas, Institución francesa, en la calle de Monterilla núm. 3, a cargo de Adelaida Solliers ofrecía, además de la más completa enseñanza y la religión, el aprendizaje de música vocal y el piano, y dibujo, baile, gimnasia, y toda clase de labores de aguja, con sus respectivos profesores especiales.

La gimnasia se continuó ofreciendo en los distintos colegios de la capital. En 1875, La Voz de México del 30 de julio se refiere a la fundación de una escuela católica por las Conferencias de San Vicente de Paul que impartía lectura, caligrafía, aritmética, gramática, historia, geografía, gimnasia, religión y doctrina cristiana, entre otras materias. Y al finalizar el siglo en el Colegio para niñas de la calle de Balvanera 18, “con adelantos y nuevos procedimientos que se emplean en Europa para la enseñanza moderna, cuanto por la buena higiene y salubridad de las educandas”, a cargo de las directoras María Enriqueta y María Ernestina Larraínzar, enseñaban aritmética, lenguaje nacional, religión cosmografía, historia sagrada, dibujo, economía doméstica, gimnasia, idiomas, música, como se leía en las páginas del periódico del 27 de diciembre de 1897. A las materias tradicionales se añadían nuevas, pero la gimnasia, ejercicio físico y metódico, se mantenía dentro de la oferta educativa para los distintos estratos sociales.

Para los primeros años del siglo xx, D. S. Spaulding, en la calle de Cadena 25, era la única casa que vendía aparatos para gimnasia y artículos “para toda clase de sport”.

A diferencia de la gimnasia, que hizo su presencia en el siglo xix y que se vinculó a las instituciones educativas, el arte de la esgrima se relacionaba con un aprendizaje particular, como lo deja ver la prensa. Hacia mediados del siglo se anunciaba que “Los sres. que gusten aprender a jugar la espada pueden pasar a la 1ª. calle de Plateros número 4 adentro en el patio se dan lecciones todos los días” (El Siglo Diez y Nueve, 8 de julio de 1845) o “El ciudadano Manuel González Plata profesor de esgrima y de dibujo ofrece dar lecciones de ambas artes en las casas particulares, por seis pesos mensuales por cada ramo. Las personas que se dignaren ocuparlo, podrán ocurrir a la calle de San Ildefonso num. 4, a donde se servirán dejar razón de la casa y hora a que debía ocurrir a dar lección” (El Monitor Constitucional, 26 de diciembre de 1845).

En paralelo, con la intención de mejorar al ejército, se contempló la esgrima para la organización de la artillería como estudio accesorio, junto con el francés y la equitación (El Monitor Constitucional del 20 de abril de 1845). Y bajo el imperio de Maximiliano “Con el objeto de formar individuos instruidos, capaces de desempeñar debidamente los diversos empleos del ejército y las diferentes funciones civiles del Imperio, contempló el establecimiento de una Escuela Imperial de Servicios Públicos destinada a formar oficiales de Infantería, Artillería, Estado Mayor e Ingenieros”. Se consideraba el ejercicio físico como parte de la formación de los estudiantes, mediante la práctica de natación, equitación, esgrima, gimnasia y ejercicios militares prácticos, como se anuncia en el periódico La Sociedad del 18 de septiembre de 1865.

El deporte no sólo era una cuestión educativa, sino que, para finales del siglo, constituía un espectáculo del que podía gozar la población. En las fiestas en Mixcoac, en las que se hablaba del día del árbol y por el que se plantarían 1 000 árboles, truenos y fresnos, en las calles de Porfirio Díaz, avenida de la Independencia, Nicolás Bravo, Miguel Negrete, calzada de Atipan, entre otras, también se mencionaba que “se verificaría en terrenos de la población un match de Basse Ball entre los clubs ‘México’ y ‘Mixcoac’, habiéndose levantado unas cómodas tribunas para los invitados. Por la tarde, y en el edificio que accidentalmente ocupa el Ayuntamiento se verificará una sesión de gimnasia y de asaltos de esgrima en la que tomarán parte los jóvenes que forman el Club Atlético de Mixcoac” (La Voz de México, 17 de agosto de 1895).

La natación se inició, al igual que la gimnasia, vinculado a la educación como lo anunciaba el Colegio Desfontaines de la calle Cadena 11, aunque con el tiempo devendría en una actividad para hombres y mujeres que, además del ejercicio, disfrutarían de los espectáculos relacionados con ese deporte de agua.

El tiempo libre y el ocio permitían al público tanto formar parte de asociaciones como presenciar distintas expresiones deportivas, en tanto divertimento. Así se leía en un anuncio de La Sociedad del 14 de marzo de 1864 que hablaba de los diversos espectáculos para los señores que se darían en la alberca pública Pane, la mejor y más famosa, al disfrutar de:

Jinetes en el agua sobre botes mexicanos y extranjeros. La mesa andando en donde un marinero trinchará a un pato. Todos los nadadores que se puedan mantener en el agua, almorzarán con él. A las once se echarán patos vivos y todos los nadadores que puedan agarrarlos por las piernas, tendrán derecho a ellos […] Un perro de Terranova luchará en el agua con el de los maestros […] La caza de un cochino en el agua, agarrándolo con las manos por la cola. Esta función será mucho más divertida que la anterior del domingo pasado por haber de concurrir los mejores nadadores que hay en México, mexicanos y extranjeros, entre ellos Tomás Jiménez, Eulogio y Jesús, el primero de estos almorzará debajo del agua, y los demás harán distintas evoluciones desconocidas, para lo cual ya han sido convidados muchos competidores.

Años más tarde, un anuncio publicado en El Siglo Diez y Nueve de 1876, hablaba de la nueva alberca Pane, en la esquina de Paseo de la Reforma y Bucareli: “En este establecimiento hay un magnífico tanque, cuyas dimensiones dejarán contentos a los nadadores. Hay cuartos con tanques pequeños para señoras.” Este ejercicio deportivo se practicaba en un espacio público por hombres y mujeres, aunque separados. Sabemos que las clases de natación para las señoras las impartían profesoras.

Pero el deporte no sólo había que practicarlo, sino que había que conocer las reglas y procedimientos para su correcta ejecución. Una literatura relacionada con las distintas expresiones deportivas surgió a lo largo de esa centuria con el fin de mostrar el cómo, el para qué del deporte. Los libros, manuales y ensayos los había para esgrima y equitación, para el manejo del sable a caballo; especiales para la gimnasia del bello sexo o civil y militar. Se referían a la “cinesie ou art du mouvement curatif dans ses rapports avec les mouvements naturels de l’organisme humain”. Sus autores eran extranjeros y mexicanos (Joaquín Larralde, Mariano Arista, Simón de Frías, José Sánchez y González de Sámano, M. N. Dally, A. Collinea, William Day, José Joaquín de Mora). Estaban publicados en distintos idiomas, como español o francés; ilustrados con láminas litográficas o imágenes intercaladas en el texto, a color o en blanco y negro.

A los tradicionales deportes se fueron sumando otros, gracias a la presencia de extranjeros afincados en el país. El futbol, como se señaló, es el más representativo: se inició con la presencia de ingleses –ingenieros, técnicos y trabajadores–, en los yacimientos minerales de Hidalgo y logró insertarse en el gusto de los mexicanos como un juego en equipo. El jai-alai tenía como a sus introductores en México a los españoles, y así podemos poner más ejemplos. Para finales de siglo otros deportes estaban presentes como el ciclismo, el tenis y el cricket, y la idea de practicarlo crecía día con día, aunque estaba restringido a ciertos sectores sociales. Las referencias a ellos comienzan a ser más habituales. Las teorías higienistas abonaron a su favor y el interés de los ciudadanos por practicar un deporte fue creciendo con el paso de los años.

PARA SABER MÁS

  • García Vélez, Alejandra, “Pedaleando en el siglo XIX”, BiCentenario. El Ayer y Hoy de México, núm. 26, 2014, en https://cutt.ly/WND7ylU
  • Garrido, María José, Para sanar, fortalecer y embellecer los cuerpos, México, Instituto Mora, 2016.
  • Beezley, William, “El estilo porfiriano: deportes y diversiones de fin de siglo”, 1983, en https://cutt.ly/lND7gjQ

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