Cecilia SuA?rez Trueba
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 20.
¿Porqué, a pesar de los peligros de muerte y complejidades del trayecto, los migrantes centroamericanos siguen intentando desesperadamente cruzar a Estados Unidos? El hambre, la falta de empleos bien remunerados, la inseguridad y la violencia en sus países de origen, entre otras muchas problemáticas, obligan a que la migración parezca ser la única opción.
Fue a finales del 2006 cuando tuve la ocasión de encontrarme por primera vez con la realidad de la migración centroamericana, cuando empecé a trabajar con un sacerdote jesuita en Acayucan, Veracruz. Una mañana recibimos una llamada, solicitándonos urgentemente apoyo para dar de comer a los 200 migrantes que llegarían a la comunidad de Medias Aguas, Veracruz. La Bestia, como los migrantes conocen al tren, había estado varada por varios días y acababa de reanudar su circulación. Sabíamos que todos los migrantes llegarían insolados, hambrientos, cansados y desesperados por todas las dificultades que habían tenido para viajar durante los últimos días. Sin embargo, lo que mis ojos presenciaron en aquella llegada del tren fue más allá de cualquier explicación: cientos de personas paradas encima de los vagones, deseosas de bajar para recibir un poco de comida, agua, curaciones y la oportunidad de descansar bajo la sombra de algún árbol.
La comunidad de Medias Aguas los recibía en el patio de una casa con ollas de agua fresca, bolillos, un poco de frijoles, queso, jamón y salsa. Estas imágenes me sacudieron y aún sin entender bien lo que estábamos presenciando, tuve la impresión de observar nada más la punta del iceberg de un fenómeno muy complejo.
Quiero compartir y hacer una reflexión, desde mi experiencia, sobre algunas de las causas y consecuencias de este reciente fenómeno migratorio humano, rodeado de abusos y complicaciones, suscitadas primordialmente por la realidad ilegal que encierra. A pesar de leerse como una situación pesimista, desesperada, sin solución, representa el nacimiento de una nueva era de intercambio socio-cultural en América, protagonizado, en primer lugar, por estas miles de personas que, sin ser conscientes, están generando cambios políticos, económicos, sociales y culturales; en segundo lugar, por la sociedad civil organizada que ha demostrado capacidad solidaria y de denuncia, con un gran impacto a largo plazo.
El actual flujo masivo Centroamérica-Norteamérica tiene como detonante fundamental la economía. Las políticas y los tratados mal negociados de los países latinoamericanos han afectado la capacidad de subsistencia de muchas comunidades rurales y urbanas y favorecido condiciones laborales diseñadas para promover y sostener la ilegalidad de los trabajadores migrantes irregulares. La estabilidad económica actual depende de la disposición de mano de obra barata para los países de destino y del envío de remesas para los países de origen, realidades que complican la regularización de esta migración.
El éxodo presente está impulsado por la extrema pobreza, la inseguridad y la violencia que están viviendo poblaciones de Honduras, El Salvador y Guatemala. Gran parte de los migrantes atraviesan la frontera sur de México con el objetivo de encontrar trabajo en Estados Unidos. Buscan hacer su recorrido en el menor tiempo posible, pues conocen los peligros y las dificultades del camino, tratan a toda costa de pasar inadvertidos ya que la invisibilidad es su escudo más poderoso. Con él, el riesgo de ser detenidos, deportados, robados, abusados, secuestrados será mucho menor.