Bernardo Masini Aguilera
ITESO
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 28.
Venustiano Carranza delineó una estrategia de medios cuando llegó al poder que se basó en crear periódicos afines. El Universal fue el diario que ayudó a crear y sostener esa idea que pronto se truncó con su muerte. La vida de esta empresa casi centenaria ha estado marcada por su cercanía constante con el poder político.
En diciembre de 2016 se cumplirán 100 años del comienzo de los trabajos del Congreso Constituyente que dio lugar a la carta magna promulgada el 5 de febrero de 1917 en Querétaro. La nueva Constitución fue la piedra angular del proyecto político de Venustiano Carranza, quien intentó a través de ella enviar un mensaje a la ciudadanía que, por un lado, añoraba los tiempos de estabilidad del porfiriato y, por el otro, acusaba cansancio e incertidumbre a raíz del conflicto armado comenzado en 1910. El Varón de Cuatro Ciénegas había logrado controlar la mayoría de los hilos de la política nacional. Su estrategia fue bastante audaz: encabezó un equipo de personas que en sus respectivos lugares de origen eran vinculadas con la administración pública porfiriana, que a los ojos de los nostálgicos había brillado por su eficiencia, pero al mismo tiempo enarboló el discurso de la reivindicación de Francisco I. Madero y sus ideales, traicionados por Victoriano Huerta y sus secuaces desde los aciagos días de la Decena Trágica, en febrero de 1913.
Carranza fue sumamente cuidadoso de las formas y con ello logró diferenciarse de Huerta frente a la creciente opinión pública. Los años de la revolución habían fomentado mayor interés de los ciudadanos por lo que acontecía en los corrillos políticos, a diferencia de lo que acostumbraba la gente hasta hacía poco tiempo. Por eso, evitó la tentación de proclamarse presidente cuando llegó al poder, como sí lo había hecho Huerta. Antes bien, se hacía llamar Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y, aunque tomaba decisiones como encargado del poder ejecutivo, evitó usar esa etiqueta hasta que pudo legitimarla con el nuevo orden de cosas que dispuso la Constitución de 1917. Carranza entendió que uno de los principales defectos de la gestión de su antecesor había sido su abierta ilegitimidad. La traición de Huerta a Madero y a Pino Suárez era del dominio público. Si bien tenía una cantidad no pequeña de aliados –algunos de ellos con fuerte potencial para influir, como el Partido Católico– proliferaba la imagen del Huerta usurpador, del militar que había obtenido provecho de la confianza ciega que le había brindado Madero. Por ende, podía concluirse que Huerta tenía un respaldo popular mínimo.
Una voz aliada
Existieron periódicos filohuertistas como El Mañana y El País, por citar dos ejemplos capitalinos, pero su circulación y su eventual impacto eran más bien menores. Carranza entendió en cabeza ajena la pertinencia de contar con prensa aliada, cuyo alcance fuera mayor y cuyo discurso se homologara en torno a sus planes para concluir el proceso de pacificación del país y abrir una nueva etapa de la historia nacional. Auspició el nacimiento de varios periódicos a lo largo del territorio nacional, que contaron con recursos suficientes para imprimirse con tecnología de punta y con tirajes amplios para su época. De esa forma nació El Universal, que publicó su primer número el 1 de octubre de 1916 en la ciudad de México. En la misma lógica aparecieron en 1917 Excélsior, también en la capital; El Informador en Guadalajara y La Opinión en Torreón. En 1918 surgieron El Mundo de Tampico y El Porvenir de Monterrey. Estos diarios, junto a otros de menor tiraje e impacto esparcidos por el país, articularon un discurso que cerró filas tras el proyecto carrancista de una nueva Constitución.
Desde el siglo xix había quedado claro a la clase política mexicana la necesidad de contar con prensa aliada a sus causas. Sin embargo, se partía del supuesto de que los periódicos eran leídos por pocas personas, quienes generalmente ya concordaban con los planteamientos esgrimidos en sus páginas. Los adeptos al Partido Liberal leían prensa liberal y otro tanto hacían los seguidores del Partido Conservador. Por ello, más que instrumentos para informar a la sociedad de lo que ocurría, los periódicos decimonónicos eran poco más que órganos de difusión y comunicación entre camaradas. El posicionamiento relativo de la prensa crítica del gobierno durante el Porfiriato marcó un puente entre ese modus operandi y el que inauguró Carranza. Destacaron entonces en ese sentido periódicos como La Orquesta, El Hijo del Ahuizote y El Diario del Hogar. Pero la aparición de El Universal estableció un orden de cosas en la relación prensa-gobierno que en buena medida prevalece hasta nuestros días.