EN EL SIGLO XIX
Era un asunto de buenos modales para la gente de bien
, cuyo deseo de igualarse a los países europeos la hacía imitar sus reglas de urbanidad, adquirir sus manuales de conducta y escribir los propios; siendo una parte importante el respeto hacia nuestros semejantes
, se enseñaba a toser, estornudar y escupir. Esto cambió cuando el avance médico de la segunda mitad del siglo dio lugar a una genuina caza de microbios
y el Estado porfiriano aceptó su responsabilidad sobre la salud pública y difundió entre las mayorías la importancia de la higiene por la vía de las escuelas y de la prensa.
1844
Actos molestos a la sensibilidad de otros: Escupir el pavimento o sobre paredes y muebles. Deberes de los convidados: Toser, escupir y sonarse las narices lo menos que se pueda.
Manuel Díez de Bonilla, Código completo de urbanidad
1853
Cuando no estando solos, nos ocurra toser o estornudar, apliquemos el pañuelo a la boca a fin de impedir que se impregne de nuestro aliento el aire que aspiran las personas que nos rodean, y aun volvímonos siempre a un lado, pues de ninguna manera está admitido ejecutar estos actos con el frente hacia nadie.
Respecto de la costumbre de llevar la mano a la boca al estornudar, toser, etc., se conseguirá, sin duda, no molestar a las personas que están delante, pero la mano quedará desaseada; y ambos males están evitados por medio del pañuelo.
Son actos asquerosos e inciviles el eructar, el limpiarse los labios con las manos después de haber escupido y sobre todo el mismo acto de escupir, que sólo las personas poco instruidas en materia de educación creen imprescindible y que no es más que un mal hábito que jamás se verá entre las personas verdaderamente cultas.
Manuel Antonio Carreño, Manual de urbanidad
1879
¡Oh niño!
No debes nunca erutar
Y al escupir o toser
Procura el rostro volver,
Evitando molestar.
No te debes permitir
Manchar con saliva el suelo;
No escupas en el pañuelo,
Pues no es preciso escupir.
Cuando otros te estén mirando
No te suenes con estruendo,
Ni estés al pañuelo viendo,
Tus miserias publicando.
José Rosas Moreno, Nuevo manual de urbanidad
EN EL SIGLO XX
La miseria y los malos hábitos contribuían a que, en los años 1920, la salud pública dejara aún mucho que desear. Al gobierno le faltaba capacidad para atenderla bien, lo cual se hizo evidente en 1918-18 con la influenza o gripe española
la más letal de las pandemias en la historia humana, que se extendía con rapidez pavorosa debido a la cercanía de los cuarteles y los traslados masivos de tropas al final de la guerra mundial (24, 000,000 decesos).
El Estado posrevolucionario no descuidó el problema de la salud y, poco a poco, con medidas educativas, de prevención, cuidado y contención y leyes de seguridad y servicios sociales, tuvo una mejor atención. Esto, más los nuevos fármacos y antibióticos; la aplicación masiva de vacunas contra la influenza (se aislaron los virus A, B y C entre 1933 y 1945) y el apoyo de los medios de comunicación, parecieron alejar el riesgo de otra tragedia y prácticas como cubrirse el rostro al estornudar y toser y no escupir en sitios públicos fueron vueltas a ver como mero asunto de urbanidad.
Sin embargo, los virus cambian, se combinan y recombinan. Hubo la influenza asiática
en 1957-58, la gripe de Hong-Kong
y los brotes de gripe aviar en 1996, 1997, 2003 y 2007 y, en abril del 2009, el virus A H1N1 se presentó en México: al 5 de septiembre la Secretaría de Salud ha confirmado 22,763 casos y 207 muertes. Una vacuna está casi lista. Mientras, debemos seguir normas de conducta que antes fueron exclusivas de la gente de bien
, hoy son ley para todos.
ARSA
1905
Siempre que un niño se presente para ser admitido en la escuela, los señores profesores le harán un minucioso examen para convencerse si no padece influenza o un aspecto enfermizo y demacrado y accesos de tos.
Las escupideras en las escuelas son de suma necesidad pues vienen a llenar una indicación higiénica demasiado importante, cual es la de evitar enfermedades que pueden ser transmitidas por los microbios contenidos en los esputos.
Sociedad Antonio Alzate, Elementos de higiene pedagógica
1919
Para librarse de la influenza española procure
- Evitar todo enfriamiento.
- Lavarse las manos varias veces al día.
- Usar pañuelos limpios para el aseo de la nariz.
- Tener su casa en perfecto aseo, sin basuras amontonadas, teniendo cuidado de tirar en la atarjea las aguas sucias, no en la vía pública, pues éstas siempre están llenas de microbios.
- No escupir en el pavimento de su habitación o en la vía pública, sino en algún objeto que contenga agua.
- Evitar aglomeración de personas en una pieza.
- Si entra donde hay enfermos, permanezca allí el menor tiempo; si los toca, lávese las manos, y no se ponga frente a ellos si tosen o estornudan.
- Al toser o estornudar, tápese la boca.
Comisión Central de Caridad de Puebla, Memoria documentada
1960
Cuando yo diga tres, todos los presentes echarán la cabeza hasta atrás, abrirán la boca lo más que puedan y participarán en la sinfonía de estornudos. Los del grupo número uno, gritarán: ¡Jish! Los del grupo dos: ¡Jash! Y los del grupo tres: ¡Chu! Todos estornudarán al mismo tiempo y lo más fuerte que puedan. El resultado será muy divertido.
Casa Bautista de Publicaciones, Juguemos. Actividades sociales
28 de abril del 2009
Las medidas preventivas, como la suspensión de clases en los lugares críticos, son para evitar que el virus se propague y se dé una situación fuera de control, pues esta enfermedad, si no se toma en serio cuando se presentan los síntomas, si no se acude al doctor para recibir el tratamiento a tiempo, puede tener consecuencias muy graves.
Al mismo tiempo, y con apoyo de los medios de comunicación, iniciamos una campaña con recomendaciones preventivas: como evitar saludar de beso o de mano, taparse la boca al toser o al estornudar con un pañuelo y, de no ser esto posible, con la parte interna del brazo; lavarse las manos frecuentemente. Y algo muy importante, evitar concurrir a lugares masivos; usar tapabocas en el transporte público.
Presidente Felipe Calderón Hinojosa ante el Consejo Nacional de Salud
1° de mayo del 2009
La epidemia del virus porcino ha cambiado los hábitos de la capital. La transformación más evidente son los rectángulos de tela en las caras de la población, que aportan tonalidad celeste a una ciudad donde el cielo es mero polvo. Enfrentamos la catástrofe unificados por una prenda. No siempre es fácil decir “nosotros”. Una tribu adicta a la compañía atraviesa el infierno del aislamiento y la falta de aglomeraciones. ¿Quiénes somos? Los del rostro con una tela azul. Aparte de eso, sabemos poco. ¿Quiénes somos? Los del cubrebocas.
JUAN VILLORO, Cubrebocas
, Reforma
Lo invitamos a suscribirse a la revista BiCentenario.