¡Ay mi traje negro!
Silvia L. Cuesy Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 40. Una larga travesía lleva a Benito Juárez de regreso a México. Hay sombreros que se pierden, una identidad simulada, náuseas permanentes, un cargamento que cuidar. Y una esposa que lo espera. Los pertrechos pagados por un particular mexicano serían enviados a Acapulco desde Nueva Orleans: 4 500 fusiles y suficiente parque para cargarlos, decenas de piezas de artillería y pólvora. De los arreglos para su envío se encargaría la compañía naviera de dos cubanos: Domingo Goicuría y Pedro Santacilia, amigos de los conspiradores mexicanos exiliados; ellos, los cubanos, eran también expatriados por traer entre manos la independencia de la isla y su anexión a Estados Unidos. Poco a poco el grueso de los desterrados mexicanos en Nueva Orleans se hallaba concentrado en Brownsville, excepto Benito Juárez que en el verano de 1855 desembarcó en…