La primera guerra mundial en los cines de México

La primera guerra mundial en los cines de México

Iván Alejandro Gómez Serrano
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 58.

El presidente Venustiano Carranza fue estricto con la neutralidad del país durante la gran guerra. Más de medio centenar de documentales y noticieros distribuidos en las salas de cine provenían de los aparatos de propaganda de ambos bandos. Fue un gran éxito.

“Cinematógrafos” cartelera cinematográfica en El Pueblo, Diario de la mañana, 29 de marzo de 1917, p. 4.

Poeta, tú no cantes la guerra; tú no rindas
ese tributo rojo a Moloch, sé inactual;
sé inactual y lejano como un dios de otros tiempos,
como la luz de un astro, que a través de los siglos
llega a la Humanidad.
Amado Nervo, “Poeta tú no cantes la guerra…”, 1915

Este poema de Amado Nervo publicado en 1915 pedía al pueblo mexicano y a sus escritores que no cantaran la guerra que se llevaba a cabo en el continente europeo, porque significaría más sacrificios a Moloch, el dios cananita que estaba vinculado al sacrificio de los niños. ¿Por qué el poeta mexicano escribió esto? Nervo, además de ser poeta, era diplomático. Había presenciado la guerra en Europa y padecía las consecuencias de la revolución mexicana.

Mientras que la primera guerra mundial se llevaba cabo, el país atravesaba la etapa más violenta de la revolución mexicana. Constitucionalistas (Carranza y Obregón), primero; y villistas y zapatistas, luego, entraron a la ciudad de México en diciembre de 1914. Hubo miedo entre la población, la gente adinerada salió de la capital por temor de perder su vida, ya que los oficiales y jefes revolucionarios ocupaban sus residencias al considerarlos “enemigos de la revolución”. Se cometieron asaltos y saqueos de autoría desconocida, también hubo venganzas entre los mismos revolucionarios.

Aparte del miedo, la capital padeció el deterioro de la atención médica. Los alimentos escasearon, sus precios subieron de tal manera que frecuentemente muchos pobladores se vieron obligados a saquear negocios y mercados.

No obstante, la difícil situación no impidió que los revolucionarios conocieran las atracciones de la capital, asistiendo a teatros, cafés y restaurantes de moda como el Café Colón. Cuando desfilaron los ejércitos de Zapata y Villa, la gente los vio con curiosidad y poco a poco perdieron el temor.

En las salas de cine del país se exhibían noticieros y documentales cinematográficos que informaban sobre la primera guerra mundial. Una vez que las cosas se relajaron, los empresarios cinematográficos exhibieron, procedentes de los ministerios de propaganda de ambos bandos beligerantes, imágenes de lo que acontecía en Europa, a fin de que el público no mostrara preferencias, para no violar la estricta neutralidad impuesta por el presidente Venustiano Carranza. Así, fueron exhibidas películas como la alemana La caída y la batalla de Przemysl (1915)y la británica La batalla del Somme (1916).

El cine como arma

“Cinematógrafos” cartelera cinematográfica en El Pueblo, Diario de la mañana, 30 de marzo de 1917, p. 4.

El cine en México llegó en un momento de vertiginoso progreso. Se desarrollaron ferrocarriles, alumbrado público, tranvías eléctricos y calles pavimentadas. Gracias a la industrialización se había llegado a tener estabilidad económica. Se construían zonas residenciales, planificadas de acuerdo con los últimos avances urbanísticos. Esto llamó la atención de los emisarios de los hermanos Lumière, Gabriel Veyre y Ferdinand Bon Bernard, quienes entraron en contacto con el general Porfirio Díaz para llevar a cabo la primera función de cine en México, el 6 de agosto de 1896.

Sucedió lo que pasaba en otros países: una vez que se exhibió a las masas, el cine resultó ser más que un espectáculo, se convirtió en un poderoso nuevo medio de expresión, en una verdad que rompió barreras de espacio y tiempo, las imágenes capturaban hechos que luego eran retransmitidos y se abría la posibilidad de conocer una variedad de personajes y acontecimientos.

Los cines de México fueron abastecidos por distribuidores, entre los que destacaban Álvarez Arrondo y compañía, de Modesto Álvarez y Gonzalo Arrondo, ambos de origen cubano, quienes, de manera vertiginosa, alcanzaron un protagonismo comercial, manifestado en grandes y repetidos anuncios comerciales en la prensa.

Otras empresas fueron la de P. Aveline y la de A. Delalande. Esta última fue la distribuidora mexicana más importante por ser concesionaria de Pathé, la casa productora francesa dominante del mercado mundial de cine. Ambos poseían una casa matriz en la ciudad de México desde 1906, donde vendían fonógrafos, discos, cámaras, proyectores y películas. Destacaron la Unión Cinematográfica de Enrique Moulinié y Germán Camus. Este último buscó romper el predominio de Pathé, asociándose con el vasco Ignacio Navascué. Fundaron, en los primeros meses de 1912, la empresa Navascués y Camus, orientada a la importación de películas.

Desde 1909, los cines de la ciudad de México exhibieron películas que registraban los conflictos militares en el extranjero. Se trataba, por lo general, de obras cortas que permanecían unos cuantos días en cartelera y no tenían mayor impacto entre el público. Pero, una vez iniciadas las hostilidades en Europa, a fines de junio de 1914, creció la demanda por ver imágenes cinematográficas de la guerra, lo cual desató una abundante producción fílmica.

“Cinematógrafos” cartelera cinematográfica en El Pueblo, Diario de la mañana, 4 de marzo de 1916, p. 4.

La primera guerra mundial fue uno de los acontecimientos más impactantes del siglo XX, en la cual confrontaron la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia) y la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y Rusia). Italia, posteriormente, se pasó a la Triple Entente, y Rusia se salió del conflicto a causa de la revolución de 1917. A lo largo de la guerra se verían aliadas Turquía y Estados Unidos con la Triple Alianza y la Entente, respectivamente.

Se movilizaron a más de 70 000 000 de hombres de todas partes del mundo, de los cuales más de 16 500 000 murieron en el campo de batalla. Hubo nuevas estrategias de combate como fueron las trincheras, y se utilizaron por primera vez armas no convencionales como el gas letal, las minas, los lanzallamas y los tanques. En suma, nunca se había visto el horror de una manera tan contundente y a través de grandes territorios.

¿Cómo fue posible que se registrara el conflicto bélico en imágenes cinematográficas? Al mismo tiempo del estallido de las hostilidades en 1914, se empezó a filmar la guerra. Conviene subrayar que el cine era el mejor medio de difusión en comparación con el resto de las demás formas de propagar ideas. Los carteles, la prensa o las conferencias resultaban ineficaces frente al potencial del nuevo medio difusor, en un mundo donde el analfabetismo seguía cubriendo inmensas capas de la sociedad. Los ejércitos beligerantes pusieron los ojos en el cine cuando crearon sus ministerios de propaganda, porque vieron en él la posibilidad de copiar las imágenes cuantas veces se quisiera. Encontraron en las películas una forma efectiva y rápida de vender patriotismo, un arma potente que nos permite afirmar que la guerra fue una de las principales causas de la gran expansión del nuevo lenguaje cinematográfico. Así, los ministerios de propaganda centraron su producción fílmica en mantener alta la moral de las tropas y la retaguardia civil, a la vez que denigraban al enemigo.

Estos ministerios de propaganda, conscientes del poder que el cine podía ejercer sobre las masas para contribuir al esfuerzo de la guerra, marcaron las pautas para filmar el conflicto. Como no podían darse el lujo de que el espectador observara la muerte de los soldados en el campo de batalla, lo evitaron para no desalentar a la población. También enviaron a sus propios camarógrafos, sin importar que se expusieran al mismo peligro que los soldados. Una vez que se terminaba de filmar, se ejercía una fuerte censura sobre las imágenes para que, una vez exhibidas en las salas de cine, no se dudara de la legitimidad de la causa defendida, la buena fe o la competencia de los dirigentes.

Para la distribución de estas películas, como Europa se encontraba en condiciones miserables y se dirigía a un declive irreversible de su industria, la ciudad de Nueva York se convirtió en el centro más importante de exportación, el cual llamó la atención de los compradores en América Latina.

Noticieros y documentales

Desde el mes de octubre de 1914 hasta mayo de 1919, tanto en la ciudad de México como en Monterrey y el puerto de Veracruz, pudieron exhibirse en las salas de cine noticieros y documentales cinematográficos del conflicto europeo, procedentes de ambos bandos beligerantes. Se pretendía evitar que el público se manifestara por uno u otro bando y de que diera lugar a enfrentamientos. Los “cuadros de guerra” llegaron a fascinar al público que pudo entonces contemplar la toma de ciudades belgas por los alemanes y de Jerusalén por las tropas británicas, mujeres trabajando en las fábricas de municiones, la llegada del submarino Deutschland a puertos estadunidenses, soldados italianos combatiendo en Los Alpes, la acción de los nuevos tanques en el frente occidental, el Zeppelin bombardeando las calles de Londres y la llegada del ejército estadunidense, bajo el mando del general Pershing, al frente occidental.

Entre octubre y noviembre de 1914 se presentaron películas documentales como Combates del ejército francés, Construcción de un puente de vía férrea por el ejército francés y Actual guerra europea. A partir de las primeras exhibiciones, el público mexicano se entusiasmó con las imágenes de “los precisos lugares donde se desarrollaban los sucesos bélicos”. La mayoría de estas vistas de la gran guerra fueron exhibidas en el Salón Rojo, cuyo dueño era el empresario austriaco, de origen judío, Jacobo Granat. El Salón Rojo había sido un lugar de diversión y de esparcimiento para la clase privilegiada mexicana de los primeros años del siglo XX. También hubo exhibiciones en otros cines como el Trianon Palace, el teatro cine Alcázar, el cine Montecarlo, el cinema Olimpia y la Academia Metropolitana, a donde llegaron a celebrarse funciones en honor de las colonias extranjeras.

“Cinematógrafos” cartelera cinematográfica en El Pueblo, Diario de la mañana, 4 de marzo de 1916, p. 4.

De febrero de 1915 a abril de 1917 se exhibió un mayor número de filmes del bando alemán, austrohúngaro y turco, llamado también de los imperios centrales, porque la labor de propaganda alemana que intentaba alentar a México a unirse en la lucha era intensa. Sin embargo, el 10 de abril de 1917, cuatro días después de que Estados Unidos declarara su entrada a la guerra, se suspendió toda comunicación con ellos. Esto afectó severamente la exhibición de películas alemanas que llegaron a proyectarse, pero en menor número, frente a una gran cantidad del bando aliado hasta mayo de 1919.

Dos películas documentales que tuvieron gran impacto en la audiencia mexicana de aquel entonces, descritas por la prensa como “sangrientas”, fueron La batalla y caída de Przemysl, traída por Álvarez, Arrondo y Compañía, y La batalla del Somme (1916), distribuida por la Oficina de Guerra Británica.

La primera es un filme documental sobre las hazañas del ejército alemán y austrohúngaro contra el ejército ruso en los Cárpatos y el daño causado a la ciudad de Przemysl, en Polonia, por el combinado poder industrial militar de los cañones de artillería Gran Berta y los morteros Skoda de 305 mm. Se observa la retirada de los rusos del frente de batalla. Llegó a ser descrita por los medios de comunicación como “la más vivida y real de todas las películas de guerra”.

No obstante, la película que más repercutiría en la audiencia mexicana fue La batalla del Somme (1916). Es un documental sobre la más grande ofensiva llevada a cabo por el ejército británico en el frente occidental, en la campiña francesa que atraviesa el río Somme, entre el verano y el otoño de 1916, que tenía como propósito obligar a los alemanes a desistir de su ofensiva en Verdún y costó a los británicos más de 420 000 vidas. Fue exhibida por primera vez el 4 de abril de 1917, en la Academia Metropolitana de la Ciudad de México. La proyección se realizó durante casi todo el mes y hubo funciones especiales dedicadas a los discípulos de la Escuela Inglesa.

En México se exhibieron en total aproximadamente 534 noticieros y documentales cinematográficos de ambos bandos, más los neutrales, y otros cuyo distribuidor no está identificado, incluyendo las repeticiones que realizaban otras salas de cine para personas que no tuvieron la oportunidad de verlos en su momento. En suma, mediante estas imágenes de la primera guerra mundial, el pueblo mexicano conoció una variedad de personajes, innovaciones tecnológicas y frentes de batalla, contribuyendo al conocimiento del mexicano sobre cómo se llevaba a cabo una guerra “moderna”.

PARA SABER MÁS

  • Abel, Richard et al., Historia general del cine. Vol. 3: Europa (1908-1918), Madrid, Cátedra, 1998.
  • Balázs, Béla, El film. La evolución y esencia de un arte nuevo, Barcelona, Gustavo Gill, 1978.
  • Brownlow, Kevin, The war, The west and the wilderness,Londres, Secker & Warburg, 1979.
  • Reyes, Aurelio de los, Cine y sociedad en México. 1896-1930. Vol. i: Vivir de sueños (1896-1920), México, Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM/Cineteca Nacional, 1981.

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