María del Carmen Collado (edición) / Instituto Mora
BiCentenario # 8
Ernest H. Gruening (1887-1974) fue un periodista y político nacido en Nueva York, quien dirigió y fue editor de varios periódicos y participó como funcionario del gobierno de Franklin D. Roosevelt en la década de 1930. Fue gobernador de Alaska y, más tarde, senador por el Partido Demócrata. A lo largo de su vida, se opuso al intervencionismo estadounidense y, por ello, dio su voto en contra de la “Resolución del golfo de Tonkin”, aprobada por el Senado en 1964, resolutivo que autorizó el aumento de la injerencia militar estadounidense en el sudeste asiático, que terminó en el desastre de la guerra de Vietnam.
Gruening estudió medicina en Harvard, pero nunca la ejerció y optó por el periodismo desde muy joven. Como director del semanario The Nation de 1920 a 1923, se interesó por los acontecimientos mexicanos y viajó al país con su esposa y sus hijos en 1922. Como fruto de esta visita, publicó varios reportajes criticando al gobierno estadounidense por no dar el reconocimiento diplomático a la administración de Álvaro Obregón y también glorificó las reformas emprendidas por este gobierno, que eran resultado de la Revolución. Gruening formó parte de una corriente de intelectuales y artistas estadounidenses que viajaron a México y simpatizaron con su gobierno, sus artesanías, su historia, sus indígenas, al tiempo que admiraron la vitalidad y novedades del muralismo durante los años veinte. Casi todos ellos reivindicaron a la Revolución mexicana y sus reformas en artículos y libros, contradiciendo la visión del México salvaje, caótico, plagado de bandoleros y personajes sanguinarios que privaba en la mirada de diplomáticos, algunos miembros del Departamento de Estado y de la prensa antimexicana de Randolph Hearst.
Gruening se distinguió del resto de los propagandistas del México posrevolucionario, porque mantuvo una visión más equilibrada y crítica, como se aprecia en su Mexico and Its Heritage (1928). Este texto fue el primero escrito con una perspectiva informada y que profundizó en las raíces históricas de México y su Revolución. Por ello marcó una ruptura respecto a la leyenda negra revolucionaria, y su interpretación ha ejercido una gran influencia en los extranjeros interesados en el país hasta la fecha. El gobierno mexicano le concedió la condecoración de la Orden del Águila Azteca en 1964 –el máximo galardón conferido a los extranjeros– en reconocimiento a su obra pionera que difundió la importancia de la Revolución y los cambios promovidos por Obregón y Calles.
México y su herencia
es producto de una investigación realizada durante tres estancias en el país a lo largo de 1924 y 1927, en las cuales contó con la ayuda de la entonces joven Anita Brenner –una de las grandes difusoras de la cultura y la historia mexicanas en Estados Unidos–, quien colaboró en la recolección de material para el estudio. Se trata de un libro basado en entrevistas, visitas de campo y archivos nacionales, que muestra al país como resultado de una herencia secular, con una vida indígena depositaria de tradiciones y portadora de nuevos valores, y presenta a la Revolución como consecuencia de malestares sociales y políticos de vieja data. Al mismo tiempo, Gruening fue partidario de Obregón y Plutarco Elías Calles, alabó las reformas agraria y laboral, los logros materiales y educativos de sus gobiernos, al tiempo que criticó al militarismo, la corrupción , la oposición de la iglesia católica a los cambios, la insalubridad y la miseria. Regresó a México en la década de 1960 como senador, huésped de honor del gobierno mexicano e invitado a la Tercera Reunión de Historiadores Mexicanos- Norteamericanos celebrada en Oaxtepec, Morelos en 1969.
El testimonio de Ernest Gruening que reproducimos, recupera secuencias de una entrevista grabada cuatro décadas después de la publicación de su influyente libro. En los fragmentos de la conversación que presentamos –realizada en inglés por Eugenia Meyer durante la citada reunión de Oaxtepec–, encontramos cómo se inició su interés por México, cuáles fueron sus impresiones sobre el país, sus actores, pero sobre todo qué pensaba sobre Obregón, Calles, la iglesia y Morones, entre otros. Cabe advertir que el entrevistado tenía una especial admiración por Calles, a quien consideraba pieza crucial del México posrevolucionario.
A cien años de la Revolución mexicana, es pertinente presentar la percepción de este norteamericano, que simpatizó con las reformas emprendidas como resultado de la lucha armada de 1910, que defendió el derecho de México a darse leyes y gobiernos propios, al tiempo que subrayó lastres como la corrupción y la falta de democracia.
María del Carmen Collado
En 1920, cuando la Revolución había llegado a una fase evolutiva, cuando la lucha había terminado y Álvaro Obregón ocupó el poder; la administración de [Warren C.] Harding, que contaba con Charles Evans Hughes como secretario de Estado, se negó a reconocer el gobierno de Obregón. Insistía en que el gobierno obregonista diese garantías para que al llevarse a cabo los postulados de la Revolución, no [se afectaran] las propiedades norteamericanas. Había enormes latifundios en manos extranjeras, especialmente en las de William Randoph Hearst en el estado de Chihuahua, que sobrepasaban el milón de hectáreasa.
Obregón, claro, no podía y no quería, como buen patriota mexicano, abolir los postulados de la Revolución que habían sido establecidos en la Constitución de 1917, así que por ello, no se le había otorgado el reconocimiento y nosotros en The Nation, simpatizábamos mucho con su posición y estábamos en absoluto desacuerdo con la tomada por nuestro Departamento de Estado. Esta fue la razón que me llevó a escribir un buen número de vívidos artículos editoriales insistiendo en que se reconociera a Obregón –que el gobierno mexicano tenía todo el derecho de llevar a cabo las promesas de la Revolución. Pero, nada sucedió.
Entonces se me ocurrió proporcionar al público una información más amplia de lo que había estado ocurriendo en México. Nada se había publicado, nada con autoridad sobre la Revolución en los Estados Unidos. Ni una sola obra había sido escrita en inglés haciendo referencia a la Revolución. La mayor parte de la información que se obtenía era de fuentes tendenciosas antimexicanas. Todos los periódicos Hearst, que tenían enorme circulación, de millones de ejemplares, propagaban constantemente la idea de que México estaba infestado de bandidos; que la vida no era segura; que la Revolución no servía para nada; que el bueno de Porfirio Díaz era el hombre que sabía manejar México y que era una lástima que lo hubiesen derrocado. Apoyaron a Victoriano Huerta, y la aplastante información que se le estaba proporcionando al pueblo norteamericano era negativa para México.
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PARA SABER MÁS:
- ALICIA AZUELA y GUILLERMO PALACIOS (coords.), La mirada mirada. Transculturalidad e imaginarios del México revolucionario, 1910-1945, México, El Colegio de México/UNAM, 2009.
- NICOLÁS CÁRDENAS GARCÍA, “La incómoda herencia de Gruening a México” en Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, núm. 69, septiembre-diciembre 2007.
- MARIANA FIGARELLA, Edward Weston y Tina Modotti en México; su inserción dentro de las estrategias del arte posrevolucionario, Mexico, UNAM, 2002.
- EUGENIA MEYER, Conciencia histórica norteamericana sobre la Revolución de 1910, México, INAH, 1970.
- ELENA PONIATOWSKA, Tinísima, México, Era, 1992.
- Ver Frida, de Julie Taymor, 120 minutos, 2002.