Julián González de León Heiblum / Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
BiCentenario #10
El primer aniversario de la Revolución iniciada el 20 de noviembre de 1910 no tuvo grandes festejos, aunque sí se aclamó al nuevo presidente Francisco I. Madero y al movimiento triunfador. No fue sino hasta 1912 que hubo una ceremonia oficial, con un banquete en Palacio Nacional en el que los invitados eran sobre todo parte de los tres poderes y hubo discursos apologistas. El momento clímax fue la alocución presidencial sobre la justicia, la ley y la libertad.
La crisis económica, entre otros factores, impidió los festejos muy elaborados para ese día, pero había funciones especiales de cine, teatro, música y oratoria, promovidas por la Asociación pro-Madero.
El Comité Oficial de Conmemoracione Patrias se hizo cargo de la celebración durante el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924), pero no fue sino hasta 1929, con el presidente Emilio Portes Gil, que tuvo mayores dimensiones. Se inauguró el Campo Deportivo Militar, aprovechando un festival preparado por la secretaría de Guerra y Marina, con entrega de medallas y concurso de carros alegóricos que sobre todo representaban los deportes propios de los militares, como polo, equitación natación y otros.
Desfiles deportivos y militares cruzaron el centro de la capital hacia Palacio Nacional en los siguientes años y por varios sexenios, el presidente participaba con discursos cortos y/o rituales patrióticos. A partir de que se decretó en 1946 como fiesta nacional, brigadas de deportistas representaron a las instituciones de gobierno, educación y militares; asociaciones deportivas y laborales y grupos extranjeros en los carros. La cifra de participantes creció con los años; de 8,000 en 1930 pasó a 50,000 en 1934. Luego varió el número, siendo a veces más alto, otras menos. Se redujo en los últimos lustros, quizá por la gradual separación del discurso revolucionario, sobre todo con el ascenso del Partido Acción Nacional al Ejecutivo.
Con el tiempo, se introdujo la práctica de celebrar, antes del 20 de noviembre, torneos a los que se llamó Juegos Deportivos Nacionales de la Revolución. Se añadían y quitaban espectáculos siempre numerosos: demostraciones de la Fuerza Aérea, tablas gimnásticas, bailes, actos de malabarismo, el relevo del Fuego Simbólico de la Revolución Mexicana “una antorcha iba de mano en mano hasta encender una llama fija en el Monumento del mismo nombre” y aun la recreación de la llegada de Madero, Zapata y Villa a la capital.
El desfile perdió a veces su espíritu alegre, como muestra de luto por tragedias nacionales. Fue así en 1984 con las explosiones petroleras en San Juan Ixhuatepec y en 1985 por el terremoto. Hubo años en que los festejos fueron muy elaborados y otros más bien sencillos, como en el 2000, último año del gobierno de Ernesto Zedillo y del Partido Revolucionario Institucional en la presidencia.
El aniversario solía acompañarse de eventos paralelos, como entrega de galardones a veteranos de la Revolución, así como banquetes, mítines, conciertos, lecturas u obras de teatro. Los presidentes pronunciaban discursos legitimadores e sus gobiernos e inauguraban obras públicas en el D.F. o los estados. Casos especiales fueron la Sala de la Revolución en el Museo Nacional (1935) y el Museo de la Revolución (1986). En el 50 aniversario, los restos fúnebres de Madero se llevaron al Monumento, con una gran ovación al iniciado del movimiento revolucionario.
La solemnidad perdió fuerza en 2004, cuando el presidente Vicente Fox la redujo a su visita personal para poner flores ante la estatua de Madero. Dos años después la canceló, aunque el gobierno del D.F. se encargó. El presidente Felipe Calderón restauró el desfile en 2009, dándole una índole militar.
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