Ingrid S. Bivián
Instituto Mora.
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México/Durango 450 años de historia, edición especial.
Nombres como Revueltas, Fournier, Alvarado, Castro o Baca, sobresalen como autores de las destacadas obras filarmónicas que ha dado México.
Al hablar de la historia de la música en México es indispensable dirigir nuestra atención hacia Durango, tierra fértil que ha acunado a intérpretes y compositores que han dejado una huella indeleble en el cultivo del arte de Euterpe en nuestro país. Este texto se referirá a cinco destacados filarmónicos durangueños: Luis Baca, Ricardo Castro, Alberto M. Alvarado, Francisco Fournier y Silvestre Revueltas, quienes, no obstante representar solo una parte del talento musical del que ha dado muestra el estado, tienen el suficiente peso e importancia para permitirnos atisbar a través de sus trayectorias y composiciones algunos de los rasgos que caracterizaron a la música en México durante la segunda y primera mitad de los siglos XIX y XX, respectivamente. Periodo durante el cual el predominio de la ópera italiana y de los bailes de salón fue quedando poco a poco atrás, acercándose el gusto musical hacia otras formas de composición como las sinfonías.
Baca, un compositor en París
Nuestro recorrido comienza cronológicamente con Luis Baca Elorriaga, quien vino al mundo el 15 de diciembre de 1826. A la edad de siete años comenzó sus estudios musicales en su natal Durango con Vicente Guardado, maestro de capilla de la catedral, y, posteriormente, los continuó en la ciudad de México, donde asistió a las clases del Conservatorio de la Gran Sociedad Filarmónica, recién inaugurado en 1839. Allí fue instruido por José Antonio Gómez, de quien seguiría recibiendo lecciones después de la desaparición del centro de enseñanza en 1843.
Tan grande era la inclinación del joven Luis hacia la música que declinó continuar la carrera de derecho que cursaba en la capital; sin embargo, su familia no estuvo de acuerdo con su proceder y en 1844 lo instó a viajar a París para estudiar medicina. Ni qué decir que accedió de buen grado, pero no por el gusto de hacerse un galeno, sino por el de aprovechar su estancia en la Ciudad Luz para dedicarse de lleno a la composición; convirtiéndose así en el primer mexicano en hacer estudios musicales en Europa.
Baca se inscribió en el Conservatorio de París como alumno de asignatura libre y asistió a la cátedra de composición para la cual habría de escribir una serie de polkas de salón como ejercicios de clase. Los frutos de su residencia parisina no se hicieron esperar: en 1850, con motivo de las fiestas de Nuestra Señora de Loreto, compuso su Ave María, que logró tan buena aceptación que fue lujosamente impresa, y se inició en la composición de ópera italiana con Leonor y Giovanna di Castiglia.
Tras visitar Italia, Bélgica e Inglaterra, finalmente retornó a México en 1852, donde fue recibido con beneplácito por sus coterráneos; sin embargo, ante las dificultades para presentar sus óperas, resolvió hacer un nuevo viaje al Viejo Mundo. Por desgracia, este propósito se vio truncado en 1855, al morir repentinamente atacado de cólico.