Se honraba además la participación del general de división Juan Andreu Almazán, en aquel entonces estudiante de medicina del Colegio del Estado, quien “pese a sus escasos 19 años de edad”, ayudó en la autopsia de Aquiles, Méximo Serdán y Fausto Nieto, y se permitió extraer el corazón de Aquiles para conservarlo. Con ello, reiteró su protagonismo precursor y que “en el futuro” sus controvertidos actos fueran aceptados por los nuevos gobiernos revolucionarios. No es casual que décadas más tarde (22 de octubre de 1939) iniciara su lucha opositora como candidato presidencial en la ciudad de Puebla como homenaje-reclamo de su pertenencia a la lucha armada y demócrata de los ideales sufragistas de Francisco I. Madero. Entre Almazán y Puebla se había desarrollado un romance, tejido con la historia, “de entrega mutua de corazones en un torbellino de pasiones”, como él mismo consignó en sus memorias.
Acaso su lugar de nacimiento en Olinalí, Guerrero, no significaba movimiento, remolino, lugar de terremotos y torbellinos a los que se parecía. Fue así que Almazán, quien pasó su niñez y adolescencia en Puebla, participó en el movimiento antirreeleccionista tanto como en la epopeya de la calle de Santa Clara. Más tarde escoltó a Madero durante su visita del 13 al 15 de julio de 1911, cuando el candidato a la presidencia se alojó en casa de la familia Serdán, profirió un discurso-homenaje en el Teatro Variedades y puso bandas de honor a los defensores de la casa. Alfonso G. Alarcón, quien fuera estudiante de medicina como Almazán, resaltó las cualidades del “bravo corazón” de Serdán en el “Canto Heróico” que dedicó a Madero. Nadie dudaba que la “primera chispa de la revolución” hubiera ardido en Puebla, aunque el fuego ardió antes y tuvo protomártires en lugares como Cuchillo Parado, Chihuahua; San Pedro de las Colonias, Coahuila; San Bernardino Coutla, Tlaxcala; Valladolid, Yucatán; G9mez Palacio, Durango y Sinaloa, Morelos, Guerrero o el istmo, casi sin notarse.
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