Marie Karaisl
Cátedra Daimler-Anáhuac Carlos Domínguez
Instituto MoraRevista BiCentenario #17
¿Cuántas veces, querido lector, ha hablado usted por teléfono celular mientras conduce su automóvil? ¿Cuántas veces no hemos conducido un automóvil cansados o después de echarnos tan sólo una más? ¿Cuántas veces ha conducido imprudentemente o a exceso de velocidad porque ya se le hizo tarde para llegar a esa junta de trabajo que era tan importante? Seguramente hay pocos conductores que pueden contestar a estas preguntas sin sentirse culpables y la verdad es que pocas veces reflexionamos sobre la magnitud y las implicaciones que un accidente vial puede tener.
El tema suena un tanto aburrido y sin embargo, estamos hablando de uno de los mayores problemas de salud pública que afectan a México y al resto del mundo actualmente. Sólo por mencionar algunos datos, los accidentes viales a nivel mundial cobran la vida de alrededor de 3,500 personas diariamente (según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud). Esto es equivalente a 1.2 millones de muertes y 50 millones de lesionados al año.
No por nada diversos organismos internacionales hablan de una epidemia de muertes a causa de los accidentes viales. De hecho, el problema es tan grave que la Comisión para la Seguridad Vial Mundial hizo un llamado en favor de un Decenio de Acción para la Seguridad Vial en 2009 y la propuesta fue adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas. En el marco de esta iniciativa se han instrumentado diversos programas y proyectos para atender el problema, incluyendo el caso de México con la creación de la Iniciativa Mexicana de Seguridad Vial (Imesevi).
¿Qué tan grave es el problema en nuestro país? Se estima que cada año suceden más de 400 mil accidentes viales, los cuales causan entre 10 y 24 mil muertes y entre 20 y 40 mil discapacitados permanentes. Uno de los estudios más recientes sobre el tema, llevado a cabo por los autores en el marco de la Cátedra Daimler-Anáhuac sobre Cultura y Educación Vial, sugiere que el costo económico de los accidentes viales es equivalente a 1.43% del Producto Interno Bruto (PIB). Esta cifra incluye el costo de los daños materiales, el costo de la atención médica y la pérdida de años productivos debido a lesiones y fatalidades por parte de conductores, peatones y otros afectados directamente por los accidentes viales. Para aquellos que no están familiarizados con este tipo de términos y conceptos económicos, 1.43% del PIB es equivalente más o menos a 15 mil millo- nes de dólares o para ponerlo en perspectiva, a 70% de lo que México recibe anualmente por concepto de remesas. Con estos recursos podrían construirse cada año cuatro nuevos aeropuertos para la Ciudad de México o treinta nuevas presas hidroeléctricas; alternativamente se podría pagar el presupuesto completo de la Secretaría de Salud o de la Secretaría de Desarrollo Social.
Por supuesto, lo más preocupante de los accidentes viales no radica en las pérdidas económicas sino en las pérdidas humanas. En este sentido, datos oficiales del INEGI, la Secretaría de Salud y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes confirman el siguiente perfil de las víctimas: alrededor del 78% son varones, casi la mitad son peatones, 42% no cuenta con seguro médico y el rango de edad con mayor probabilidad de morir en un accidente de tránsito se encuentra entre los 15 y los 44 años de edad. Es decir, si hilamos cabos y analizamos todos estos datos en conjunto resulta inevitable concluir que la víctima de un accidente vial tiene altas probabilidades de ser el jefe de familia, de estar en la edad más productiva económicamente, de ser el principal aportador de ingresos a un hogar de bajos recursos económicos y de tener uno o varios dependientes (hijos y esposas, principalmente).
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