Stephanie Gallegos Guzmán – Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 19.
No hay nada como un tamal y un atole para desayunar cualquier día frío en México; sin embargo, el 2 de febrero tiene un mejor sabor. Tal vez se deba a estar rodeados de familiares y amigos o nada más a la idea de saber que ese día se sigue la costumbre de comer tamales para celebrar a la Virgen de la Candelaria, advocación mariana muy venerada en nuestro país.
De acuerdo con la tradición católica, un 2 de febrero del inicio del siglo XV se apareció la Virgen de la Candelaria en Tenerife, en las Islas Canarias, siendo celebrada por primera vez en 1497. Su nombre procede de que, de acuerdo con el santoral católico, ese día se festeja la presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén. Como se considera que Cristo como luz del mundo tiene la misión de iluminar, es característico que los fieles lleven entonces en sus manos velas, cirios o candelas.
En nuestro país, a donde la fiesta llegó con los españoles en el siglo XVI, el 2 de febrero evoca una práctica religiosa, pero también una actividad esencial que es comer. El 6 de enero de cada año, día de los Santos Reyes, se parte una rosca, en la que están ocultas varias figuras pequeñas que representan a Jesús y el comensal que tenga la fortuna de obtenerlo en la porción que le corresponde, se ve comprometido a hacer o comprar tamales y atoles para el día de la Candelaria e invitar a aquellos con quienes partió la rosca.
En la actualidad, pese a que los tamales y el atole son algo representativo del 2 de febrero en México, los festejos son distintos en cada lugar. Por ejemplo, en Coyoacán, delegación que alberga al pueblito de La Candelaria, se celebra con arreglos de flores, tapetes de aserrín pintados de muchos colores, cohetes y caravanas con imágenes religiosas. En Tlacotlalpan, Veracruz, la solemnidad se distingue por la fiesta popular, que se inicia con una misa matutina, en la cual se cantan Las Mañanitas a la Virgen. Luego tiene lugar una procesión con estandartes, rezos y cantos de los fieles, quienes llevan a la Virgen al río Papaloapan para que lo bendiga y así los prevenga de las inundaciones. Todo termina en la noche al son del huapango, con el aroma de los diversos platillos y las luces de la feria.
La fiesta de la Candelaria es un ejemplo de sincretismo cultural. Por un lado se trata de una celebración católica, producto de la presencia española en México, por el otro se festeja con tamales y atole, que son una aportación prehispánica.