Fernando Aguayo / Instituto Mora
Berenice Valencia / INAH
Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 52.
La historia de los primeros tiempos de la fotografía es compleja y poco conocida. Las limitaciones de la técnica impedían captar con precisión lo que se quería reproducir, sobre todo plasmar la gama de colores que se presentaba frente a la cámara. Un análisis de una fotografía y dos imágenes de la ciudad de México que se hicieron a partir de ella ejemplifica cómo se hizo para obtener imágenes que mostraran de forma verosímil los espacios registrados por la cámara.
El 5 de mayo de 1883, la firma William Henry Jackson & Co. realizó una serie de tomas fotográficas de la ciudad de México, algunas desde la torre oriente de la Catedral Metropolitana y enfocando el Palacio Nacional, que se encontraba engalanado para celebrar el aniversario del que se llamó Día de la Segunda Independencia de México. Entre las imágenes resultantes de esa jornada, la fotografía “The Palace from the Cathedral. City of Mexico” ha sido elegida muy acertadamente en diversas publicaciones para mostrar una visión de lo que era la ciudad capital y su plaza mayor. Otra fotografía similar −con la que existen indudables diferencias, aunque en ambas se enfoca la esquina del Palacio Nacional delimitada por las calles Seminario y Moneda− se titula “Panorama of Mexico, the Palace from the Cathedral” (véanse imágenes 1 y 2).
Resulta evidente que la discrepancia más sobresaliente entre ambas imágenes es el cielo que, en la primera, aparece como elemento central, circunstancia que favorece su publicación, pues ilustra un componente que sorprendió a todo viajero que tuvo el privilegio de contemplar la ciudad de México en esa época. Un cielo excepcional que se producía por las condiciones atmosféricas propias y la humedad de los lagos que la rodeaban, pues esos cuerpos de agua estaban todavía vivos y formaban parte de la vida cotidiana de la capital.
En el siglo XIX se consideró que la fotografía era el procedimiento más certero para crear imágenes verosímiles, a pesar de reconocerse que existían muchas limitantes para reproducir lo que a simple vista se veía. Este texto muestra la forma en que una firma fotográfica realizó su trabajo para lograr imágenes que se acercaran a los referentes visuales, la cual parte de dos afirmaciones: que las fotografías son objetos complejos en los cuales la imagen que portan es sólo uno de los elementos que se pueden contemplar y analizar; y que estos objetos son producto de una serie de procedimientos técnicos y reacciones químicas que determinan su estructura física, los materiales que la componen y las características distintivas de la imagen resultante.
Desde que inició la fotografía, uno de sus principales objetivos fue crear imágenes con una semejanza mimética a la “realidad”. Sin embargo, en el siglo XIX, las limitaciones ópticas y técnicas hacían que la imagen obtenida con una cámara no fuera un reflejo fiel del referente. Mientras que la “realidad” se presenta en diferentes colores y tonalidades, las fotografías de esa época exhibían únicamente una gama de color (escala de grises, ocres y otras). Además, la sensibilidad limitada de la emulsión fotográfica, de reaccionar sólo a un rango determinado de ondas de luz, generó imperfecciones que impedían considerar la imagen final como cercana al referente. Para paliar algunos de estos inconvenientes, muchos fotógrafos modificaban sus negativos antes de que fueran impresos en positivo. Estas alteraciones, conocidas como retoques, surgieron a la par de la fotografía y están vinculadas con las exigencias de los primeros retratos, pero también con las limitaciones propias de los primeros años de la técnica fotográfica.
La amplia experiencia de William Henry Jackson y de los integrantes de su firma, aunada a la alta calidad de las cámaras y la óptica del equipo fotográfico con el que realizaban las tomas, les permitía captar multitud de detalles. Por ejemplo, la imagen “The Palace” muestra que la estructura provisional construida frente al Sagrario Metropolitano es un teatro y anunciaba la presentación de “tandas todas las noches” (véase imagen 3).
Sin embargo, la experiencia de esta compañía y la calidad de los equipos no compensaban todas las limitaciones del proceso fotográfico de la época. En particular, debe destacarse que los negativos de colodión húmedo requerían de tiempos de exposición prolongados para captar las imágenes, por lo que no “congelaban” el movimiento; además, su sensibilidad estaba limitada a las luces ultravioleta y azul. Esta característica implicaba que los azules del cielo y los verdes de un paisaje arbolado fueran poco distinguibles, e igualmente ocasionaba que los cielos azules y las nubes blancas se registraran con el mismo tono, lo que hacía imposible que se viera la diferencia. Veamos este tema del color y lo que hizo la firma Jackson para atenuar en parte uno de sus problemas.
Al observar detalles de la misma zona en las imágenes “The Palace” y “Panorama”, en la esquina de las calles Seminario y Moneda o frente a la puerta principal del Palacio, es posible afirmar que ambas son absolutamente iguales, pues los grupos de personas que aparecen registrados son idénticos en sus posturas y en los halos de quienes estaban en movimiento en el instante de la toma (véase imagen 4).
La fotografía “The Palace” es un negativo resguardado en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos de América, en tanto que la pieza “Panorama” es un positivo que se encuentra en la Fototeca Nacional de México; aunque ello no quiere decir que el primero sirvió para imprimir el segundo. La Biblioteca del Congreso resguarda otros negativos con la misma imagen, y esto puede aseverarse porque en todos se contempla el mismo detalle de personas. Es decir, esta compañía hizo una toma fotográfica el día 5 del mes de mayo de 1883 y después realizó diferentes negativos copia para imprimir positivos con distintas características y tamaños. Hasta el momento, se han identificado un negativo de 11 × 14 pulgadas que pudo ser la matriz del positivo resguardado por la Fototeca Nacional, dos negativos de 8 × 10 y otro de 5 × 8 pulgadas, todos con diferentes títulos y características.
Al observar las imágenes de los objetos fotográficos es posible verificar que registran el mismo momento, pero son más visibles las discrepancias. Como ya se dijo, las características técnicas de la época originaban que el blanco y azul del referente acabaran siendo registrados en un mismo tono. Esa es la razón por la cual en los ejemplares positivos el cielo se ve completamente liso (véase imagen 2)
Para lograr imprimir imágenes con mayor atractivo, los negativos fotográficos se intervinieron desde las primeras épocas de su creación. Aunque no es posible establecer con precisión el tipo de retoque usado en la recreación de estas nubes, cerros y volcanes, por las evidencias limitadas que presentan los negativos copia, es viable pensar en dos opciones. La primera se relaciona con una práctica poco común por su dificultad técnica, conocida como “combinación de negativos”. Consistía en tomar dos negativos para una misma copia. Primero se realizaba una toma fotográfica del cielo con nubes, luego se hacía una fotografía del paisaje urbano. Al momento de positivar, ambos negativos eran expuestos según la técnica del fotomontaje sobre el mismo papel fotográfico. Para un correcto resultado era necesario enmascarar el cielo original del negativo con el paisaje urbano para obtener una superficie totalmente vacía donde sobreexponer el segundo negativo con las nubes. La segunda alternativa fue dibujar o pintar directamente sobre una impresión positiva las nubes y los cerros, para después realizar un negativo copia que ya tuviera paisaje y cielo integrados.
En este punto es necesario enfatizar que se ha considerado a la fotografía como un artefacto que contiene una huella indicial, debido a que su imagen es producto de la luz que emana del referente; es decir, de aquello que se colocó frente a la cámara en un momento muy preciso del registro, por lo tanto, se trata de la huella de ese referente.
No obstante, esta huella del referente no implica su reproducción mimética. Al realizar la intervención sobre los negativos en el estudio fotográfico, se obtienen imágenes que no son iguales a la contenida en la toma inicial. Como se ha señalado, el resultado que se obtiene con la imagen titulada “The Palace”, a la que no solamente se agregaron unas nubes preciosas, sino también se recrearon los cerros del horizonte de la ciudad de México, se puede considerar una mejor imagen, porque esta fotografía concuerda mejor con lo que todo mundo veía en los cielos de la ciudad de México, pero que, por las limitantes técnicas de los registros fotográficos, no se podía captar en los negativos de la época.
La diferencia entre lo que diversos sujetos veían o ponían atención y lo que se podía captar con las cámaras de la época, incluso con profesionales tan reconocidos como William Henry Jackson, se puede constatar en el hecho de que en otros negativos se puso énfasis en los volcanes, los cuales tampoco fueron registrados en la emulsión del negativo que le sirvió de matriz (véase imagen 5).
Así, las fotografías nos presentan diferentes evidencias sobre los procedimientos que utilizaban las firmas y casas especializadas para hacer más atractivas las imágenes fotográficas que comercializaban de acuerdo con las expectativas visuales y estéticas de la época. Lo expuesto en estas líneas se basa en la información presente, tanto en la imagen fotográfica como en la materialidad del objeto, y nos permite acercarnos a algunas de las tareas realizadas por los fotógrafos decimonónicos para producir imágenes a la altura de espacios tan celebrados como fue la ciudad de México, la cual se ostentaba estar ubicada en “la región más transparente del aire”.