El asedio a Veracruz por el Ejército de Oriente 1859-1860

El asedio a Veracruz por el Ejército de Oriente 1859-1860

Carlos Eduardo Arellano González
IIH-UMSNH

Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 46.

Esta mirada al ejército de Oriente intenta subsanar la poca importancia que se ha dado en la historia de México al estudio del contrario. ¿Quién puede negar la posibilidad de que los bandos contendientes participan de la misma creencia de que lo correcto está de su lado, la opresión y la injusticia, del otro? Son seres humanos que comparten los mismo sentimientos de esperanza y temor, así como los sufrimientos.

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Entre 1858 y 1861 México vivió una guerra civil conocida como guerra de Reforma, en la que se enfrentaron liberales y conservadores. Esta lucha buscó definir el camino que México debía seguir en su formación como país.

El 17 de diciembre de 1857 los conservadores, bajo la bandera del general Félix Zuloaga, se levantaron en armas para respaldar el Plan de Tacubaya, que revocaba la Constitución jurada en febrero del mismo año. El presidente Igancio Comonfort se adhirió al plan y entregó a los conservadores la capital de la república. En Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte de Justicia, recayó la presidencia provisional y la responsabilidad de organizar el gobierno nacional. El nuevo mandatario emprendió un largo recorrido que habría de llevarlo al puerto de Veracruz, lugar al que arribó el 4 de mayo de 1858.

Mientras aquellos se robustecían en la ciudad de México, los liberales movilizaron a las fuerzas estatales para enfrentar a sus enemigos, por lo que conformaron varios centros de operaciones: uno de ellos fue Veracruz, uno de los puertos más valiosos por su comercio y sus comunicaciones, vuelto centro político liberal tras la llegada de Juárez. Por ello, en 1859, el general conservador Miguel Miramón juzgó vital la captura del puerto, aunque nunca pudo lograrlo. Más que considerar el valor último de la derrota, vale la pena rescatar los esfuerzos militares del Ejército de Oriente, fuerza operativa de los conservadores en contra de los liberales. En esta lucha podemos ver a Veracruz como escenario de guerra y la forma en que los ejércitos de entonces emprendían y entendían la estrategia. Además, es posible observar a dos generaciones de militares mexicanos y el uso de nuevos artefactos en una época donde las nuevas tecnologías se adaptaron a la guerra.

La división de oriente y el general Echegaray, 1858.

El puerto de Veracruz fue por mucho tiempo el principal centro de intercambio comercial del país, por lo que su control, en terminos estratégicos y económicos era fundamental. En caso de no poder dominar el puerto, bastaría con asfixiar sus líneas de comunicación y suministro estableciendo guarniciones en Xalapa, Córdoba, Coscomatepec, Huatusco y Orizaba, en los llanos de Puebla (Perote, Chalchicomula y Nopalucan) y Tlaxcala (Huamantla).

A principios de marzo de 1858 los conservadores organizaron la División de Oriente bajo el mando del general Miguel María de Echegaray, excombatiente de la guerra contra Estados Unidos (1846-1848), integrada por las brigadas siguientes: una dirigida por el general Carlos Oronoz, otro veterano con una trayectoria militar desde 1840 y que, en aquel entonces, sirvió como comandante militar y gobernador de Veracruz; otra más al mando del coronel Luciano Prieto, grado que alcanzó durante la dictadura santanista (1853-1855) y, finalmente, la brigada de caballería del coronel José María Cobos con unos 2 000 efectivos. La artillería –once cañones de campaña–complementó la organización.

La división tuvo como objetivo inicial fijar posiciones en la ruta México-Veracruz. El avance conservador inició sobre Nopalucan y continuó hacia Acultzingo entablándose, a mediados de abril, un combate contra las fuerzas liberales emplazadas en las veredas de San Cristóbal y Santa Catarina, sobre la Sierra Madre Oriental; su expulsión permitiría el libre tránsito de suministros y evitaría que las caravanas sufrieran emboscadas. Una vez cumplido su propósito, los conservadores se establecieron en Orizaba para actuar sobre otras poblaciones como Córdoba y Xalapa.

Con el paso de las semanas, la situación se complicó. Aunque las emboscadas continuaron, el 11 de junio se sublevaron, en apoyo a los liberales, las guarniciones de Xalapa y Perote, conformada esta última por tropas de la sierra norte de Puebla; su pérdida representaba un serio peligro por las dificultades que tendrían las unidades conservadoras ubicadas en el interior de la sierra para recibir recursos y noticias. Decenas de telegramas informaron a los conservadores sobre los movimientos de los liberales, liderados por Pedro Ampudia e Ignacio de la Llave.

Por fin, el presidente Zuloaga ordenó al general Echegaray atacar el puerto, pero en la segunda quincena de septiembre este manifestó que “la importancia de esta ciudad consiste en su puerto abierto para el comercio extranjero y no de ninguna manera como plaza fuerte”. La campaña acabó ocho meses después cuando el 20 de diciembre Echegaray proclamó el Plan de Ayotla en el que desconocía al gobierno de Zuloaga y llamaba a la conciliación entre liberales y conservadores.

Tras diversas sucesiones presidenciales en el campo conservador, el cargo de ejecutivo recayó en Miguel Miramón, un joven de 29 años con un amplio historial militar. Destacó en diversas acciones durante la revolución de Ayutla, así como en las batallas de Ocotlán, el sitio de Orihuela y su victoria cumbre: Ahualulco. Sin ceder a su carácter impulsivo y audaz, Miramón se ciñó a la captura de Juárez en Veracruz, pues creía, no sin razón, que de esta forma finalizaría la guerra. Para fines de enero de 1859, decidió jugárse el todo por el todo, en un movimiento contra el puerto.

Miramón ante Veracruz, 1859

La campaña se inició formalmente el 14 de febrero cuando su ejército salió de la ciudad de México con dos divisiones constituidas, a su vez, por dos brigadas de infantería, una de caballería y otra de artillería. Varias unidades ya habían tomado parte en las operaciones en 1858, como el batallón primero de rifleros, el activo de México, el octavo y onceavo de línea, y el activo de Celaya, lo que presenta el nivel de experiencia que poco a poco adquirieron sus miembros.

El mando recayó en una vieja generación de jefes y generales que habían estado en la guerra de independencia y cuya experiencia en los conflictos internos y externos del país –principalmente la guerra contra Estados Unidos– los dotó de un amplio conocimiento geográfico y de importantes trayectorias operativas y administrativas, como los generales Carlos Oronoz, Francisco García Casanova, Francisco Tamariz, Manuel María Escobar y Manuel Robles, quien sería el jefe del Estado Mayor del Ejército de Oriente; su actuación como ingeniero en distintas comisiones en Veracruz desde la década de 1840 y como comandante general del mismo estado le valieron dicho puesto. Cabe agregar que lo cerrado y jerárquico del ejército hizo que la opinión de estos generales pesara en cualquier discusión. Miramón, un joven cuya trayectoria apenas se afianzaba, tenía enfrente a varios veteranos que habían movilizado a cientos de hombres y combatido a españoles, franceses y/o estadunidenses cuando él apenas aprendía en las aulas del Colegio Militar los principios elementales de la guerra. El “Joven Macabeo” debió escuchar y considerar las recomendaciones de los viejos generales que integraron su Estado Mayor, de ahí que Robles siempre estuviera a su lado en campaña. No obstante, el asesoramiento en las fuerzas armadas tiene un límite, cualquier fallo o error no es una responsabilidad compartida. Recae en la dirigencia, quien encabeza el mando, quien tiene la última palabra.

En sus Apuntes para la campaña de oriente, el teniente coronel Manuel Ramírez de Arellano describió cómo en 1859 se siguió la misma ruta de Echegaray hacia Veracruz. Como ya se dijo, el avance se complicó después de atravesar Córdoba y Orizaba debido a las fuerzas liberales de Pedro Ampudia. La altura del Chiquihuite y las barrancas de Jamapa y Coscomatepec fueron violentamente disputadas por liberales y conservadores debido a que ponían en riesgo las vías de abastecimiento de estos últimos, que esperaban el arribo de un fuerte cargamento con suministros y dinero. Una serie de maniobras dieron la victoria a las tropas de Miramón, las cuales pudieron continuar su avance sobre el puerto veracruzano. Sin embargo, la destrucción de los históricos puentes de Atoyac y Chiquihuite por los liberales las retrasó. Los ingenieros hicieron uso de sus amplios conocimientos para levantar pontones (puentes provisionales) y las comunicaciones telegráficas apoyaron la ubicación y detección de enemigos. Los liberales, por su parte, practicaron la estrategia de “tierra quemada” desde la sierra hasta el poblado de Soledad, Veracruz, lo que obligó a los conservadores a forzar las marchas para prevenir el desabasto. Algunas semanas después de iniciar las operaciones, el 23 de marzo, los conservadores avistaron el puerto de Veracruz. Miramón, Robles, y otros miembros de su Estado Mayor realizaron el reconocimiento inmediato desde los médanos –colinas de arena– a un kilómetro de distancia de las murallas. Las noticias de que los suministros procedentes de la ciudad de México aún no salían, la temporada de fiebre amarilla, y las constantes deserciones en las filas conservadoras, obligaron a que se emitiera una orden general de retirada, para sorpresa de las tropas que mostraron tanta entrega en la campaña. El sitio nunca llegó a consumarse.

Miramón dispuso, el 3 de abril, la disolución del Ejército de Oriente, manteniendo en operaciones una división al mando de Manuel Robles, junto al gobierno y la comandancia militar de Veracruz, con cuartel general en Orizaba, como un año atrás había hecho Echegaray. Las operaciones se sucedieron sin novedad alguna, ocupando y perdiendo plazas.

La revancha contra Veracruz

Sebastián I. Campos, teniente de la guardia nacional de Veracruz, relató en Recuerdos históricos de la ciudad de Veracruz la reforma y la intervención francesa una serie de detalles que no pueden pasar inadvertidos a los interesados en el desarrollo de estos procesos, dado que permiten revalorar para la historia militar mexicana las operaciones sobre el puerto de Veracruz.

El 4 de marzo de 1860, cerca de 8 000 efectivos en dos divisiones marcharon al mando de los generales Gregorio del Callejo y Feliciano Liceaga. El primero pertenecía a las generaciones veteranas mencionadas, mientras que Liceaga era parte de los mandos que alcanzaron su graduación con Santa Anna. Por tanto, este ejército resultaba “joven” a diferencia de los anteriores, pues había una mayor cantidad de militares cuyo ascenso se dio entre 1853 y 1854, como eran los casos de Eligio Ruelas, Joaquín Ayestarán y Domingo Herrán, generales al frente de las brigadas. Como la vez anterior, Manuel Robles fue el jefe de Estado Mayor, por lo que Miramón no pudo desprenderse de las viejas presencias.

A diferencia de lo ocurrido en 1859, Miramón ordenó avanzar a la primera división a través de Xalapa por un camino que no se había tomado en cuenta, debido a lo fácil que era interceptar a cualquier fuerza por esa vía. Una brigada iría por Córdoba, formando una tenaza que poco a poco se cerraría sobre el puerto, mientras que la segunda división actuaría como reserva y fuerza de aproximación sobre Alvarado.

Como parte de su plan, Miramón consideró necesario efectuar el sitio por tierra y mar, si bien sus escasos recursos sólo le permitieron cubrir la parte sur de la muralla, del baluarte de La Noria hasta el de San José, en el barrio de La Merced. Por su lado, el capitán Tomás Marín, comisionado por el gobierno conservador para adquirir en Cuba algunos buques de guerra, compró los vapores General Miramón y Marqués de la Habana, a fin de bloquear Veracruz. Sin embargo, los liberales, con apoyo de una flotilla estadunidense compuesta por los navíos Saratoga, Wave e Indianápolis, frenaron el intento de Miramón cuando, el 9 de marzo, capturaron los dos vapores.

Pese a la derrota marítima, sus esfuerzos siguieron con diversas dificultades que no dejan de llamar la atención. Sebastián I. Campos, capitán en la guardia nacional de Veracruz durante el sitio conservador de 1860, menciona que en febrero de 1860 había trabajos de atrincheramiento, entre ellos “al pie de la muralla […], revestida de césped, una tela de alambre de diez metros de ancho por medio metro en su parte más baja […] Las telas tenían por objeto impedir que las columnas de asalto pudieran conservar su formación y unidad, y que, aún desorganizadas, los soldados pudieran franquearlas sino con grandísima dificultad…”. Esta referencia es sumamente interesante porque permite considerar el empleo de la alambrada con fines militares por primera vez en México. (Menciona también el empleo de un ingenio eléctrico que mantuvo iluminada la campiña, a manera de un reflector, así como armas de repetición, tal como los fusiles Enfield de patente británica que el batallón fijo de Veracruz recibió. En este sentido, la guerra de Reforma vio la integración de nuevos artefactos bélicos que, aunque no se explotaron por los bandos contendientes, reflejaron los cambios militares tecnológicos de la época.

El sitio comenzó. La misma noche en que se dio la acción de Antón Lizardo, Miramón ordenó un reconocimiento a las murallas del puerto, mismo que fue rechazado por los liberales. Posteriormente, con el objetivo de mermar sus fortificaciones, el jefe conservador ordenó bombardear el puerto de forma regular del 14 al 18 de marzo, lo que causó que “desde la Parroquia hasta la Puerta de la Merced, el caserío [sufriera] horriblemente”. Además, muchas de las balas huecas conservadoras estaban llenas de crucifijos pequeños “que, al estallar […], se convertían en mensajeros de la muerte, transformándolas, de acuerdo con Campos, en enseña de la más refinada hipocresía y del fanatismo más feroz”.

Finalmente, tal parece que Miramón buscó probar los efectos de los fuegos de los anteriores días al ordenar el 19 de marzo un asalto sobre la muralla y baluartes. Al amanecer, se desató un feroz fuego de fusilería entre liberales y conservadores por espacio de dos horas. Por la noche, el mencionado artefacto de luz iluminó una porción del terreno, lo cual permitió observar el avance de cuatro columnas sobre la puerta de La Merced y los fuertes de San José y la Noria a los flancos. La arremetida de artillería y fusilería se describió como “el fuego más espantoso que hasta entonces [el Ejército de Oriente] había dirigido a la plaza”, mientras que la metralla barrió los baluartes de Santa Bárbara y San Fernando, a la derecha de las posiciones mencionadas. Por su lado, los guardias nacionales abrieron una cortina de fuego cuando las columnas de asalto se encontraron lo bastante cerca de los fosos y el alambrado, acompañados del rugido de unas 40 piezas de artillería. Las columnas se replegaron.

Ante el fracaso por mar y tierra, Miramón ordenó por segunda vez la retirada el 21 de marzo, por lo que disolvió al ejército de operaciones y dejó una división a cargo de Manuel Robles, la cual regresaría a la ciudad de México a finales de 1860 ante el incontenible avance de los liberales contra la capital. De esta forma, aunque las operaciones sobre Veracruz fracasaron, su desarrollo ofrece información que permite revalorar militarmente este episodio de la guerra de Reforma en lo que respecta a las generaciones de militares presentes en las operaciones, al uso de nuevas herramientas bélicas, y al papel que las poblaciones jugaron como puntos logísticos y de comunicación. Sin embargo, siempre debemos tener los costos presentes. Campos describió así la angustia de una anciana que se encontraba “arrodillada delante de un montón de tierra bajo el cual estaba sepultado su hijo, de cuyo cadáver sólo se veía el muñón de la mano izquierda, descubriendo el uniforme de la artillería, [mientras] lloraba y plañía hasta partir el corazón”. Más allá de cualquier innovación, la guerra es un tormento hacia el desamparo y la crueldad.

PARA SABER MÁS

  • Campos, Sebastián I., Recuerdos históricos de la ciudad de Veracruz y costa de sotavento del estado durante las campañas de tres años, la intervención y el imperio, México, Biblioteca Mexicana de la Fundación Miguel Alemán, 2000.
  • Miramón, Concepción Lombardo de, Memorias, México, Porrúa, 2011.
  • Ortiz Escamilla, Juan (coord.), Guerra, México, Secretaría de Cultura, 2018.
  • Ramírez de Arellano, Manuel, Apuntes de la campaña de oriente: 1859, febrero, marzo y abril, México, Imprenta de J. M. Lara, 1859, en http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1020002460/1020002460.PDF

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