De Tlalpujahua, en Michoacán, se dice que se negó a morir. La villa, que existe desde la época prehispánica y tuvo importancia como Real de Minas en la Colonia, llegó a ser la primera productora de oro en el mundo entre 1908 y 1913. La tragedia estaría a punto de hacerla desaparecer la madrugada del 27 de mayo de 1937, cuando un alud de lodo, arcilla y agua bajó por la colina, sepultó casas y tiendas, gente y animales bajo 30 metros y se solidificó como si fuera cemento. Lo único que permaneció en el centro fue la torre de la vieja iglesia, mudo testigo de millares de muertes y la ruina general. Quienes no se marcharon, buscarían otras opciones y, gracias a su gran empeño, salieron adelante. Hoy son un pueblo mágico, que vive de la producción de esferas navideñas, la alfarería, el trabajo de cantera, la producción de dulces y pan, así como de los viajeros que lo visitan y se embelesan con su carácter especial.