Lourdes Roca
Instituto Mora
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 33.
Fotografías, dibujos y material fílmico ayudan a descifrar y explicar los cambios del barrio de Mixcoac. Ladrilleras, abundancia de agua, espacios abiertos y casas lujosas confluían en diferentes momentos del siglo pasado. La labor de recuperación de archivos públicos y privados nos permite acercarnos a ellos.
Una zona enmarcada por ríos. El agua fluía por doquier. Los cultivos emergían a unos lados y otros de los cauces. Mixcoac, Churubusco, Becerra eran sus nombres. Ríos añejos, cauces amplios. Los primeros recuerdos de los avecindados en San Juan Mixcoac y alrededores desde las primeras décadas del siglo XX son de una vasta extensión repleta de agua transparente. “Hasta tortugas se veían en el agua”, comentan sobre los espacios ribereños que a lo largo del siglo se fueron dejando de ver, para ocultarse por completo en las profundidades de la ciudad. Y con ellos, el verdor, un verdor largamente socavado, como veremos, que apenas ahora despuntando el siglo XXI se quiere revitalizar, con grandes retos para lograrlo y sobre todo para revertir las consecuencias de varias décadas de atentar contra él con gran despliegue de empeño moderno y tecnológico.
Salpicada de casas, la zona se consideraba más bien de descanso, el entorno era privilegiado. Sin embargo, también lo conformaban espacios fabriles, gracias a esa tierra particular íntimamente ligada a las riberas de los ríos, que promovía la elaboración de tabiques. Se recurría a la naturaleza, pero por muy largo tiempo en equilibrio con ella.
Las ladrilleras de Mixcoac son conocidas entre las generaciones mayores de habitantes de la zona: La Moderna, La Guadalupana, La Nochebuena y La Minerva fueron algunas; entre los nuevos avecindados pocos creerían que el Parque Hundido o la Ciudad de los Deportes existen ahí justo por las zonas hundidas que fue dejando la práctica ladrillera. Un pueblo en la memoria, documental realizado en el Instituto Mora ya hace más de 20 años, daba cuenta de todo ello justo al conmemorar el 13º aniversario de la institución, ubicada en San Juan, uno de los rincones de Mixcoac.
Experiencia fundante en muchos sentidos, tanto para quienes colaboraron en esa investigación desde el proyecto de historia oral, como para quienes, a propósito de las imágenes, optamos por seguir este camino de la investigación social que busca entender procesos a partir de fuentes visuales y audiovisuales. En los dibujos que encabezan este breve espacio dedicado a Mixcoac y sus imágenes, nos sumergimos de entrada en el antiguo pueblo que fue y los paisajes que lo envolvían. Hace más de dos décadas, fue un reto localizar imágenes de esta zona de la ciudad. Algunas surgieron en unos pocos archivos públicos y privados, pero los entrevistados fueron la clave sobre todo para que, a través de sus álbumes familiares, sus rollos de película largamente guardados o sus recuerdos esbozados en dibujos, pudiéramos visualizarlo y sobre todo entender mejor algunos aspectos de su transformación. Con el tiempo, más imágenes han ido viendo la luz, ahora ya incluso circulando en la red. Pero estamos todavía lejos de conjuntar, catalogar, preservar y poner en acceso tantas imágenes como sea posible de este espacio urbano escasamente estudiado.
Fotografías y territorio
Si los dibujos nos acercan de manera más plástica y figurativa a lo que todos podemos conservar en el recuerdo, según las experiencias de habitar y practicar los espacios, también la fotografía se revela como un documento clave para ello. Veamos ahora lo que implica una imagen mediada por un aparato tecnológico como es la cámara, que permite capturar un espacio particular enmarcado por una mirada en un momento concreto. Tres coordenadas (espacio, tiempo y mirada) constituyen los ejes de trabajo para analizar cualquier documento que incorporemos como fuente de investigación. En el caso de las imágenes, se hace muy complejo por la costumbre de no asentar datos básicos sobre ellas. Es muy común que no sepamos quién la registró, ni cuándo, ni dónde, y la investigación deba empezar desde ahí, en reconstruir el itinerario de cada documento para poderlo integrar a los estudios con una documentación básica imprescindible.
En esta fotografía, por ejemplo, capturada en los años treinta por encargo del registro de obras públicas, podemos ubicarnos sobre lo que hoy es la calle Porfirio Díaz en esquina con la Avenida Insurgentes Sur, viendo hacia el poniente. El primer referente más concreto que destaca es la iglesia de San Juan Mixcoac al fondo y el gran terreno rebajado que ocupa la mayor parte del primer plano izquierdo. Gracias a las figuras humanas y animales podemos notar la escala de esos enormes huecos que fue causando el trabajo de varias ladrilleras alrededor. Para entonces ya tenía su función de parque en su extremo oriente, al pie de Insurgentes, pero fue ganando terrenos hacia el fondo, lo que con el tiempo sería el Parque Hundido, formalmente inaugurado como Parque Luis G. Urbina hasta la década de 1970.