La historia de Pepita Aguilar, una dama de palacio

La historia de Pepita Aguilar, una dama de palacio
Cecilia Alfaro Gómez / Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

Revista BiCentenario #8

He recibido, señor Ministro, el nombramiento de Dama de Palacio con que Su Majestad, la Emperatriz Carlota, se ha dignado distinguirme. Mi corazón abunda de tal manera en sentimientos de amor y gratitud que experimento por la honrosa distinción de que en lo personal he sido objeto esta misma mañana. Me despido de usted desde el retiro y oscuridad de que jamás habría salido si Su Majestad la Emperatriz no me hubiese tendido su mano protectora. Su más cordial servidora.
Josefa Aguirre de Aguilar y Marocho
21-VI-1864

Pepita B-8 Es posible que la vida cotidiana en el hogar de la familia Aguilar Aguirre fuera, para la señora de la casa, oscura y aburrida. De allí que la llegada de Maximiliano y Carlota, los nuevos emperadores de México el 21 de junio de 1864, iluminara sus días. Y es que, desde ese momento, Josefa Aguirre de Aguilar tuvo, por primera vez en su existencia, la ocasión de participar en los sucesos públicos, lo cual hubo de dejarle una marca perenne. Josefa (“Pepita” para los íntimos) era esposa de un notable abogado conservador: Ignacio Aguilar y Marocho, quien fuera ministro de Gobernación durante la dictadura de Antonio López de Santa Anna y en los últimos meses había jugado un papel muy importante dentro de la Asamblea de Notables y como integrante de la comisiAón que viajó al castillo de Miramar a ofrecer el trono al príncipe austriaco. Esto facilitó que la emperatriz Carlota la eligiera como Dama de Palacio (nombramiento honorífico, pero no remunerado), ya que las mexicanas que entraron a la comitiva real lo debían a sus orígenes o relaciones consanguíneas o maritales. Ahora bien, ser Dama de Palacio no era algo sencillo, ya que esa posición implicaba cercanía con los soberanos y éstos debían ponderar y decidir a quiénes se la otorgaban.

Familia real B-8

Tarjeta de visita con fotos de Maximiliano, Carlota, Miramón, Mejía y Méndez

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1 comentario

Era mi tatarabuela. Heredé su mirada y nariz. Mi abuela Pepita Mansió Aguilar me lo explicó. Mi abuela era una gran dama tambien en todos los sentidos. Ella misma se encargó de mi educación. Descanse en paz!

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