Los negocios usureros de la Casa Jecker en México

Los negocios usureros de la Casa Jecker en México

Noé Ibañez Martínez
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Guerrero.

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm.  39.

Las constantes crisis políticas y económicas que vivía México a mediados del siglo XVIII dieron lugar a fuertes endeudamientos del sector público, del que pudieron obtener fuertes beneficios banqueros y agiotistas. Uno de ellos fue el suizo Jean-Baptiste Jecker, apoyado por el gobierno francés quien encontró en las deudas con la casa Jecker motivos para la intervención de su ejército en México.

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Luego de la independencia, el nuevo Estado mexicano tuvo que enfrentarse al enorme reto de construir un Estado-nación y las cosas no fueron fáciles. La lucha por el poder entre liberales y conservadores llevó al país a una crisis más profunda, involucrando a enemigos externos con los que México salió perdiendo política, económica y territorialmente.

El panorama social, político y económico no era nada alentador. Esta situación llevó al imperio de Agustín de Iturbide a autorizar en 1822, por primera vez en México, la emisión de papel moneda, produciendo más de 4 000 000 de pesos en tal especie, pero el experimento resultó un fracaso, dado que la población estaba acostumbrada al uso cotidiano de monedas, principalmente de plata y, además, desconfiaba del propio gobierno. Una segunda reacción del Estado a la urgente falta de ingresos fue la de negociar préstamos externos. Así, en 1824 y 1825, México obtuvo dos empréstitos de bancos ingleses por más de 6 400 000 libras esterlinas que, en su momento, cubrieron los gastos militares del país, pero a largo plazo se convirtieron en una carga más.

Los créditos que el gobierno mexicano se vio en la necesidad de buscar fueron primero con banqueros y agiotistas locales. Esto ha hecho que el periodo de 1827-1854 se conozca en la historiografía de México como la época de los agiotistas, personajes que no eran más que acaudalados individuos que financiaron el gasto corriente del gobierno a cambio de jugosos réditos y privilegios especiales. En otras palabras, los agiotistas aprovecharon la debilidad del Estado mexicano para incrementar su fortuna y poder. Ante esto, ¿Qué papel desempeñaron realmente los bonos de Jecker en la trama de la intervención francesa?

Un banquero Suizo

Jean-Baptiste Jecker nació en Porrentruy, Suiza, al pie de la cordillera de Jura que en ese entonces formaba parte de Francia, el 29 de diciembre de 1812, y en 1862 se nacionalizó como ciudadano francés. Fue hijo de un molinero que a temprana edad aprendió varias lenguas y en la práctica, conocimientos de finanzas y minería. En 1831, a la edad de 19 años, se trasladó a París, donde trabajó como empleado en el banco Hottinger, uno de los más importantes creado en 1786.

Louis, hermano mayor de Jean Baptiste, había estudiado medicina en París, emigró a México y alcanzó un gran éxito profesional como oculista y cirujano, lo que le permitió acumular una gran fortuna y hacer importantes obras de filantropía; de modo que durante las primeras décadas del México independiente ya era un médico reconocido y adinerado en el país. Con motivo de la Guerra de los Pasteles, fue expulsado del país y volvió a reunirse en Europa con su familia. Regresó a México tras este acontecimiento, esta vez, acompañado de dos de sus hermanos, Pierre y Jean Baptiste.

Entre 1840 y 1844, Jean Baptiste Jecker trabajó como dependiente en la casa Montgomery, Nicod y Compañía (MN&C), que representaba los intereses de los prestamistas ingleses que operaban en México. Era una de las tres principales casas de ese tipo, con negocios tales como el préstamo de 2 000 000 de pesos otorgado al gobierno mexicano en 1840. Ahí aprendió las artes y artimañas de los contratos financieros con gobiernos que, por estar sujetos a la quiebra e insolvencia crónicas y a la inestabilidad de las asonadas militares, requerían siempre de recursos frescos para sobrevivir que se veían obligados a obtener a cualquier costo.

Era una época en que, si bien el capital comercial y usurero era el único importante en la economía nacional, los prestamistas tenían en los gobiernos una fuente inagotable de jugosas utilidades. Los principales eran extranjeros, quienes se amparaban en sus consulados y legaciones, y se asociaban con empresarios mexicanos y funcionarios públicos, lo que estimulaba la corrupción gubernamental.

Era una época en que, si bien el capital comercial y usurero era el único importante en la economía nacional, los prestamistas tenían en los gobiernos una fuente inagotable de jugosas utilidades. Los principales eran extranjeros, quienes se amparaban en sus consulados y legaciones, y se asociaban con empresarios mexicanos y funcionarios públicos, lo que estimulaba l En 1844, MN&C cerró sus operaciones en México y dejó a Jean Baptiste la responsabilidad de liquidar sus asuntos pendientes, al efecto, fundó la Casa Jecker, Torre y Compañía (CJT&C), en sociedad con Isidoro de la Torre, español gaditano, y Felipe Alonso Terán, heredero de un pariente acaudalado. Al parecer, su hermano médico, Louis, ayudó a Jean Baptiste con el capital inicial de 300 000 pesos para comenzar el negocio, antes de regresar a Europa, donde murió a mediados del siglo xix, sin haberse casado y sin dejar descendencia.

La compañía de Jecker se organizó como casa prestamista y de comercio, dedicada a las importaciones y exportaciones en los puertos de Veracruz, Tampico y Mazatlán, y desde esta última población influía en las actividades económicas de todo el noroeste mexicano. Así fue extendiendo sus intereses al algodón, textiles, fierro, plata, carbón de piedra y hasta armamento y suministros militares a partir de 1846, cuando participó como fiadora de Joseph Limantour (padre de José Yves) en el contrato para abastecer de víveres, vestuario, armas y municiones a las tropas que defendían las Californias de la invasión estadunidense. También destacó como una gran empresa exportadora de plata de importantes minas, como las de Real del Monte, Real del Catorce y Purísima.

Pero su actividad principal fue la financiera: hipotecas, letras de cambio, pagarés y libranzas, contratos de avío y demás instrumentos, con tasas de 24% y aún del 48%, cuando el interés legal era de sólo el 6% anual. Además, Jecker logró, siendo suizo, que sus operaciones se clasificaran dentro de la deuda francesa.

En 1853, la Casa Jecker participó en el intento de Manuel Escandón, agiotista destacado, de fundar un banco, lo cual no fue aceptado por el presidente Antonio López de Santa Anna, porque sintió que estaría más a merced de los agiotistas nacionales y extranjeros. Sin embargo, en enero 1854, Santa Anna y Jecker firmaron un contrato para deslindar en 20 meses, todas las tierras inactivas de Sonora y Baja California a cambio de un porcentaje de las tierras deslindadas. CJT&C tampoco fue ajeno por completo a este nuevo acto de filibusterismo. Pero quizá debido a estos malos negocios, este mismo año De la Torre rompió la sociedad con Jecker que se disolvió para dar lugar a la Casa Juan B. Jecker y Compañía (CJBJ&C).

Al triunfo del Plan de Ayutla que derrocó a Santa Anna, Jecker trató de actualizar el contrato de deslinde en Sonora y California, así como de obtener otro similar respecto al istmo de Tehuantepec, con base en que representaba al inversionista Francis Falconnet, a quien Santa Anna había concesionado un canal interoceánico. En agosto de 1856, el gobierno de Ignacio Comonfort aceptó las propuestas del banquero, se firmó el contrato por el cual Jecker-Torre y Compañía se comprometían a medir, levantar planos y deslindar, en un periodo de tres años, las tierras baldías de Sonora y Baja California, a cambio de la tercera parte de los terrenos que deslindaran. Las otras dos partes quedarían en posesión del gobierno nacional y, en caso de que este vendiera parte de esas tierras, Jecker-Torre y Compañía tendrían la opción de la compra preferente de un tercio más, a un precio más bajo.

Los bonos

En el inicio de la segunda mitad del siglo xix, a Jecker no le había ido tan mal. En 20 años había sido capaz de reunir unas 3 000 000 de libras esterlinas. Sin embargo, en 1857 había hecho algunas inversiones y especulaciones muy embarazosas. Su relación de negocios con el presidente conservador Miguel Miramón tomó forma dos años después. El país atravesaba por una profunda crisis económica, política e ideológica debido a la pugna entre dos grupos antagónicos (conservadores y liberales) que derivó en la Guerra de los Tres Años. La guerra con Estados Unidos que duró de 1846 a 1848 lo dejó en ruinas. Las arcas de la Iglesia estaban vacías a consecuencia de la expedición de la Ley Lerdo o Ley de desamortización de los bienes eclesiásticos.

Miramón necesitaba ayuda desesperadamente y acudió a Jecker. Ambos firmaron un contrato el 29 de octubre de 1859. Sin embargo, este acuerdo sufrió modificaciones el 26 y 30 de enero, así como el 12 de marzo de 1860 para ajustarse a los deseos de Jecker, quien a cambio de una mínima cantidad de dinero en efectivo, enseres y vestuario militar, cubrió con papel devaluado de la deuda anterior (adquiridos a precios ínfimos) lo principal de su compromiso, cobró por adelantado su comisión respectiva y trasladó al gobierno los gastos de la operación.

Por la situación nacional y la escasa aceptación de los nuevos bonos en el mercado, el 19 de mayo de 1860 Jecker se declaró en quiebra y suspendió sus pagos para proceder a la liquidación de su empresa. El pánico cundió entre los grandes inversionistas y pequeños ahorradores que le habían confiado su dinero, pero no había nada qué hacer. Con la victoria de los liberales sobre los conservadores en 1861, Jecker cayó en la ruina total porque el gobierno de Juárez decretó la insubsistencia de los actos y contratos celebrado por Miramón.

Por otra parte, el consejo de ministros de Benito Juárez caducó la concesión de la tercera parte de los terrenos baldíos de Sonora, Baja California y Tehuantepec, que el gobierno de Miguel Miramón otorgó a Jecker y Compañía, por tanto, ya no tenía derecho sobre dichas propiedades. En respuesta, el banquero demandó una indemnización al gobierno mexicano e intentó vender en Francia los derechos para el deslinde de las tierras de Sonora por 10 000 000 de francos. También consiguió, por intermediación de su cuñado X. Elsesser, el apoyo del duque Carlos Augusto de Morny, medio hermano y ministro de finanzas de Napoleón III, así como la nacionalidad, y presionó a Édouard Antoine de Thouvenel, ministro de Negocios Extranjeros, para que incluyera los bonos de Jecker dentro de las reclamaciones francesas. También influyó en el nombramiento del conde Alfonso Dubois de Saligny, como ministro francés en México, para que promoviera el pago de esos bonos como parte de la deuda francesa. Ya en México, Saligny negoció el asunto con el secretario de Relaciones Exteriores, Francisco Zarco, quien ofreció pagar lo que Jecker había entregado realmente a los conservadores más los intereses respectivos, pero no los 15 000 000 que reclamaba. Saligny difundió que había logrado el reconocimiento del total de estos bonos y, ante la aclaración negativa por parte del gobierno mexicano, exigió que se indemnizara a los tenedores de esos bonos o de lo contrario, se usaría la fuerza del ejército francés.

En reunión secreta, el Congreso mexicano rechazó esta pretensión y el 4 de mayo de 1861, Zarco escribió a Juan Antonio de la Fuente, ministro mexicano en Francia, pidiéndole hacer saber el gobierno francés el disgusto que causaba dicha amenaza y rechazaba cualquier acto de humillación.

La respuesta de Juárez

En el ultimátum que Saligny envió a Juárez, antes de iniciar la guerra en su contra, exigía también “la ejecución plena, leal e inmediata” del contrato suscrito entre el gobierno mexicano y la Casa Jecker. Así, los citados bonos se convirtieron en una de las “causas” de la intervención del ejército francés en México. No obstante, una vez detenido el avance de las fuerzas francesas en Puebla el 5 de mayo de 1862, Juárez decretó la expulsión del país de siete franceses y de Jecker, quien viajó ya con nacionalidad francesa, obtenida meses antes.

Más tarde, al afianzarse Maximiliano de Habsburgo en el trono de México, Jecker regresó a México discretamente y negoció con Carlos Eustaquio Corta, asesor del nuevo emperador, el pago de los bonos con un fuerte descuento y sujeto a un calendario entre octubre de 1865 y febrero de 1866. Finalmente, con la caída del imperio, los últimos 2 000 000 de pesos no fueron pagados a Jecker.

Tras el fusilamiento de Maximiliano, durante los siguientes tres años, ya en París, Jecker continuó reclamando a las autoridades francesas el pago no efectuado e, inclusive, lanzó amenazas de publicar información comprometedora para Napoleón III, pero no tuvo éxito. Tampoco pudo regresar a México para rehacer su fortuna a partir de una mina de plata que aún poseía en Zacatecas.

Derrocado Napoleón III, durante la Comuna de París y totalmente arruinado, Jecker trató de obtener un salvoconducto para salir de la capital francesa, pero el 23 de mayo de 1871 fue detenido por los comuneros y conducido a la prisión de La Roquette. Tres días después fue fusilado.

PARA SABER MÁS

  • Costeloe, Michael P., Deuda externa de México. Bonos y tenedores de Bonos, 1824-1888, México, Fondo de Cultura Económica, 2007.
  • Tenenbaum, Barbara, México en la época de Los Agiotistas, 1821-1857. México, Fondo de Cultura Económica, 1985.
  • Suárez Argüello, Ana Rosa, “Los intereses de Jecker en Sonora”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, México, Unam, 1983, https://goo.gl/nmC5EZ
  • Vayssade R. Martin, Jecker, el hombre que quiso vender México. México, Joaquín Mortiz, 2005.