Los Micos. La derecha en Sonora

Los Micos. La derecha en Sonora

Cuitláhuac Alfonso Galaviz Miranda 
Instituto Mora 

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 56.

Iniciada como un apéndice de los Tecos de Guadalajara, esta organización sonorense, católica y conservadora, buscaba confrontar, desde el anonimato, con la izquierda estudiantil.

La principal noticia del 9 de marzo de 1970 en Sonora fue: “Brutal agresión de diez rebeldes con cadenas; golpearon con saña a un estudiante de la preparatoria.” La nota fue publicada en el medio de comunicación regional más influyente en esos momentos: el diario El Sonorense. Allí se puede leer: “Agentes del Departamento de Investigaciones andaban tras los pasos de un grupo de aproximadamente 10 jovenzuelos [quienes] atacaron a otro joven con cadenas de bicicletas, tubos de fierro y macanas […] El lesionado responde al nombre de Jaime Medina Corona, cuenta con 18 años de edad.”  

Medina Corona era estudiante de la Escuela Preparatoria de la Universidad de Sonora con sede en Hermosillo, y había pertenecido a una organización llamada Movimiento Mexicanista de Integración Cristiana (MMIC), pero después la abandonó. Quienes lo agredieron eran militantes de esa misma organización. Según algunos testimonios, Medina se burlaba de ellos y esa fue la razón del ataque.

Hasta esos momentos, la existencia del MMIC había permanecido como secreta o reservada, pero, a partir de la agresión, se hizo pública. Como muestra de ello, el mismo 9 de marzo de 1970, en una nota proveniente del periódico El Pueblo, titulada “Agredido a cadenazos y tubazos en su casa”, se publicó que: “El grupo agresor se hace llamar Organización o Movimiento Mexicano de Integración Cristiana, cuyo jefe o presidente se llama o dice que se llama Antonio, Santiago, Carlos o Bernardo.” Seguramente la nota se refiere a José Antonio de Santiago, fundador y líder del MMIC. 

De Santiago se había formado en los Tecos de Guadalajara, una de las organizaciones de derecha más sobresalientes de la historia reciente del país. En el libro Lodos de aquellos polvos relató en forma novelada su testimonio como líder estudiantil de derecha en Sonora. Allí señala que uno de los dirigentes de los Tecos (Carlos Cuesta Gallardo) le encomendó crear una organización conservadora y dependiente de ellos en Hermosillo: 

Un día me mandó llamar el Lic. Carlos Cuesta Gallardo […] A la cita también acudió por ser llamado, mi amigo el Dr. Néstor Velasco Pérez. Allí reunidos, el licenciado Cuesta, quien se presentó como el jefe supremo de la organización, nos dio una larga y detallada conferencia sobre los planes que tenía en cuanto a la expansión de la organización en otros estados. Para entonces la organización tenía presencia, según nos informó, tanto en Guadalajara como en México, Distrito Federal, y en Puebla, mediante los grupos conocidos externamente como el fua [Frente Universitario Anticomunista] y el muro [Movimiento Universitario de Renovada Orientación] y fue todo un día de plática, al final del cual nos propuso marchar a las ciudades de Chihuahua y Saltillo a fundar la organización; Néstor a Chihuahua y yo a Saltillo. Por azares del destino que sería largo enumerar, [al final] fui destinado a fundar la organización en Hermosillo, Sonora. 

En su libro, De Santiago señala que llegó Hermosillo en agosto de 1965 e inmediatamente comenzó a trabajar en la construcción de la organización. Fue él quien eligió el nombre MMIC. Debido a una derivación de la sigla MMIC, los miembros de la organización fueron conocidos como “Micos”.

Este testimonio sirve para evidenciar el uso de simbolismos religiosos en la organización. Había un ritual de iniciación que el fundador de los Micos describe de la siguiente manera: “Entramos a una sala oscura, me condujeron al frente, donde estaba una mesita con un Cristo, luego, a la luz de una vela, leí un juramento redactado con antelación por la organización, con el brazo y la mano extendidos sobre el crucifijo. En dicha lectura me comprometía a guardar secreto sobre la existencia de la organización.”  

Esta era una práctica altamente cargada de significado. Como todo ritual de iniciación, pretendía delimitar barreras simbólicas entre un antes y un después; era un evento que, en teoría, debía cambiar la vida de quienes lo realizaban. Para De Santiago, se trató de “una ceremonia muy impresionante que marcaría en forma indeleble el resto de mi vida. Todavía recuerdo ese día y ese momento”. La narración se refiere al inicio de la militancia de De Santiago en los Tecos, pero es sabido que los nuevos integrantes de los Micos llevaban a cabo una ceremonia similar (de hecho, la narración coincide con la descripción de un exmico con el que conversé). 

Una de las primeras acciones visibles de los Micos se realizó en 1969, durante la renovación de dirigencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Sonora (FEUS). En esa ocasión, fueron conocidos como “los gallardistas”, en alusión al liderazgo que Luis Fernando Gallardo le imprimió al colectivo; el mismo Gallardo se postuló como candidato al puesto de presidente. Los Micos también fueron conocidos como “los Cadeneros”, debido a que recurrían a la violencia física, golpeando con cadenas, palos y demás objetos. Al final, los integrantes del grupo se posicionaron desconociendo al ganador (Leonel Argüelles) y señalando que Gallardo había obtenido más votos.

Como mencioné, la existencia de la organización se hizo pública en 1970, después de la golpiza que mandó a Jaime Medina al hospital. Este fue un evento trascedente para el ambiente social y político regional. Por ejemplo, casi de inmediato, el entonces arzobispo de Hermosillo, Carlos Quintero Arce, y el arzobispo emérito, Juan Navarrete y Guerrero, se deslindaron de la organización. Ambas autoridades religiosas firmaron un desplegado de prensa titulado “Una voz de alerta a los padres de familia y a la sociedad de Hermosillo” (El Imparcial, 10 de marzo de 1970), donde reprobaron el ataque a Medina Corona y negaron cualquier relación con los Micos. No obstante, y aunque la siguiente información debería ser descartada o afirmada con mayor investigación, José Antonio de Santiago asegura que:

Una de mis primeras acciones [al llegar a Hermosillo] fue solicitar una entrevista con el Sr. Arzobispo de Hermosillo, Juan María Navarrete, a quien puse al tanto de mis intenciones de formar una organización secreta, sucursal y dependiente de los Tecos, de la U. A. G. a la que llamaría, Movimiento Mexicanista de Integración Cristiana. El Sr. Navarrete me dio su anuencia y yo empecé poco a poco a formar las primeras células de la organización.

Otro de los efectos de la golpiza al joven Medina fue la salida de José Antonio de Santiago de la dirección del grupo. En sus propias palabras:

El 20 de marzo de 1970 [la fecha es imprecisa, aunque sólo por un margen de 12 días] fui llamado a Guadalajara por el jefe [Carlos] Cuesta para darme instrucciones que no recuerdo, porque los sucesos siguientes opacaron todo. Estando yo en Guadalajara, dos o tres elementos de la “fuerza de choque” del MMIC hermosillense golpearon con los puños a un joven que había sido miembro de la organización y había defeccionado. Los muchachos de la organización dijeron que el sujeto agredido los había provocado mediante burlas […] Al día siguiente apareció en los medios la existencia de una organización secreta de derecha en Sonora. Acto seguido fueron aprehendidos los principales dirigentes de la organización, ¿quién proporcionó sus nombres? Yo no fui aprehendido por encontrarme en Guadalajara, pero de inmediato fui escondido en casas de miembros de la organización en la ciudad tapatía. Jamás se me permitió volver a Hermosillo.

De Santiago señala que líderes de los Tecos le ordenaron salir del país después del ataque a Medina y fue a parar, por dos meses, a La Paz, Bolivia.

El fundador de los Micos brinda algunas pistas interesantes sobre la evolución de la organización hasta ese momento:

No quiero quedarme sin mencionar a la sección femenina, integrada por muchachas de la mejor sociedad hermosillense, dirigida por una muchacha muy dinámica y entregada cuyo seudónimo era Lila, quien fue importantísima en los aspectos económicos y sociales para el movimiento. En cuanto a los mandos subalternos míos, se vieron disminuidos porque el Lic. Cuesta […] me exigía preparar y enviarle jefes. Pero es sabido que en México los jefes organizacionales no se dan en maceta. El caso es que de Hermosillo salieron varios muchachos a otros estados a formar organizaciones […] Lamentablemente puedo decir que solo uno y con trabajos dos, pudieron dar a luz algo que pudiera calificarse como organización [Por otra parte,] después de fundada la organización del MMIC habíamos adquirido un terreno de 4 hectáreas pegado a la carretera a Nogales para edificar ahí nuestra casa de jornadas.

Ciertamente, los días siguientes al atentado en contra de Jaime Medina, algunos miembros de la organización fueron detenidos e interrogados. Los Micos respondieron con una inserción de prensa donde señalaron, en un intento de justificar sus acciones, que en Sonora “es un crimen combatir el comunismo” (El Sonorense, 28 de marzo de 1970).

A partir de entonces comenzó una serie de desplegados y notas periodísticas con declaraciones encontradas. Se volvió imposible mantener el carácter reservado de la organización y, en consecuencia, respondieron con inserciones en medios escritos. Asimismo, hubo una disputa con el entonces presidente municipal de Hermosillo, el panista Jorge Valdés, a quien señalaron como un “procomunista” (El Sonorense, 3 de abril de 1970). Los Micos lo responsabilizaban de las detenciones y las agresiones a integrantes del colectivo durante los primeros meses de 1970. Por ejemplo, denunciaron que les fue decomisada una camioneta –propiedad de José Antonio de Santiago– y que a un elemento de la policía municipal “cínicamente se le ha visto manejándola en las calles de Hermosillo” (El Pueblo, 1 de abril de 1970).

Otro evento importante en la historia de la organización sucedió el 8 de enero de 1972, cuando fue publicado el primer número de uno de sus periódicos: El Ahuizote (esta publicación era distribuida en la Universidad de Sonora). En el archivo histórico de la institución puede consultarse el primer número, donde se menciona:

Con el nuevo año, sale a la luz este periódico con el deseo de penetrar en todas las aulas universitarias, para hacer llegar a todos nuestros compañeros el pensamiento y las inquietudes de una juventud patriótica […] Es por ello que nos opondremos a todas aquellas tendencias o actos que tiendan a destruir y perjudicar a la universidad, desviar las inquietudes de las juventudes por caminos anárquicos, destructores y lesivos a la patria. Por eso este periódico denuncia a las lacras estudiantiles, principalmente a los pseudodirigentes que, aprovechándose de la buena fe de nuestros compañeros, procuran engañarlos para lanzarlos a aventuras antipatrióticas, antiuniversitarias.

Cuando se referían a “pseudodirigentes” se estaban posicionando en contra de estudiantes que impulsaban movilizaciones con base en valores de izquierda, quienes en esos momentos dominaban la política estudiantil universitaria. Para los Micos, dichos estudiantes eran responsables de “corromper” a la juventud al “hacer propaganda a la difusión de las drogas, al empleo del amor libre, la promiscuidad sexual entre grupos, etcétera”.

En contra de tales tendencias, en el citado número de El Ahuizote, los Micos se presentaban como:

Un grupo de jóvenes universitarios en quienes anidan ideales patrióticos y viriles, que pugnan por la unión y armonía que debe existir en nuestra universidad entre maestros y alumnos, que pugnan por el progreso y desarrollo de todo lo positivo y constructivo que hay en nuestras instituciones y que conscientes de las fallas y deficiencias que en ellas se encuentran, luchan porque esto desaparezca, pero jamás con el lema falso y engañoso de que es necesario destruir, enfrentar a los alumnos contra las autoridades.

Así resumían la situación de esos momentos: “¡Estamos en guerra, y esa guerra ha sido impuesta por el comunismo ateo!”

Durante la segunda mitad de la década de 1970, la política estudiantil de izquierda perdió protagonismo y algunos Micos encontraron espacios dentro de la administración universitaria. El caso más destacado fue el de Gabriel Ibarra Félix (mejor conocido como el Cabezón), en quien había recaído una parte importante del liderazgo de la organización después de la salida de José Antonio de Santiago. Ibarra fue el coordinador de la escuela de Ingeniería y alguien cercano al rector Alfonso Castellanos Idiáquez.

En marzo de 1976, el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad de Sonora (STEUS) mantenía una huelga en busca del reconocimiento de las autoridades universitarias y gubernamentales, así como la firma de un contrato colectivo de trabajo. El 19 de marzo de 1976, los Micos ingresaron a la universidad y rompieron momentáneamente la huelga; el hecho ocupa un lugar central dentro de la memoria y las reivindicaciones de exintegrantes del colectivo. Por ejemplo, cerca del 20 aniversario del suceso, el exMico Benito Borgo Fabbris publicó el 29 de marzo de 1996 en Primera Plana –propiedad del exintegrante del MMIC, Francisco Ruiz Quirrín– el artículo: “Aquel 19 de marzo de 1976: recuerdo de un Mico.” Además, Manuel Fernando López (quien formó parte de la organización), recuerda ese día como una “inolvidable tarde cuando entramos a rescatar las instalaciones de la Unison convertida en un festín de mariguanos y prostitutas” (Crónica Sonora, 23 de julio de 2020).

Los Micos se mantuvieron organizados hasta 1983, año en que algunos militantes de la organización asesinaron al conocido activista de izquierda Manuel Fierro Dojaquez (alias el Dólar) en Hermosillo. A partir de ese suceso desaparecieron del mapa político regional; aunque más bien el membrete de Micos fue el que se disolvió y algunos de sus integrantes siguen activos. Por ejemplo, Adrián Gallardo Rangel, actual vocero del Frente Nacional Anti-AMLO (Frena) en Sonora.

Como se vio en estas líneas, los Micos fueron jóvenes de derecha, partidarios de valores propios de un catolicismo conservador, así como de ideas patrióticas; por ello reproducían el discurso clásico de la guerra fría, según el cual las ideas de izquierda eran una “invasión extranjera” que representaban una “amenaza” nacional. Las escasas investigaciones sobre los Micos los han colocado como antagonistas de las movilizaciones estudiantes en la Universidad de Sonora. Es verdad que tuvieron respuestas a dichas movilizaciones; pero, al mismo tiempo, tenían proyectos e interpretaciones de la realidad propios, que sería muy interesante investigar con la mayor profundidad que las fuentes permitan.

Para mejor comprensión de esta parte del pasado sonorense, habría que alejarse de las posturas que definen a los Micos únicamente como personas irracionales sin mayor objetivo que destruir los proyectos de izquierda. Nos guste o no, se trató de un grupo que formaba parte de la sociedad sonorense de la época y sus acciones y pensamientos representaban las aspiraciones de ciertos sectores. En algunos aspectos, su pasado también es el nuestro.

PARA SABER MÁS

  • Collado, Carmen (coord.), Las derechas en el México contemporáneo, Ciudad de México, Instituto Mora, 2016.
  • Moreno, Armado, “Los Micos”, Dossier Político, 7 de julio de 2020.
  • Santiago, José Antonio De, Lodos de aquellos polvos, Guadalajara, Santa Paula, 2011.
  • Santiago, Mario, “Entre el secreto y las calles. Nacionalistas y católicos contra la ‘conspiración de la modernidad’: El Yunque de México y Tacuara de Argentina (1953-1964)”, tesis de doctorado en Historia moderna y contemporánea, Instituto Mora, 2016, en https://cutt.ly/cIInbyk.
  • Verdugo, Joel, “Otras formas de participación estudiantil” en Estudiantes en lucha. Los documentos personales como herramientas analíticas en el estudio de los movimientos sociales: el caso de la Universidad de Sonora, Hermosillo, Universidad de Sonora, 2016, pp. 104-122.

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