Guadalupe Villa Guerrero – Instituto Mora.
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México / Durango, 450 años de historia, edición especial.
El 29 de septiembre de 1913 quedó formada en La Loma, Durango, la División del Norte. Esta fuerza militar, encabezada por Francisco Villa y conformada por hombres de Chihuahua, Durango y La Laguna, obtuvo para el ejército constitucionalista los más sonados triunfos de la revolución y a ella se debió la derrota de Victoriano Huerta.
Durante la primera etapa de la revolución, Francisco Villa había adquirido prestigio como organizador y estratega militar y había dejado en claro su admiración y lealtad por Francisco I. Madero. En 1912, el flamante mandatario lo había llamado para combatir a un antiguo aliado que se había vuelto en su contra, Pascual Orozco. Cuando el líder norteño –hasta entonces dedicado a la vida privada– retomó las armas, prestó sus servicios como fuerza auxiliar bajo las órdenes de Victoriano Huerta.
Poco después de haberse incorporado al ejército federal, afloraron las diferencias entre los militares de carrera y aquellos que habían conquistado sus grados en la lucha revolucionaria. El choque entre Huerta y Villa fue inevitable, y Villa fue acusado de insubordinación, desobediencia y robo, y puesto frente al paredón, sentencia a muerte conmutada por cárcel en la ciudad de México; primero en la Penitenciaría de Lecumberri y después en la prisión militar de Santiago Tlatelolco, de donde huyó para establecerse en Estados Unidos. De allí volvería para vengar las muertes de sus admirados amigos, el presidente Francisco I. Madero y el gobernador de Chihuahua, Abraham González.
Tras su regreso al país en marzo de 1913, Villa fue incrementando el exiguo grupo de ocho hombres con los que cruzó el Bravo hasta transformarlo en un importante contingente al frente del cual se convirtió en uno de los jefes de operaciones en el estado de Chihuahua. En tan sólo seis meses, su carisma y don de mando convertirían al controvertido duranguense en líder de uno de los mayores y más exitosos ejércitos revolucionarios: la División del Norte.
ESCRUTINIO DE LIDERAZGO
Lograr acaudillar a los insurrectos de Chihuahua no fue empresa fácil, pues muchos rehusaban subordinarse a mandos superiores; unían, sí, temporalmente sus fuerzas para lograr determinados objetivos militares, pero no tenían interés en perder el poder que ejercían en sus territorios. Entre los sublevados que se sumaron a Villa estaban Toribio Ortega, líder agrario de Cuchillo Parado, veterano de la revolución maderista, cuyo número de efectivos ascendía a 500 hombres; y Juan Medina, un antiguo oficial federal que durante su permanencia en el ejército había participado en 1903 en la guerra contra los yaquis. La inhumana campaña lo indujo a darse de baja como militar y avecindarse en Chihuahua, donde se incorporó a la lucha maderista. Al triunfo de la revolución y con Abraham González como gobernador, desempeñó el cargo de jefe político del Distrito Bravos. Cuando Victoriano Huerta asumió el poder, fue perseguido por sus antiguos compañeros de armas y tuvo que huir a Estados Unidos, de donde volvió para unirse a Villa. Medina prestaría grandes servicios a su superior, pues sería el encargado –como jefe de Estado Mayor–, de entrenar, disciplinar y dar cohesión a los heterogéneos grupos armados.
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