Iván Segura Muñoz
Universidad de Guadalajara
Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 46.
Además del ejército permanente y las milicias, durante la guerra de Reforma y el segundo imperio operaron distintas fuerzas irregulares al servicio de liberales y conservadores. La vida del guerrillero Antonio Rojas ilustra la formación de estas fuerzas, sus tácticas y modo de operar, así como sus calores e ideales.
El combate mediante guerrillas fue una táctica bastante socorrida en el México del siglo XIX. Si bien era criticada por ser opuesta al enfrentamiento honorable que imperaba en la doctrina militar de aquellos años, podía llegar a ser bien manejada por ejércitos compuestos por hombres con muy poca o nula disciplina militar, pues no se requería atacar frontalmente al enemigo en campo abierto o realizar complicadas maniobras. Al contrario, el principal objetivo de la guerrilla versaba en el hostigamiento a las tropas enemigas de forma irregular y sorpresiva, atacándolas desde puntos en los cuales una fuerza menor podía ocultarse para después escapar a caballo impunemente.
Durante la intervención francesa, las guerrillas desempeñaron un papel importante en el lado juarista pues, tras la toma de Puebla y de la ciudad de México, en 1863, estas continuarían con la lucha hasta 1867, momento en el que se retomó el enfrentamiento directo en el sitio de Querétaro.
Uno de los guerrilleros de mayor relevancia en el occidente del país, especialmente en el estado de Jalisco, fue Antonio Rojas, cuyo legado se caracterizó tanto por sus acciones a favor del bando liberal como por la polémica que causó su modo de combatir, que implicó una serie de agravios a la población civil y la ejecución de enemigos sin juicio alguno.
El caso de Rojas llama la atención por su activa participación en dos de los conflictos más relevantes del siglo XIX: la guerra de Reforma y la intervención francesa, los cuales engloban la denominada Gran Década Nacional (1857-1867). En ambos casos, sus tropas tuvieron un papel protagónico en la zona occidental del país al fungir como una fuerza ligera encargada del hostigamiento al enemigo. No obstante, su habilidad en el combate le permitió desempeñar un papel de mayor importancia en las campañas mediante enfrentamientos directos, lo que a la larga le valió varios ascensos en el escalafón militar. Su experiencia ejemplifica la importancia de las guerrillas en los conflictos armados de la centuria y su influencia en la institución militar mexicana.
Guerrillero liberal
Antonio Rojas nació en Tepatitlán, Jalisco, en el rancho del Buey, en 1818. Se conoce poco de sus primeros años de vida, salvo que, tras el estallido de la guerra de Reforma, se convirtió en bandolero aprovechando el caos de la guerra que poco a poco se extendía hacia Jalisco. Tampoco está claro el motivo que obligó a Rojas a ingresar en el conflicto armado, pero al llegar las noticias de lo sucedido en Tacubaya, dirigió una carta al gobernador de Jalisco, Pedro Ogazón, con el fin de ofrecer sus servicios para organizar una fuerza armada que apoyara al gobierno liberal. Sin embargo, la respuesta del gobernador no fue lo que Rojas esperaba (probablemente temía por su pasado como bandolero), pero ello no fue motivo para continuar con su idea de levantarse en armas y, al poco tiempo, ya se encontraba al mando de un numeroso grupo de hombres.
Entre sus primeras acciones como parte de la causa liberal, Rojas efectuó diversas correrías por las poblaciones civiles, imponiendo préstamos forzosos y confiscando lo necesario para la manutención de su grupo. Si bien estas acciones hicieron de él un bandido a ojos de los jaliscienses, lo cierto fue que la intensidad de la guerra hizo que el bando liberal aceptara sus servicios como líder de una fuerza ligera que sirviera de apoyo a las operaciones militares del ejército principal en la región. Así, durante sus servicios a la causa, Rojas se mantuvo al mando de distintas agrupaciones que variaron en composición y número. No obstante, la unidad que siempre comandó fue el llamado regimiento Galeana, cuyo nombre daría el característico mote de Galeanos a sus soldados.
Aunque los Galeanos eran una fuerza ligera dirigida a hostigar y emboscar al enemigo, ello no impidió que se le asignaran tareas más importantes que requerían un enfrentamiento directo con el enemigo. Así pues, durante la guerra de Reforma, el regimiento Galeana recibió la orden de auxiliar a las fuerzas del general Jesús González Ortega en la toma de Zacatecas, y a su paso rumbo al norte derrotó a múltiples fuerzas conservadoras y tomó algunas ciudades, entre ellas, Aguascalientes. También apoyó al general Ramón Corona en contra del caudillo Manuel Lozada, conocido como el Tigre de Álica, y aunque no logró derrotarlo de forma definitiva, sí consiguió mantenerlo a raya.
La guerra de Reforma concluyó en 1860, tras la batalla de Calpulalpan, pero el ambiente bélico se mantuvo gracias a la persistencia de las fuerzas al mando de Félix Zuloaga y de Leonardo Márquez. En Jalisco, la situación distaba de ser pacífica, pues entre 1860 y 1862 permanecieron vigentes focos de resistencia conservadora, principalmente en el cantón de Tepic con Lozada y en la sierra de Mascota con Remigio Tovar. Antes de que los franceses llegaran a Jalisco, los Galeanos dividieron su tiempo entre realizar persecuciones de los remanentes conservadores en el estado y acuartelarse en Guadalajara, lo cual generó muchos problemas con la población local, como veremos más delante.
La llegada del ejército francés en 1864 significó un cambio en la situación de las fuerzas liberales, pues se vieron obligadas a dejar la ciudad y retirarse hacia el sur. Durante ese año, las fuerzas que originalmente habían estado a cargo del general José María Arteaga se dividieron: las que quedaron a su mando se internaron en Michoacán pasando a formar parte del ejército del Centro, mientras las que se mantuvieron en Jalisco se reorganizaron con el nombre de Brigadas Unidas, las cuales terminaron bajo la dirección de Rojas.
Entre 1864 y 1865 la situación de los liberales se había tornado bastante difícil. El empuje francés obligó al gobierno de Juárez y sus ejércitos a moverse hacia la frontera norte, al tiempo que en el resto del país se crearon focos de resistencia en varios estados. En Jalisco, las Brigadas Unidas tuvieron problemas para continuar con la lucha, lo que llevó a Rojas a ejecutar una política más radical para fomentar el apoyo de la población a la resistencia liberal mediante el plan de “Zacate Grullo”. Entre los postulados más llamativos de este plan se establecía que las poblaciones que no apoyaran la resistencia contra la intervención y el imperio serían arrasadas y sus habitantes pasados por las armas o reclutados de forma forzosa.
Según relató tiempo después Ireneo Paz durante una charla con Rojas, esas medidas eran el reflejo de la exasperación que sentía el guerrillero por la moderada o nula participación de la población civil respecto al conflicto, el cual a su juicio ponía en juego la independencia nacional, siendo responsabilidad de todos los mexicanos, fuesen soldados o no, el combatir a los franceses. Así, en Zapotlán –hoy Ciudad Guzmán–, se aplicó la nueva política de las Brigadas Unidas y decretaron préstamos forzosos acompañados de ejecuciones de las personas consideradas contrarias a la causa liberal.
Después de asaltar Zapotlán, Rojas lideró un ataque a la ciudad de Colima. A su llegada, las Brigadas Unidas encontraron la población casi sin tropas, pues la guarnición principal había salido poco antes con rumbo al puerto de Manzanillo. Pese a ello, la nula planificación del ataque y la falta de coordinación entre las tropas derivaron en una huída desastrosa, dando por terminada su existencia. Sin embargo, este descalabro no detuvo a Rojas, quien continuó la resistencia por su cuenta, aunque tuvo que volver a sus métodos de guerrilla, evitando la confrontación en campo abierto con el enemigo. Poco tiempo después, Alfred Berthelin, quien era el jefe de la gendarmería imperial de Guadalajara, atacó a Rojas por sorpresa en la hacienda de Potrerillos, donde descansaba su regimiento. El ataque los tomó completamente desprevenidos con sus caballos incluso desensillados, y aunque se parapetaron en la hacienda, donde trataron de resistir, el enfrentamiento se saldó con la muerte de Antonio Rojas y la disolución completa de los Galeanos.
Si bien la mayoría de los autores dan por hecho que Rojas murió a causa de los disparos de los atacantes, Ireneo Paz, en sus Leyendas históricas, da otra versión en la que responsabiliza a uno de los propios Galeanos llamado Diego Barrientos, por la muerte del guerrillero, pues aprovechando el caos del combate, le disparó por la espalda. Barrientos se había infiltrado en el regimiento Galeana porque tiempo atrás había jurado vengarse de Rojas, ya que al parecer su hermana fue violada y su hermano asesinado por culpa de este.
El azote de Jalisco
En el campo de batalla, Rojas obtuvo gran fama debido a su ferocidad y numerosas victorias sobre sus enemigos, lo cual le otorgó gran importancia dentro del ejército liberal. Sin embargo, entre la población, más que reconocido fue temido e incluso odiado, pues además de su ferocidad, tenían que soportar la imposición de préstamos forzosos y del reclutamiento por leva para incorporar soldados a sus filas, por lo cual el regimiento Galeana fue tan temido en Jalisco y los estados circunvecinos. Y si se encontraban con una localidad que ayudara a sus enemigos, sufrían destinos más duros, como el saqueo y los incendios. Como en Mascota, Jalisco, donde en 1860 los Galeanos arrasaron con la población en represalia por el apoyo que brindaban al general conservador Remigio Tovar.
Las acciones de los Galeanos tuvieron repercusiones internacionales. Cuando resguardaba Tepic, Rojas consiguió que el cónsul inglés J. F. Allosopp le entregara una aportación de 13 500 pesos como préstamo forzoso, tras amenazarlo de muerte, lo que después traería consecuencias diplomáticas con Reino Unido. De igual modo, durante sus correrías ejecutó a un ciudadano francés radicado en México, lo que derivó en las exigencias del gobierno francés de que se le sancionara. Fue tal la importancia del caso que, al inicio de la intervención francesa, el gobierno de Napoleón iii exigió el castigo que aún no se le imponía.
También destaca el asesinato del general conservador José María Blancarte, así como múltiples agravios a los habitantes por parte de las tropas, lo que orilló al propio ayuntamiento de Guadalajara a emitir una queja acerca del comportamiento del regimiento Galeana. Pese a ello, la influencia que este tenía era tal que no podía hacerse mucho al respecto. Como ejemplo, tenemos el caso de Ireneo Paz quien, tras denunciar los atropellos cometidos por las fuerzas de Rojas en su periódico Sancho Panza, fue puesto por ello bajo arresto domiciliario.
¿Héroe o bandido?
La figura de Antonio Rojas sigue siendo tema de discusión, pues presenta elementos que lo convierten tanto en un héroe del liberalismo como en un bandido sanguinario. El mismo Paz alude a estos dos polos al mencionar que fue un hombre que luchó por las instituciones republicanas, derramando mucha sangre en el proceso. Aunque sus aportes fueron notorios en su momento, los crímenes cometidos durante sus correrías pesaron más en la memoria de aquellos historiadores y escritores que lo conocieron y relataron sus acciones, describiéndolo más como un bandolero que como un guerrillero.
El interés por la figura de Rojas causó que sus restos tuvieran un fin inesperado. Tras su muerte, los hombres de Berthelin tomaron su cabeza como trofeo de guerra. Después de la intervención francesa el macabro botín pasó a manos de coleccionistas privados –en este punto fue marcado con un texto en francés que aludía a su procedencia– hasta que, a inicios del siglo XX, quedó bajo responsabilidad del Instituto Smithsoniano en la ciudad de Washington, D. C.
Antonio Rojas fue un hombre común cuyo carácter, intereses individuales y circunstancias lo llevaron a forjarse la reputación de aguerrido guerrillero que actuaba basándose en el fin, más que en los medios. A pesar de su importante actuación en los conflictos que marcaron gran parte del siglo XIX mexicano, terminó por convertirse en un personaje vilipendiado por muchos de sus contemporáneos por su modo de proceder. Personajes como Rojas fueron comunes en los conflictos que tuvo México en el siglo XIX y XX; aunque rechazados en el discurso oficial, se les tuvo como un mal necesario pues sus habilidades fueron de suma importancia para llevar a cabo la guerra de guerrillas que tan buenos resultados arrojó para México en momentos difíciles de su historia.
PARA SABER MÁS
- Beiza Patiño, José, “Antonio Rojas: bandido, guerrillero y patriota”, en http://www.bsgeej.org.mx/images/pdf/ingresojbp.pdf
- Monroy Casillas, Ilihutsy, “Un radical en el Occidente de México. El aparente secuestro de dos diplomáticos por Antonio Rojas, 1859-1861”, Revista del Seminario de Historia Mexicana: Exclusión y Violencia en México siglos XVIII al XX, 2009, pp. 9-24.
- Olveda, Jaime, “Reclutamiento militar y bandolerismo” en Clever Alfonso Chávez Marín (coord.), Estudios Militares Mexicanos III, México, Universidad del Valle de Atemajac, 2007.
- MacLaren Walsh, Jane, y David R. Hunt, “The Fourth Skull: A Tale of Authenticity and Fraud”, The Appendix, 2013, en http://theappendix.net/issues/2013/4/the-fourth-skull-atale-of-authenticity-and-fraud
realmente se me hace muy buenos e interesantes los articulos e informacion historica de los acontecimientos pasados de nuestro país y quisiera ver como es posible tener acceso a los articulos completos que aqui se publican.
Gracias por todo este esfuerzo e informacion.
Falta que pongan los asesinatos de sacerdotes y los secuestros de esposas e hijas de los pueblos que arrasaba
Antonio Rojas fue uno de mis antepasados. Muchas gracias por ilustrarnos sobre este personaje tan vilipendiadobe interesante..