Arturo Garmendia
Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 28.
Películas y documentales han mostrado muchas facetas de la pintora. Pero su vida estuvo también muy ligada a personajes del cine de su época. Unos por amistad como Dolores del Río, Arcady Boytler e Isabel Villaseñor; otros por la cercanía con Diego Rivera, aunque le desagradaran, como “el Indio” Fernández; y algunos ocasionales, en el caso de Orson Wells.
La muy luminosa Frida, naturaleza viva, de Paul Leduc, la decorativa Frida, de Julie Taymor, así como gran cantidad de documentales, hablan de la atracción icónica que ha significado para el cine la figura de Frida Kahlo. Pero su relación personal con el arte cinematográfico es diferente. Poco se conoce de sus inclinaciones como espectadora. De seguro su condición física le impedía acudir frecuentemente al cine, y las exhibiciones privadas tampoco eran accesibles. Algún comentarista afirma que le gustaban las películas de Chaplin, de “El Gordo” y “El Flaco” y de los Hermanos Marx, lo cual es creíble dado que poseía un agudo sentido del humor, pero no hay forma de comprobarlo. Lo que es palpable, sin embargo, es que si Frida no iba al cine, sus representantes más significativos venían a ella.
Antes de morir, Diego pidió que por un lapso de 15 años no se abrieran determinados espacios de la Casa Azul. Sin embargo, recientemente el Comité Técnico del museo autorizó la apertura del sitio y durante casi tres años un grupo de especialistas ordenó, clasificó y digitalizó el acervo: 22 000 documentos, 6500 fotografías, libros, revistas y publicaciones, decenas de dibujos y objetos personales. Con motivo del centenario del nacimiento de Frida Kahlo y el 50 aniversario luctuoso de Diego Rivera, en 2007 se dio a conocer al público parte de ese acervo, del cual se digitalizaron 200 fotografías inéditas para esa ocasión. Ellas confirman lo que ya se sabía: la Casa Azul fue, por más de tres décadas, el epicentro cultural del movimiento conocido como nacionalismo mexicano.
En sus espacios convivieron grandes personalidades de la cultura y destacados artistas de la época. Un somero repaso a sus contertulios cinematográficos resulta apasionante.
Eisenstein y sus amigos
Desde luego, en un principio, las amistades de Frida eran las de su esposo. El círculo familiar repudiaba la unión, al grado de que a la ceremonia nupcial sólo asistió su padre, Guillermo Kahlo. En noviembre de 1929 el periódico La Prensa describió la boda de Diego y Frida como modesta, sin ostentación, e identificó a Frida como una de las alumnas de Diego, describiendo su atuendo como un vestido muy simple.
Ese año la pareja viajó a Estados Unidos, donde Diego debía cumplir unas comisiones. En San Francisco, Frida pintó el doble retrato Frida y Diego Rivera, que se exhibió en la Sexta Exhibición Anual de la Sociedad de Mujeres Artistas, en esa ciudad. Fue su primera presentación pública y despertó el comentario periodístico …valioso sólo porque fue pintado por la esposa de Diego Rivera.
En diciembre se trasladaron a Nueva York, donde se presentó en el Museo de Arte Moderno una retrospectiva de Diego que incluía 150 pinturas y ocho paneles de mural. La prensa sólo mencionó a Frida como la joven mexicana que Diego Rivera lleva del brazo, describiéndola como tímida, aunque agregando que también practica un poco la pintura.
Fue en ese viaje que Rivera se enteró de las dificultades que Sergei M. Eisenstein tenía para filmar en Estados Unidos, y le sugirió venir a México. Como es sabido, ambos habían hecho amistad durante una visita del pintor a Moscú, y las pláticas que le hizo sobre la naturaleza del país le fascinaron. Así, cuando el director ruso llegó a México se hospedó por unos días en la Casa Azul y disfrutó de la hospitalidad del matrimonio Rivera. Ambos le llevaron a sitios turísticos de interés, a visitar los murales de Diego en Palacio Nacional y a conectarlo con personalidades del medio intelectual y político para facilitar su trabajo.