Identidad indígena y fronteras en las mariposas monarcas

Identidad indígena y fronteras en las mariposas monarcas

Columba Gonzalez-Duarte*
Departamento de Sociología y Antropología
Mount Saint Vincent University, Canadá.

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 57.

Desde hace siglos, mariposas y humanos se desplazan entre México, Estados Unidos y Canadá. Muy a menudo los migrantes mexicanos hacen referencias a las mariposas monarcas en cuanto al derecho a moverse como el insecto: sin fronteras, policías ni muros. Impera una realidad económica de despojos que cruza y perjudica a especies y seres humanos.

Cada año al final del verano, en las praderas del norte y la región de los Grandes Lagos de Canadá y Estados Unidos, nace una generación única de mariposas monarcas. Los huevecillos de este lepidóptero alcanzan aproximadamente 1 x 1 milímetro y sobreviven al “colgarse” de la parte inferior de las hojas de su planta huésped, asclepias o algodoncillos. Estos huevecillos serán iguales y simultáneamente diferentes de sus progenitores. Después de alcanzar la metamorfosis migran e hibernan en lo que hoy llamamos México, y para realizar tal migración viven mucho más tiempo que las mariposas progenitoras que gestaron el huevo. Estas mariposas migratorias viajan 4 000 km a través de los tres países de Norteamérica. Debido a su longevidad y alcance geográfico inspiran y desafían entendimientos convencionales sobre migración humana y políticas de conservación de la biodiversidad, arraigadas aún en conceptos de fronteras nacionales e imposiciones de una visión que aparta a los humanos del cuidado de la naturaleza. A pesar de su espectacular migración y de los sobresalientes esfuerzos en su conservación, las poblaciones de mariposas monarcas que nutren esta migración se encuentran en riesgo de desaparición.

En los últimos diez años he construido una práctica etnográfica copensando con la mariposa monarca y su extraordinaria migración a lo largo de este territorio que hoy llamamos Norteamérica. Este trabajo es multisituado, multiespecie, entendiendo esto último como una crítica a las tendencias de las humanidades centradas en lo “humano”. Se trata de buscar “pensar-con” la mariposa monarca de manera comprometida, otras formas de hacer antropología, de repensar geografías y, por tanto, de (re)trazar fronteras nacionales, con el propósito de criticar la extracción de recursos naturales, propia del modelo global económico que afecta a la monarca. En este breve ensayo comparto cómo se piensa con un lepidóptero migratorio desde el quehacer antropológico y muestro cómo dicho esfuerzo me ha llevado a un posicionamiento comprometido con los derechos de los pueblos indígenas y sus relaciones ecosociales, así como con las poblaciones de mexicanos migrantes en condiciones de precariedad en los dos países norteños que albergan a la monarca.

Más allá de las fronteras

La sobrevivencia de la monarca depende de reparar las relaciones con el entorno en todo Norteamérica. De (re)generar relaciones que protejan sus ecologías y las personas que cohabitan con ellas. Desde hace siglos, mariposas y humanos sufren formas compartidas de desplazamiento, existen ejemplos tanto en Estados Unidos como en México. Son historias de desplazamiento de mariposas y humanos de larga data, pero asociadas con la actual edificación de muros para ciertas personas y libre tránsito para ciertos bienes.

Cuando se recorren las praderas de lo que se conoce como el cinturón del maíz y el midwest (medioeste) de Estados Unidos en época de verano, la visión es de distopía para las mariposas y otros seres vivos y de utopía agraria para la agroindustria centrada en el maíz transgénico. Las hectáreas sin aparente fin y fumigadas con herbicidas y pesticidas remplazan el hábitat de pradera que da vida a multitud de insectos clave para la sobrevivencia humana. Esos campos de maíz transgénico, ahora llenos de sustancias dañinas, fueron antes tierras de Lakotas, Delaware y Chippewa, comunidades originarias, en su mayoría relocalizadas o despojadas de su tierra nativa. La dislocación de estas comunidades de su ambiente permitió la expansión del modelo de negocio agrícola que hoy por hoy, sobre todo en el caso canadiense, se sostiene con mano de obra mexicana viviendo en condiciones de extrema precariedad y abuso.

Por su parte, en lo que hoy llamamos México, la historia es distinta pero compartida. Los grupos mazahua y otomí, que han convivido con la mariposa monarca desde antaño y posiblemente desde tiempos precoloniales, fueron desplazados hacia los montes altos de lo que hoy es una reserva natural. Ese movimiento forzado los obligó a competir por los recursos de un bosque antes denso y saludable, afectando con ello su propia vida, pero también a la monarca y muchas especies más (nótese que los nombres mazahua y otomí son de origen nahua y que hay variaciones locales de los nombres de estas etnias en sus propias lenguas. Para los mazahuas al menos Jñatrjo/Jñatjo/Jñato, y para otomies Nya-Nyu, Hñähñu, Nyot’o).

La agrotecnología corporativa daña geografías próximas y lejanas. He recopilado datos sobre la forma en que la milpa de esta región ha perdido presencia con el Tratado de Libre Comercio y cómo ello afecta a la mariposa monarca. En algunas regiones de Michoacán, la monarca es llamada cosechadora. Sus ciclos de migración están coordinados con los ciclos de la cosecha de maíz artesanal. La pérdida de interés en la milpa y sus rituales afecta a la monarca al separarla de su relación ritualizada con los humanos. Quizá la relación más emblemática que habla de correspondencias entre “mundos” es la importancia de las monarcas el día de muertos. Las monarcas llegan a la hoy zona de reserva “cargando el alma de los difuntos” justo cuando se celebra el día de muertos los primeros tres días de noviembre. Aunque esta relación es ahora explotada como recurso turístico y se ha hecho un espectáculo de ella a lo largo del continente, el trabajo de archivo señala que con sus variaciones existe un vínculo entre insectos y muerte desde tiempos precoloniales entre las culturas del centro de México. Las mariposas (varias, no sólo la monarca) se asocian con el alma de los difuntos en distintas circunstancias.

En esta relación, que llamo ecología ritualizada, se puede mostrar que han existido otras formas de relacionarse con la monarca que no se basan en modelos de conservación restrictivo como el actual y que posiblemente contienen claves para “cuidar” a la monarca en el marco de prácticas agroecológicas sostenibles como la milpa.

La designación de reserva natural para proteger a este lepidóptero se dio a través de un decreto sin consenso local en 1980 y revisado en 1986 que no implicaba la expropiación de estas tierras ubicadas entre el Estado de México y Michoacán, pero sí la reorganización en su uso. Los copropietarios de estas tierras habían empleado durante mucho tiempo un uso tradicional donde los lugareños habitaban y cultivaban huertos tradicionales (milpa) en las colinas más bajas, mientras que la parte alta de las montañas, donde las monarcas viven durante el invierno, se veían como bienes comunes forestales. Durante el siglo XX estos bienes comunes se explotaban comercialmente, esto se hacía a través de empresas forestales gestionadas por la comunidad que distribuyeron, de manera frecuente, aunque no siempre equitativamente, los ingresos entre cada miembro del ejido o comunidad. Las restricciones derivadas de la conservación del bosque socavaron el uso de los bienes comunes forestales y el sistema de milpa agrícola. Reducir este control ha tenido varios impactos en las comunidades de la reserva. Las que tienen turismo se ven afectadas por restricciones más severas para usar el bosque “de la monarca”, pero son beneficiadas por la economía que gira alrededor de la temporada turística de noviembre a febrero. Las que no tienen turismo ni monarcas en sus tierras, tienen un tanto menos de presión en “proteger” el bosque en los términos de la autoridad ambiental, pero no cuentan con ingresos externos significativos, haciendo las restricciones de caza y tala en la reserva más difícil de sobrellevar. En los últimos años, han entrado nuevas economías en la reserva, que llamo “(i)licitas”, resaltando que existe dificultad en separar dichas prácticas como legales o ilegales, entre ellas la incursión de la producción de aguacate. Asimismo, se ha visto el resurgimiento de formas de organización comunitaria para proteger el hábitat de la monarca. Este sistema de rondas de vigilancia está cada día más vinculado al autogobierno indígena y al ejercicio del presupuesto directo en modalidades parecidas a las de Cherán, Michoacán.

Michoacán y el Estado de México se caracterizan por tener ejidos y comunidades, ambas propiedades sociales; los primeros asociados a pueblos de identidad “mestiza” y las segundas a pueblos de identidad “indígena”. En la vida diaria actual estas distinciones identitarias son borrosas, pero la adscripción de tierra de comunidad “indígena” ha sido muy efectiva respecto a recuperar la gestión sobre el territorio en el que se trazó la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca. En este contexto, se da una revitalización de los sistemas agrícolas tradicionales que incorporan a la monarca ahora como un símbolo de territorio indígena. Mientras que antes fue resistida la visión especista entre estas comunidades, es decir, dar prioridad a la conservación de una mariposa en particular, ahora se le retoma como una manera de promover mayor capacidad de automanejo del territorio.

Sin embargo, las relaciones aquí narradas ocurren en un clima de hostilidad y confusión. Las autoridades nacionales, estatales y de la propia reserva han perdido capacidad de manejo de la zona protegida debido al incremento del crimen organizado. Las comunidades desplazadas y desesperadas ante el incremento de la violencia han decidido pelear por el monopolio de la violencia de manera paralela a la ley, o a través de guardias indígenas o mestizas reguladas. Se dice que el crimen organizado puede estar ligado con la economía del aguacate engranada en el corredor de comercio del TLC (hoy T-MEC). Algunas comunidades resisten tal expansión y otras se han volcado al cultivo del aguacate sin mucha mesura o planeación. Por tanto, así como hay un clima de incertidumbre y riesgo, hay claros deseos políticos de un cambio radical que regrese el manejo del territorio a esos grupos históricamente relegados y violentados.

Complicidades fronterizas

Podemos entonces discernir que los desplazamientos generados por el libre comercio estadunidense se erigen sobre complicidades imperiales de los entonces poderíos coloniales, que si bien hoy están renombradas bajo Estados-nación en libre comercio, aún ejercen formas de violencia compartida a lo largo del hábitat de la mariposa monarca a poblaciones vulnerables. En otras palabras, el modelo actual de fronteras entre los tres países contiene la movilidad para ciertos humanos y proporciona facilidad de tránsito para el maíz modificado y otros bienes como el aguacate de sur a norte. Esto debe verse como el más reciente proceso de una historia de despojos a lo largo del continente que ha afectado a la población de mariposas monarcas y humanos; así como muchas otras especies que requieren geografías amplias y sanas para sobrevivir.

Las conexiones entre maíz, monarcas, día de muertos y grupos originarios señalan formas menos dañinas de convivencia, pero sabemos que estas han sido relegadas por la propia ciencia de la conservación al mundo del “folklore” o, incluso, asociadas con ideas colonialistas al ser calificadas de primitivismos o superstición ignorante. El desplazamiento de estos conocimientos y formas de relacionarse con el ambiente constriñen la posibilidad de una vida plena para humanos y mariposas. Bajo ese contexto, cuidar a esta mariposa nos obliga a reparar las políticas de desplazamiento de larga data y que desafortunadamente se encuentran bien arraigadas en la actual “Norteamérica”. Los intentos actuales de los mazahuas y los otomíes por alcanzar autonomía y recuperar la gestión de la tierra y control de sus comunidades ilustran de manera muy interesante este argumento.

Migrantes y mariposas monarca

En el trabajo con migrantes mexicanos en Estados Unidos y Canadá aparecen a menudo referencias a la mariposa monarca. Al derecho de moverse como el insecto: sin fronteras, policías y muros. Estas historias, muchas veces llenas de tragedia, encuentran sintonías con la manera de habitar de un insecto viajando desde hace miles de años (se estima 20 000 años por lo menos) de sur a norte y de norte a sur. Ambos se mueven a través de largas distancias y ambos enfrentan las implicaciones de vivir en un paisaje desigual, con la promesa de mantener más de una “casa” y vivir sin fronteras. Los mexicoamericanos se refirieron a este sentido de unidad entre las mariposas y las rutas migratorias humanas a través de metáforas sobre la libertad de movimiento y un “instinto” compartido para moverse y realizar patrones migratorios estacionarios. Este reclamo de unidad es alentador. Es una razón más para movilizar la vida de esta mariposa y repensar ecologías menos violentas.

PARA SABER MÁS

  • Beutelspacher, Carlos R., Las mariposas entre los antiguos mexicanos, México, Fondo de Cultura Económica, 1989.
  • González Duarte, Columba, “More than monarchs: understanding traditions linked to monarch butterflies”, MJV Partnering to Conserve the Monarch Butterfly Migration (blog). 2 de abril, 2020, en <https://cutt.ly/XHTTmZT>.
  • González Duarte, Columba y Manuel Ureste, “Indigenous communities in Mexico accept arms to defend the Monarch forest”, NACLA, 24 de marzo de 2021, en <https://cutt.ly/1HTTycn>.
  • Vela, Enrique, “Insectos en mesoamérica. Usos y simbolismo. Alimento y materia prima”, Arqueología Mexicana, junio de 2019.

* Agradezco a mis interlocutores en México, Canadá y Estados Unidos, quienes me han compartido sus historias de mariposas y deseos de una mejor Norteamérica. También los comentarios de las doctoras Marcela Magaña, Paola Velasco y Denise Najmanovich, y al comité dictaminador. Una versión previa y relacionada a este artículo está publicada en la página web American Ethnological Society.

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