El comerciante de fotografías

El comerciante de fotografías

Fernando Aguayo 
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 56.

A finales del siglo XIX, el empresario Charles Beets Waite descubrió una gran oportunidad de enriquecerse con la compra de archivos fotográficos, cuyos contenidos luego vendió como propios. Diversas investigaciones muestran sus artilugios, incluso legales, para apropiarse del trabajo de reconocidos fotógrafos de entonces.

En la parte final del porfiriato se publicaron miles de libros, folletos y publicaciones periódicas que tenían como propósito alabar los logros del régimen y justificar medidas de control social, además de construir obras faraónicas. Decenas de ejemplares de este tipo de materiales, los cuales se han calificado como todo un género editorial de promoción del régimen porfiriano, se resguardan en el acervo bibliográfico del Instituto Mora.  

Tal es el caso del texto de John R. Southworth, México Ilustrado. Distrito Federal. (Liverpool, Blake and Mackenzie, 1903), en el cual se indica que muchas de sus imágenes fueron manufacturadas por los fotógrafos Percy S. Cox y Ralph J. Carmichael, expresamente para esta obra. Un ejemplo de las imágenes incorporadas a México Ilustrado es la fotografía 322. A Highway in Xochimilco, Mexico, hoy preservada en la Southern Methodist University. 

Como puede constatarse al revisar en otros libros del fondo reservado del Instituto Mora, Ralph J. Carmichael y su socio Percy S. Cox fueron los creadores de cientos de imágenes que aparecen en los libros. Sin embargo, las autorías de ambos no son tan conocidas. ¿A qué se puede deber esto? Una, entre otras posibles explicaciones, se expone aquí y es la relacionada con el empresario Charles Beets Waite, quien se apropió del trabajo de estos personajes, borró sus nombres y puso su firma con el sello: “Es propiedad asegurada C. B. Waite foto”, y de esta forma aparece clasificada como de “su autoría” en el Archivo General de la Nación. 

Cox y Carmichael crearon una sociedad fotográfica entre los años 1899 y 1903 y produjeron cientos de fotografías que se vendían en los establecimientos dedicados a la venta de imágenes, curiosidades y recuerdos. También, de forma individual o en sociedad, publicaron sus imágenes en varios libros promocionales de la época. Después de crear cientos de imágenes, a inicios del mes de marzo de 1904 The Mexican Herald publicó un anuncio en el cual se informaba que el señor C. B. Waite había comprado el negocio de vistas fotográficas de P. S. Cox y R. J. Carmichael, por lo cual se invitaba a los que requirieran las vistas de estos autores, pasaran ahora a adquirirlas en el establecimiento de C. B. Waite, San Juan de Letrán, número 3. 

Con la compra de estos negativos, C. B. Waite comprendió que podría enriquecerse, por lo que, presuroso, acudió a las oficinas del Registro Público de la Propiedad de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes de México, para registrar como de “su autoría” cuantiosas fotografías. De esta forma, a inicios del año 1905, el Diario Oficial de la Federación publicó una nota en la que “C. B. Waite, ante usted respetuosamente expongo. Que soy autor de las siguientes fotografías, marcadas con los siguientes números y títulos”. En esa nota, Waite señalaba que, de acuerdo con el artículo “1,234 del Código Civil del Distrito Federal, me reservo el derecho de propiedad artística que me corresponde respecto de las mencionadas fotografías, de las cuales acompaño los dos ejemplares que manda la ley”.  

Los ejemplares fotográficos que C. B. Waite depositó en las oficinas gubernamentales son los que ahora se preservan en el Archivo General de la Nación y el Acervo Histórico de la Academia de San Carlos. Se tienen evidencias de que después de concretado el negocio de compra de fotografías, el empresario comercializó las imágenes de Percy S. Cox y R. J. Carmichael como suyas. Lo que hizo fue suprimir las inscripciones que ellos habían realizado y colocó su firma, además de los sellos que protegían “su propiedad”. Los restos de las inscripciones originales y los cambios de la autoría se pueden observar en las fotografías del acueducto de Chapultepec. 

Dado que desde inicios del año 1898 se pueden encontrar notas e imágenes en importantes periódicos nacionales sobre el supuesto trabajo fotográfico de C. B. Waite, se había considerado que la abundancia en las notas periodísticas sobre este “fotógrafo”, así como otras evidencias que sobrevivieron de esa época, se debía exclusivamente a la calidad de su trabajo artístico. Ahora es preciso considerar que la mayor información sobre este personaje tiene otras dos explicaciones. La primera es que Waite tenía buenas conexiones con las esferas del poder, lo que le permitió tener un trato privilegiado; la segunda es que su habilidad empresarial le hizo apropiarse del trabajo de otros, imprimir su nombre en fotografías que no había hecho y por ese medio aumentar su prestigio.

Un ejemplo de este trato privilegiado, ligado al quehacer fotográfico, es la compra de los materiales realizados por otros autores y la defensa de los derechos que hizo al registrar esos documentos como de su autoría y de su propiedad, lo cual produjo los mejores resultados para hacer pasar a C. B. Waite a la posteridad.

Un ejemplo de los recursos legales que utilizó para registrar como de su propiedad las fotografías lo tenemos a inicios del año 1905, cuando el empresario Waite, patrocinado por el licenciado Manuel Sánchez Gavito, presentó una querella ante las autoridades. De manera fulminante, el juez cuarto de instrucción, “previa la averiguación correspondiente, ordenó que el personal del juzgado se trasladase a diversas casas de fotografía para recoger placas, clichés o reproducciones” de una fotografía registrada por el empresario Waite. Según el texto “Proceso sobre propiedad artística”, publicado en el periódico El País, el 15 de enero de 1905, como resultado de ese trabajo judicial, se recogieron 1 000 ejemplares en diversos establecimientos. La nota cerraba diciendo que Waite había solicitado “una fuerte indemnización por los perjuicios” que se le había causado.

Para C. B. Waite quedaba demostrado que, si bien el trabajo de hacer fotografías traía algunas ganancias, se podían obtener grandes beneficios pecuniarios al tener experiencia en los entramados judiciales y buenos contactos en las esferas oficiales. Pero lo más sorprendente es que su enriquecimiento continuó vertiginosamente. El 5 de abril de 1908 el periódico The Mexican Herald informó que C. B. Waite había comprado al fotógrafo Winfield Scott su colección completa de 3 300 negativos de tipos y vistas en 2 000 pesos.

A partir de dicha transacción, Waite realizó durante dos años los trámites legales para asegurar sus “derechos” sobre su nueva propiedad. La voracidad con la que hizo este trámite se refleja en las piezas que llevó a los depósitos legales, pues antes de llevarlas a la institución oficial, las fotografías fueron recortadas con nada de cuidado para suprimir la firma de Winfield Scott. Se muestran aquí dos imágenes del “Aguador”; una de ellas con las impresiones que se hicieron antes de la mutilación y la otra como se encuentran ahora en los acervos nacionales.

Una investigación reciente comparó las fotografías que se encuentran en archivos fotográficos de nuestro país y Estados Unidos, con las fotografías que fueron depositadas en el Registro Público de la Propiedad constatando que la mutilación se realizó sobre miles de documentos.

La historiadora Eugenia Malagón ya había demostrado que uno de los negocios de Waite fue precisamente la apropiación de fotografías realizadas por otros autores, legalizándolo por medio de los registros ante la oficina de la Propiedad Artística. Esta investigadora insistió en que Winfield Scott era el autor de la mayoría de los registros hasta hoy atribuidos a C. B. Waite. A partir de otras investigaciones, hoy se sabe que este empresario también se apropió del trabajo de Cox y Carmichael, así como de las fotografías de otros personajes anónimos.

Entre las miles de imágenes apropiadas existen casos contados en los que aparecen tanto la firma del fotógrafo como la del empresario que compró las imágenes (véase imagen de mujer indígena).

Los archivos fotográficos resguardan miles de documentos fotográficos y los han atribuido a la “autoría” del empresario C. B. Waite solamente porque aparece su nombre sobre las imágenes. Hoy se puede afirmar que este personaje no fue el prolífico fotógrafo, como han considerado sus biógrafos, sino que esa “imagen de autor” se construyó artificialmente a partir de una premisa falsa: aceptar como autor una inscripción, sin considerar que ese nombre designaba al propietario de los derechos de explotación. Esta es la faceta de Waite, de la que apenas aquí se ha bosquejado, pero de la que existe abundante información para analizar de otra forma la producción de imágenes del México de esa época, apartándose de la figura fácil de “autor”, para investigar las complejas prácticas fotográficas comerciales de inicios del siglo XX.

PARA SABER MÁS

  • Fernández, Iñigo, “Claroscuros de un estadunidense en México: el caso de Paul Hudson (1896-1921)”, Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, Instituto Mora, 2018, en https://cutt.ly/3IIyDjb.
  • Malagón, Beatriz, Winfield Scott: retrato de un fotógrafo norteamericano en el porfiriato, México, UAM-Xochimilco, 2012.
  • Aguayo, Fernando Y Berenice Valencia, El proyecto de una firma fotográfica estadunidense en México (1895-1909), México, Instituto Mora, 2022.

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