Darío Fritz – Revista BiCentenario.
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México / Durango, 450 años de historia, edición especial.
Se puede decir que esta es una foto de usurpadores. Y me refiero a los hombres, que deberían haber quedado fuera de la imagen. Porque era un día dedicado al culto y entusiasta bello sexo, según relata una crónica de la época. En mayo de 1908 los duranguenses tiraron la casa por la ventana. Todo el mes fue de exhibición y también de fiesta. Sus orgullosos 26 000 habitantes mostraban sobre mesas, estantes y vitrinas desde lo más común a lo más exótico de la producción estatal: aguas minerales, coches carruajes, artículos de cuero, las vacas más redondas y los caballos más lustrosos, los trajes locales que copiaban la moda en París o Nueva York, el oro de las minas de Tamazula y la plata de Santiago Papasquiaro. A mitad de mes, el día 16, las señoritas de la mejor sociedad se dedicaron a ofrecer las bebidas elaboradas en el estado, así como flores, dulces y confetis. Tuvieron su día especial dentro de aquella IV Exposición Regional de Durango, realizada dentro del edificio aún en construcción del futuro Hospital Civil de la ciudad. Claro que las damas no estaban solas. Los miembros de la junta organizadora se sumaban a sus esposas, hijas o familiares en la atención a los asistentes. Aquellos hombres, encabezados por Ignacio Gómez Palacio y Francisco Asúnsolo habían convencido desde ochos meses atrás al gobernador Esteban Fernández, de la necesidad de la exposición y de que las mujeres no podían quedar fuera. De allí, el lugar que finalmente se ganaron para la foto. Muy serias, aunque felices, las damas exhibían la mejor moda de esos años. Sus sombreros remarcan la ubicación social de cada una de ellas. Ellos, con su levita, a tono con el estilo francés porfiriano. Aquel día dedicado al culto y entusiasta bello sexo –eufemismo que podría hacer referencia a ellos, ¿por qué no?–se cerró con una kermés de cuatro horas donde una orquesta y una banda le regalaron su día a señoras y señoritas. Por supuesto hubo lluvia de serpentinas y confetis que como queda claro cayeron sobre aquellos atildados integrantes de la alta sociedad duranguense.