BiCentenario #8
México ha sido siempre fuente de inspiración para intelectuales, artistas y viajeros extranjeros. En la mente de aquellos que lo han visitado o que han escuchado o leído sobre sus paisajes, tradiciones e historia, México representa una suerte de realidad de sueño. Desde el propio Bernal Díaz del Castillo, pasando por personajes como Humboldt a principios del siglo XIX, hasta los intelectuales que se refugiaron en México después del triunfo franquista en España,la lista de los marcados por lo que el escritor Le ClA?zio llama el “sueño mexicano” es interminable. ¿En dónde radica la fuerza de esta fascinación? En parte, en la posibilidad de trazar nuestra historia hasta un pasado milenario que impregna muchos aspectos de la vida moderna. En parte, en un cierto “rito de la otredad”, que se reproduce a cada instante y en el cual el sueño hace el amor con la realidad, mientras la realidad suspira y sufre con el anhelo de convertirse en sueño; rito por el que las personas están dispuestas a dar, al mismo tiempo, todo y nada; los hombres son amables y hospitalarios, pero violentos y recelosos.
Con estas ideas presentamos el número ocho de BiCentenario. Si el lector se acerca y observa con detenimiento verá que el número contiene un itinerario para visitar algunas contradicciones y opuestos del sueño mexicano, no sólo en el sentido aspiracional de la palabra sino en su sentido onírico más amplio. De esta manera, la revista incluye un texto sobre la relación entre dos mundos contrastantes, el de la poesía y el de la guerra, durante las vísperas de la guerra de Independencia en la ciudad de Querétaro. En la misma línea incluimos un texto que relata cómo una vieja caja de pastelillos franceses puede contener un tesoro documental acerca del oculto boicot en contra de la Ley Calles y un artículo sobre la inspiración que el corazón del revolucionario poblano, Aquiles Serdán, ejerció sobre Juan Andreu Almazán.
Para hacer honor a lo que Antonio Caso llamó “bovarismo nacional”, hemos incluido un texto sobre la experiencia de Pepita Aguilar como dama en la corte de la emperatriz Carlota, claro ejemplo del empeñ mexicano de ir tras de sueños que a menudo salen muy caros. También en honor a nuestra facultad de concebirnos como algo que no somos, hemos incluido un cuento histórico sobre la ceremonia de inauguración del hospital para enfermos mentales La Castañeda.
Por otra parte, no hay que olvidar que la relación con nosotros mismos ha estado siempre condicionada por nuestra relación con “los otros”, los que no forman parte del sueño mexicano. En este tenor, asistimos a la historia del circo en México y seguimos sus influencias extranjeras durante el siglo
XIX. También desde la perspectiva de la historia cultural ofrecemos al lector un testimonio sobre el México que comenzó a despertar y a desechar tabúes sobre el rock en la década de 1970.
Las influencias del exterior son exploradas en “Comercio y diplomacia”, que aborda el papel de México durante la guerra de Secesión en Estados Unidos; en “La llegada de los generales”, donde la autora hace una suerte de exégesis acerca de la pintura del encuentro entre Villa y Zapata, del canadiense Arnold Belkin; y los fragmentos de una entrevista a Ernest Gruening, periodista y político estadounidense, simpatizante de varios aspectos del régimen posrevolucionario de 1910.
Finalmente, al abordar nuestra historia desde el punto de vista onírico, no podía faltar el género de las pesadillas. Hemos incluido por ello un chapuzón en la trágica historia del recurso del agua en la ciudad de México y una visita “con vacuna y tapabocas” a las epidemias en la península de Yucatán durante el siglo XIX.
Es apenas una “probadita” de las razones por las cuales resulta tan fascinante esta realidad de sueño tanto para los extranjeros como para los mexicanos que se atreven a adentrarse en su historia, a abrir y leer las páginas que siguen.
Carlos Domínguez