En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 26.
Hace poco más de un siglo, Paseo de la Reforma y la Alameda se vestían de gala con ciclistas que daban sus primeros pedaleos. Los muchachos de saco y corbata, y las señoritas con vestido zagalejo o pantalón bombacho, a nadie le faltaba su sombrero. Eran momentos en que la bicicleta junto al ferrocarril y las bombillas eléctricas dejaban ver la modernidad. Los manuales enseñaban los secretos del equilibrio, los riesgos de la velocidad, las mejores posturas para sentarse y los beneficios y perjuicios para la salud. Similitudes y semejanzas no faltan con el presente revival de la bicicleta. Lo bueno que aquellos ciclistas no tenían que lidiar con automovilistas, metrobuses y un esmog poco aconsejable para los pulmones. Pero igual no faltaban los vecinos molestos porque había que cuidarse de distracciones que generaban choques fortuitos, aunque si el ciclista no conocía las reglas acababa multado por el policía de tránsito. Cual auto o motocicleta de nuestro días, había una tenencia que pagar… y mensual, por rodar en la ciudad. El presente y el pasado no tienen mejor ejemplo para abrir desde la portada esta edición de BiCentenario 26. Cualquier similitud con el presente, podría ser mera coincidencia, pero no.
Hay personajes, momentos, situaciones, que a lo largo del tiempo parecen redundantes. Como el caso de Marietta Blau, una científica de origen judío, que Albert Einstein pudo sacar de Alemania antes del estallido de la segunda guerra mundial y ubicarla en México. Pero Marietta no pudo profundizar aquí sus investigaciones sobre la radiación. Una imagen explica de algún modo el porqué: se trata de una foto con colegas del IPN, ubicada ella en una esquina junto a 57 hombres. Muchas mujeres pasaron por situaciones similares, y quedaron en el olvido. El rescate de su obra y su personalidad, que nos presenta Pilar Baptista Lucio, es un buen ejercicio para apaciguar arbitrariedades.
Es el caso también de la familia Bravo. Hacendados durante el dominio español en estas tierras, los inicios de los levantamientos independentistas en la Nueva España fueron para los cinco hermanos un parteaguas. Reticentes en un principio a incorporarse a la lucha de José María Morelos, después dieron hasta su vida por la causa –dos de ellos morirían– y el poderío económico que se extendía desde Chilpancingo hasta el Pacífico, se diluiría.
Un amplio listado de personajes recorre este número 26 de BiCentenario. Miguel Agustín Pro era un sacerdote de mucha alegría y candidez, según los recuerdos de quienes lo conocieron durante su corto periplo estudiantil por Europa. El activo joven que moriría como consecuencia del duro enfrentamiento Iglesia-Estado durante la guerra cristera llevó con dignidad y resignación sus serios problemas de salud estomacal, como relataría su amigo John J. Druhan. María Gabriela Aguirre Cristiani nos cuenta que al padre Pro le disgustó su regreso intempestivo a México que poco tiempo después le costaría la vida.
Quienes vivieron su tiempo con jovialidad fueron las bailarinas que impulsaron el cancán en México, y que por un corto tiempo trajeron alegría a un amplio abanico de capitalinos entusiasmados con la noche y la cultura. A pesar de los cuestionamientos conservadores, la moda que llegaba de París generaba una discusión apasionante. ¿Qué tanto se aceptaba cambiar por aquellos días y adaptarse a un mundo de transformaciones vertiginosas?
Villa y Zapata vuelven a ser parte de nuestras páginas. Dos textos abordan sus dos encuentros de diciembre de 1914 en Xochimilco y Palacio Nacional. El primero es la mirada complementaria de la reunión que hicieron el funcionario estadunidense León Canova y Gonzalo Atayde, secretario particular del coronel Roque González Garza, en la escuela del poblado sureño. El segundo corresponde a las fotos que se hicieron en Palacio Nacional y que son un icono de los tiempos de la revolución. Miguel Ángel Berumen realiza un análisis sui géneris donde desvela si fueron una, dos, tres o más y cuántos fotógrafos las tomaron.
El arte se abre al debate con dos textos también muy recomendables. El genial Luis Buñuel, que al final de su vida confesaría sus preferencias por escribir y pintar, antes que por el cine, es retratado en diferentes momentos de su vida. Junto a Salvador Dalí y Federico García Lorca durante sus primeros sueños vanguardistas, el paso frustrado y poco productivo por Estados Unidos, y hasta llegar finalmente al estallido creativo en México.
El segundo de esos textos son las reflexiones que nos trae el escultor y pintor Arnaldo Coen en una amplia charla. Coen analiza la comercialización del arte, la necesidad de complementarlo con otras disciplinas y de cómo México no ha logrado universalizar a sus artistas cuando tiene todo para hacerlo. “Hay espectadores que legitiman a un artista, el artista no se legitima a sí mismo”, polemiza.
Y todavía queda más por contarles antes de entrar a abrir estas páginas, como la historia del célebre telegrama Zimmerman que planteaba la descabellada idea de que México entrara en guerra con Estados Unidos, a cambio de devolverle a nuestro país los territorios perdidos. La tradición del jarabe tapatío que de fiesta marginal terminó en símbolo nacional. O la compleja vida de un espía de Santa Anna y otros interesantes artículos. ¡Qué disfruten la lectura!
Darío Fritz