BiCentenario #17
La travesía inicia en compañía de una mujer cuya vida es fiel reflejo de algunos de los cambios que tuvieron lugar en la Nueva España a fines del siglo XVIII y principios del XIX; testigo y por momentos protagonista de las rupturas que dividieron a la sociedad de la época hasta dar paso al nacimiento de un país independiente, el andar de María Francisca de Góndara estuvo salpicado por alegrías y pesares propios de la clase social a la que pertenecía y, sobre todo, de las posiciones políticas y militares que ocupó su marido, el virrey Félix María Calleja.
Nos topamos también con intrigas y conspiraciones dignas de la literatura detectivesca: a través de cartas cifradas confirmamos que la intención de reconquistar México seguía latente con todo y que desde 1825 las tropas españolas habían sido expulsadas de San Juan de Ulúa. Los permisos que se solicitaban al Ayuntamiento de la ciudad de México para presentar diversos tipos de espectáculos, brindan por su parte pistas sobre las actividades decimonónicas que se realizaban para matar el ocio, al tiempo que las páginas del periódico La Patria de Nueva Orleáns permiten seguir la huella de un español cuya vida estuvo marcada por el exilio y la aventura.
Otra de las paradas nos lleva a los albores del siglo XX; tanto fotografías como textos del National Geographic abren la puerta a percepciones sobre México y los mexicanos que la revista difundió entre 1910 y 1919. Conocer esas miradas construidas desde fuera y generalmente a partir de estereotipos, amplía nuestro horizonte, pero es importante contrastarlas con la heterogeneidad del caleidoscopio cultural e incluso territorial que da vida al verdadero México.
Para desnudar las diversas facetas del país, el apoyo que nos brinda la historia oral es invaluable, pues a través de ella diversos actores nos hacen llegar su versión sobre los procesos y rutas transitadas por México, enriqueciendo el conocimiento que proporcionan las fuentes escritas. Desde tal perspectiva es de agradecer la labor realizada por James Wilkie y Edna Monzón, quienes rescataron algunos de los ángulos del proceso revolucionario a través de las voces de sus protagonistas.
También resultan muy útiles los tres artículos que tienen como telón de fondo el tema religioso: “Los diarios de un obispo en el exilio”; “Palomar y Vizcarra: un católico comprometido” y “Los orígenes de los Testigos de Jehová en México”. En los tres casos encontramos intersecciones temporales, pero cada uno de ellos remite a fragmentos concretos de nuestro ayer y revela enfoques particulares del caleidoscopio al que nos referíamos antes.
Y qué decir de la posibilidad de identificar algunos rasgos culturales de la élite que a mediados del siglo XIX habitaba en la ciudad de México, valiéndonos de la destreza artística de quienes pincel en mano retrataron a Leonor Rivas Mercado. O bien, de hacer un recorrido a vuelo de pájaro por la historia del ballet durante los siglos XIX y XX y de acercarnos a las luchas del agrarismo posrevolucionario utilizando como pretexto un cuento situado en la antigua propiedad chihuahuense del magnate William Randolph Hearst. Son todos distintos rostros de una historia cuya complejidad queda apenas delineada en las vistas fugaces que de ella ofrece este número.
Dentro de los amplios arcos temporales y temáticos que cubren las distintas secciones, también tiene cabida un siglo XXI que se cuela para mostrar los rasgos poco halagüeños de esta modernidad motorizada que nos toca disfrutar/padecer: los accidentes viales.
En fin, con los textos e ilustraciones de este número de BiCentenario, comprobaremos que el estudio de nuestro pasado y de nuestro presente es una aventura a la que bien vale la pena sumarse.
Diana Guillén Instituto Mora