Arangoiti, el arquitecto olvidado

Arangoiti, el arquitecto olvidado

Ricardo Román Hernández Vargas
Facultad de Filosofía y Letras-UNAM

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 59.

Estudió en Europa y, cuando regresó a México, trabajó para Maximiliano, pero su obra se reconoce por diversos proyectos para los cuales fue llamado, como la catedral y varios edificios gubernamentales en Toluca, los monumentos a Guerrero y Colón, el Hotel Gilow y la casa de la familia Escandón, en la plaza de Guardiola.

Abel Briquet, Statue of Christopher Colombus, ca. 1896. AGN, Propiedad Artística y Literaria, No. 165.

Al revisar la biografía mexicana del siglo XIX, gran parte de estas  obras se dedican a políticos y militares, mientras que son escasas las que se ocupan de personajes del mundo del arte, sobre todo de arquitectos. Uno de ellos es Arangoiti, reconocido entre los precursores de la arquitectura en el país.

José Ramon Alejo Rodríguez Arangoiti nació el 31 de agosto de 1831, siendo el tercer hijo de una importante y destacada familia de militares médicos, ingenieros y arquitectos. En 1840, a la edad de nueve años, ingresó al Colegio de San Gregorio. Su infancia se da en el contexto de los gobiernos santanistas y en la primera debacle nacional, constituida por las intervenciones francesa y española, además de la independencia de Texas –su padre participó dentro de esta campaña contra los rebeldes tejanos–. A los 16 años, en 1847, cuando se producía la invasión de Estados Unidos, ingresó al Colegio Militar en el castillo de Chapultepec, pero no duró mucho tiempo.

En efecto, en 1850 ingresó al curso de arquitectura de la Academia de San Carlos donde permanecería los siguientes cuatro años. Allí ganó el concurso que le permitió viajar a Europa en 1854 y recibir una beca de manutención de 50 pesos mensuales para una estancia no mayor de seis años. Sin embargo, sin que se sepa cómo se las arregló, permaneció en el viejo continente una década. Durante ese tiempo realizó estudios en la Universidad de Roma y en la Escuela de Bellas Artes de París.

Rodríguez Arangoiti regresó en noviembre de 1864, cuando Maximiliano de Habsburgo gobernaba como emperador. Se ofreció entonces como catedrático en la Academia Imperial de San Carlos, donde el director, José Urbano Fonseca, había emprendido una completa reorganización del plan de estudios y le ofreció varias clases. Sin contar todavía con un nombramiento oficial, en febrero del año siguiente comenzó a impartir los cursos de Aplicación de geometría descriptiva a las construcciones de madera, y Fierro y arqueología. Para su fortuna, la beca de 50 pesos que recibía en Europa le fue restituida a su llegada al país.

Las primeras obras

Hizo por entonces algunos cambios para ganar reconocimiento: alentó el mito de que era veterano del 47 y se hacía llamar por su apellido materno, Arangoiti, con la intención de tener una imagen más grata y universal ante el ojo público. Mandó a imprimir papelería con su nombre y repartió sus fotografías para darse a conocer.

Ya como profesor de San Carlos, concursó entre 21 proyectos para la construcción del monumento a la independencia nacional en la Plaza Mayor de la capital. Su proyecto resultó ganador, como se anunció el 16 de septiembre de 1865. De todos modos, la obra no se construyó y el modelo fue destruido en un siniestro que sufrió la Cámara de Diputados.

En febrero de 1865 recibió su primer encargo del gobierno de Maximiliano. Se trataba de dirigir a un pequeño grupo de alumnos de la Academia en un levantamiento topográfico oficial de la ciudad de México. El mismo año se le nombró ingeniero responsable del mantenimiento del palacio de gobierno, del castillo de Chapultepec, de las casas del emperador en Cuernavaca, del castillo de Miramar y los monumentos dedicados a Colón, Hidalgo, Guerrero e Iturbide. En varios casos no hizo nada, pero donde sí tuvo mayor participación fue en el castillo de Chapultepec, donde se ocupó de la remodelación del alcázar, el ala norte de la Villa de Gálvez –nombre con el que antiguamente se designaba al castillo por haber sido construida por José de Gálvez–, así como la arquería sur y el acceso a la plaza de armas. Le correspondería también desarrollar la gran puerta oriente, la escalinata hacia los salones de recepción, el edificio del cuerpo de guardia, una cochera y la capilla. Maximiliano le pidió en 1866 que realizara el proyecto para una casa en los Ahuehuetes de San Juan, en Azcapotzalco.

Antonio García Cubas, Escuela de Bellas Artes – Salón de Pinturas Modernas, litografía en Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos (detalle), México, Debray y Sucesores, 1885.

Cuando el emperador dispuso la creación de un museo de historia natural, arqueología e historia de México, le encomendó realizar el inventario, embalaje y el traslado de las colecciones del antiguo Museo Nacional. Debió organizar también los miles de volúmenes provenientes de las bibliotecas de los conventos suprimidos por las Leyes de Reforma, que se hallaban almacenados y con los que se contaba para formar la biblioteca del museo. Sin embargo, el rigor con el que procedió para conservar la integridad de las piezas y su negativa de continuar con el proyecto mientras no estuvieran correctamente inventariadas y embaladas, desagradaron a Maximiliano. En enero de 1866 se consideró excesivo el plazo invertido y los costos generados por la operación, por lo que el proyecto fue suspendido.

Las obras encargadas por el emperador le requerían tanto trabajo, que Rodríguez Arangoiti tenía que ausentarse con frecuencia de su labor docente en San Carlos. Sin embargo, se dio tiempo para colaborar en el primer plan de estudios de la carrera de arquitectura y en definir los mecanismos de evaluación a que deberían sujetarse aquellos ingenieros que, sin haber realizado estudios en el plantel, solicitaran la revalidación oficial de sus conocimientos. Sin embargo, ante el alto nivel de exigencia que pretendía, fue cesanteado como sinodal.

Para entonces, el segundo imperio se tambaleaba. Napoleón III le había retirado su apoyo y su ejército dejó de sostenerlo. Las tropas republicanas avanzaban hacia el centro del país: Maximiliano era sitiado en Querétaro y Leonardo Márquez en la ciudad de México. El 2 de mayo de l867, José Urbano Fonseca exhortó a empleados y profesores de la academia a unirse a las fuerzas leales al emperador, pero Arangoiti se negó de la siguiente manera: “No me es posible prestar este servicio a la patria. Dos años he sacrificado mis trabajos a favor del imperio y no se me ha retribuido, como consta en el Ministerio de Fomento y en la junta de la Lista Civil. Por otra parte, ya hace siete meses de sueldo que no se me pagan; y teniendo familia que mantener me es imposible prestar mis servicios.”

Era probable que se percatase de que el imperio estaba por caer y no quisiera empeorar las consecuencias adversas que le traería haber trabajado para Maximiliano. En efecto, el triunfo de la república significó el fin de su carrera pública y, sobre todo, una gran reducción de sus ingresos. Un año después fue perdonado por las nuevas autoridades, dado que no se lo consideraba un peligro político.

Los encargos

Antonio García Cubas, Escuela de Bellas Artes, litografía en Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos (detalle), México, Debray y Sucesores, 1885.

Resuelto a dejar la docencia, Arangoiti decidió abrir su propio estudio en un antiguo convento franciscano. Los encargos, sobre todo de particulares, se le multiplicaron durante los años de la República Restaurada y el primer gobierno de Porfirio Díaz. Encontramos así el monumento a Guerrero en la plaza de San Fernando, que proyectó entre 1867 y 1870, junto con el constructor Eduardo Davis y el escultor Miguel Noreña, que había sido solicitado durante la decimotercera exposición de la Academia Imperial de San Carlos, como un homenaje a los 34 años de la muerte del héroe insurgente. El monumento a Colón fue encargado por el empresario Antonio Escandón, para lo cual Arangoiti aprovecharía los bocetos de Manuel Vilar y la escultura que este realizó, lo mismo que el proyecto del monumento sepulcral de Francisco Zarco, solicitado por su familia a manera de memorial, pero que nunca se construyó.

En octubre de 1869, el joyero inglés Tomás Gillow le pidió la obra de lo que sería el Hotel Gillow –junto con el ingeniero Juan Manuel Bustillo–, en la antigua casa profesa de los jesuitas, en la esquina de las actuales calles de Isabel la Católica y 5 de Mayo. Ese año también proyectó la fuente o caja de agua de la Tlaxpana, en la esquina de Puente de Alvarado y Rosales, por encargo de la Secretaría de Fomento, así como la casa de los Escandón en la plaza de Guardiola, conocida como de “Los perros”,por tener una escultura de estos como remate.

A partir de 1870 el cabildo de Toluca lo invitó a hacerse cargo de la remodelación de los edificios principales de la ciudad. Así lo hizo durante la siguiente década. Uno de sus trabajos más notables en Toluca fue la catedral, cuya construcción se inició en 1870 y continuó después de su muerte, bajo la responsabilidad de Luis G. Anzorena. A la par, construyó el palacio de gobierno y el palacio municipal en parte de los terrenos que ocupaba el cementerio del convento de San Francisco. Son también obras suyas el palacio de justicia y la escuela de artes y oficios para varones. Salvo la catedral, todas estas construcciones acabaron siendo demolidas en años posteriores.

Entre tanto, construyó también la iglesia de San José de Iturbide en Guanajuato y en la ciudad de México se le encargó la remodelación del panteón Francés de la Piedad, además de que diseñó y construyó las casas números 4 y 8 de la calle Ayuntamiento, la número 7 de la calle San Francisco (hoy Madero) y la casa de la esquina de avenida Hidalgo y Soto.

Arangoiti representó distintas corrientes artísticas europeas. Si bien fue partícipe de la recuperación de la corriente neoclásica y sus variantes, también tuvo influencia del neogótico y el art nouveau.

El advenimiento del porfiriato se reflejó en la vida de Arangoiti, ya que constituyó una de las últimas, y la mayor, de las oportunidades para el arquitecto.

En la Exposición Nacional de 1876 en Filadelfia, la primera de las grandes exposiciones universales que tuvo lugar en un país fuera de Europa, que celebraba el primer centenario del nacimiento de Estados Unidos de América y a la cual asistieron más de diez millones de visitantes, Arangoiti realizó el proyecto de un edificio del cual sólo se han encontrado bocetos.

Después siguió su declinación, caracterizada por un aislamiento progresivo y el debilitamiento de su salud. De tal modo, el 20 de marzo de 1882, falleció de una hemorragia intestinal.

PARA SABER MÁS

  • Arciniega Ávila, Hugo Antonio, El arquitecto del emperador: Ramón Rodríguez Arangoiti en la Academia de San Carlos, 1831-1867”, tesis de doctorado, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM, 2003, p. 589.
  • Drewes, Michael, “Otra aproximación a Carl Gangolf Kaiser (1837-1895), arquitecto de la corte del emperador Maximiliano”, Anales del instituto de investigaciones estéticas de la UNAM, 2000, en <https://cutt.ly/3MeuZ1H>.
  • García Barragán, Elisa, “La Catedral de Toluca”,Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. 1983, en https://cutt.ly/3MeuZ1H.
  • Puente Estrada, Miriam Guadalupe, “Restauración de proyecto de una Chertosa en la cima de un monte del arquitecto Ramón Rodríguez Arangoiti”, tesis de licenciatura, Escuela Nacional de Artes Plásticas-UNAM, 2007, pp. 9-43.